Revista Cultura y Ocio

El Estado y la Historia. La ciudad de Dios

Publicado el 20 junio 2022 por Academiacruellas

Buenos días desde Academia Cruellas. Hace más de un año que no escribo, y hoy es un buen momento para ello. Hoy vamos a centrarnos en esta obra de San Agustín. Podemos considerar a San Agustín como el primer pensador que se ocupó de analizar el sentido de la Historia Universal. San Agustín es un filósofo de la Historia en cuanto que pretende ir más allá de los puros hechos para tratar de interpretarlos y encontrarles un sentido. Como en todo su pensamiento, las reflexiones de San Agustín no son estrictamente filosóficas en este caso: se enfrenta a la Historia y a su sentido como cristianoy, por tanto, su Filosofía de la Historia es Teología de la Historia, a la vez e indistintamente.

Dos son seguramente las circunstancias que motivaron las reflexiones de San Agustín acerca del sentido de la Historia Universal. En primer lugar, que el Cristianimo concibe la Historia como el escenario donde Dios se manifiesta y donde tiene lugar el drama de la salvación. Nada tiene, pues, de extraño que fuera un pensador cristiano el primero en considerar la Historia como un todo dotado de un sentido unitario. Pero además y en segundo lugar, las reflexiones de San Agustín estuvieron inmediatamente motivadas por la caída del Imperio Romano que, desde Virgilio, había sido considerado como definitivo y eterno. Este hecho histórico de primera magnitud constituyó un estímulo para la reflexión sobre la Historia y el Estado.

Las dos ciudades

La perspectiva adoptada por San Agustín ante la Historia es primordialmente moral. Puesto que la auténtica felicidad del hombre consiste en el amor de Dios y la maldad consiste en alejarse de él para situar el objeto de la felicidad en bienes mutables, cabe considerar dos grandes grupos o categorías de hombres: ele aquellos que «se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios» y el de aquellos que «aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos». Los primeros constituyen la ciudad terrena; los segundos constituyen la ciudad de Dios.

Es fácil caer en la tentación de identificar la ciudad terrena con el Estado y la ciudad de Dios con la Iglesia. Sin embargo, no parece ser este el sentido de la teoría agustiniana. Puesto que los criterios utilizados son de carácter moral, ambas ciudades se hallan mezcladas en cualquier sociedad a lo largo de la Historia, y la separación de los ciudadanos de una y de otra no tiene lugar sino en el momento final de aquella. Sin embargo, es cierto que San Agustín insiste en la imposibilidad de que el Estado, cualquier Estado, realice auténticamente la justicia, a menos que su actuación esté informada por los principios morales del cristianismo. Desde este punto de vista, la teoría agustiniana del Estado puede dar lugar a dos interpretaciones distintas.

La teoría puede interpretarse, en primer lugar, como una fundamentación teórica de la primacía de la Iglesia sobre el Estado. Puesto que la Iglesia es la depositaria en la Historia de las verdades y principios del cristianismo, es la única sociedad perfecta y, por tanto, es superior al Estado. La Iglesia ha de conformar moralmente al Estado. Esta orientación es la que presidió las relaciones Iglesia-Estado durante la Edad Media.

La teoría agustiniana puede considerarse, en segundo lugar, como una minimización del papel del Estado. Esta minimización del Estado se había hecho necesaria en tiempo de San Agustín. La adopción del cristianismo como religión oficial por el Imperio Romano, juntamente con la creencia en la indestructibilidad de éste, había llevado a muchos cristianos a la convicción de que el Estado era un instrumento esencial de los planes divinos en la Historia. Es esta convicción lo que San Agustín pretende destruir, reduciendo el Estado a su papel de mero organizador de la convivencia, de la paz y del bienestar temporal.


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