Tipo de crítica: Novedad 2011
Libro independiente
Clasificación: Novela realista
Nuestra edición: Edebé, marzo, 9’85 €
Valoración: 4’5 sobre 5
Una noche Fran tiene un sueño. En él se le aparece su abuela, que le pide que viaje a la Casa del Árbol, al chalet donde antes pasaban todos juntos las vacaciones de verano. Sin pensárselo un momento se escapa del trabajo y, después de muchos años, regresa al lugar de su juventud, pero se encuentra con que las obras de una autovía están destrozando el bosque circundante y amenazan con terminar también con la Casa del Árbol. Cuando entra al interior del hogar, ya abandonado, comienza a recordar el último verano que pasó allí, cuando tenía 17 años, un verano en el que un espíritu presagió la muerte de alguien cuyo nombre empezaba con F, el mismo año que encontraron un mapa medieval para hallar el tesoro de una Reina Mora y que llevaría al joven Fran a una apasionante investigación sobre el posible escondite del tesoro acompañado de Alba y Feli… Y también el mismo verano en el que dejó atrás su adolescencia.
En esta ocasión Susana Vallejo se olvida un poco de la fantasía y la ciencia ficción de sus anteriores novelas publicadas para sumergirnos en una aventura realista de tintes costumbristas y evocadores. Cada página es un canto a esos recuerdos que todos guardamos de nuestra infancia y adolescencia sobre vacaciones de verano pasadas en familia, de aventuras en bicicleta con amigos “de temporada”. La novela está narrada en primera persona por Fran, con dos líneas narrativas paralelas: una ambientada en el presente, en la que el protagonista viaja a la Casa del Árbol, y otra línea que sigue todo lo que vivió Fran cuando tenía 17 años, siendo esta última la que predomina mayoritariamente. De este modo el lector se encuentra con un pequeño juego de voces que desgranan un puzzle a dos tiempos distintos, aportando más misterio a la novela. Antes mencionaba que la obra tiene varios tintes costumbristas, y eso es algo que cabe destacar, ya que se encuentran muy presentes a lo largo de las páginas a modo de guiños al lector. Detalles sobre las variaciones en nuestra forma de vida, la distinta concepción del tiempo, anécdotas familiares que causan sensaciones de déjà vu… Incluso la autora se aprovecha de haber vivido en Madrid y Barcelona para incluir de vez en cuando algunos típicos piques entre personas de estas ciudades. Otro rasgo muy peculiar de la novela es que no sólo describe vivencias y pensamientos del protagonista masculino de una forma muy realista, sino que también incluye olores y sabores que nos permiten palpar en todo lujo de detalles ese último verano que nos retrata Vallejo. El único defecto que se le podría sacar al libro es que ciertas escenas resultan algo previsibles, al tratar el manido tema de la búsqueda de un tesoro. Sin embargo, no podría considerarse un defecto como tal, dado que uno de los puntos importantes de la obra es, precisamente, que no pretende dejar sin aliento con giros argumentales muy complejos, sino simplemente evocar sensaciones de un pasado ya perdido.
Toda obra intenta conectar de algún modo con el lector, pero esta en concreto pretende hacerlo de una forma mucho más personal, y además ofrece múltiples lecturas en función de la edad y la experiencia del lector. Sin duda El espíritu del último verano es la novela más intimista hasta la fecha de la escritora y bien se merece ese Premio Edebé de Novela Juvenil 2011 que tanto se le resistía. Por mi parte os invito a que os perdáis tranquilamente entre sus páginas, entre recuerdos de naturaleza desbordante, familiares ya desaparecidos y veranos inocentes.