El Dios mercado y su pareja de hecho en el viejo mundo, Merkel y Sarkozy, ya que este Dios sólo entiende de matrimonios de conveniencia, han conseguido lo impensable: reformar la Constitución. Lo imposible se vuelve otra vez imprescindible, ahora para dar confianza (¿a quién, a qué?) y evitar lo que parece cada día más inevitable: una intervención en España, que deslegitimaría y convertiría en polvo todos los sacrificios hechos hasta ahora.
Esta pretendida reforma de la Constitución se parece más a una contrarreforma, un retraerse de puro miedo. Incluso tiene algún que otro parecido con la contrarreforma que llevó a cabo la Iglesia católica para acallar la reforma protestante de Martín Lutero, un camino de vuelta tirados de la oreja hacia la senda del recogimiento y del miedo. Algo parecido a esto:
• Una jerarquía efectiva de supervisión para garantizar que el clero y los laicos observaran las nuevas normas de disciplina y ortodoxia que se esperaba de ellos.
• El fortalecimiento de la figura del Papa.
• La revitalización de la meditación y la oración, así como el control de las pasiones de los individuos.
• El examen cotidiano de la conciencia y la confesión.
• La celebración de fiestas anuales en honor de los santos y las advocaciones a la Virgen María.
• El impulso a la formación de más cofradías y hermandades donde se organizarían cajas de ahorro para ayudar a las viudas, los huérfanos, los ancianos y los enfermos, y para pagar los gastos funerarios.
• El castigo a los miembros de la Iglesia que abusaran de los bienes económicos de los fieles.
• Estas medidas, junto con la Inquisición y las guerras de religión, pretendían detener el avance del Protestantismo e infundir un nuevo entusiasmo y confianza a los católicos.
Hacia 1650, más de dos tercios de Europa prestaba de nuevo obediencia a la Iglesia de Roma: la Reforma protestante, en conjunto, sólo conservó su influencia en el norte. (Fuente: Wikipedia, sobre la Contrarreforma).