Revista Cultura y Ocio

El exilio interior: la vida de maría Moliner - Inmaculada de la Fuente

Publicado el 13 mayo 2021 por Elpajaroverde

No recuerdo cuándo supe de ella. Soy incapaz de discernir el momento en el que su nombre dejó de ser para mí el de un diccionario y comenzó a convertirse en el de una mujer. Sí recuerdo cuándo esa mujer dejó de ser solo un nombre y comenzó a tener identidad propia; cuándo comencé a interesarme por ella, cuándo empecé a admirarla, cuándo se sembró el germen de esta lectura que os traigo hoy.

Fue hace cinco años, cuando estudiaba mi certificado de profesionalidad de Prestación de Servicios Bibliotecarios. Nuestra profesora, otra bibliotecaria de pro, nos trajo un día varios textos a leer y a comentar. Entre ellos estaba la carta a los bibliotecarios rurales redactada por María Moliner usada como prólogo a las Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas publicadas en 1937, en plena Guerra Civil. Soy una gran admiradora y defensora de las bibliotecas en general y de las públicas en particular. Mi ideología casi es un calco de lo que simbolizan estas últimas. Estas son mucho más que un lugar en el cual se prestan libros, si bien es cierto que, al igual que la mayoría de la ciudadanía, durante gran parte de mi vida no fui consciente de que existía ese mucho más. Si algo queda patente en esa carta que escribió María Moliner es cuál debe ser el auténtico espíritu bibliotecario. Si tuviera que elegir una única palabra para describir lo que transmite esa misiva, esa palabra sería fe. Y, sí, debía de ser necesaria mucha fe para poner a andar en aquellos tiempos bibliotecas rurales; de hecho, pienso que aún se sigue requiriendo mucha fe para que las bibliotecas actuales sean mucho más que esos lugares en los que se prestan libros.

De esta biografía de María Moliner escrita por Inmaculada de la Fuente supe tiempo después de leer esa carta (si a alguien le apetece leerla puede hacerlo aquí). Fue un encuentro causal; tampoco recuerdo cómo supe de este libro, pues postergué algunos años su lectura tras dar con él. Tras concluirlo, echo la vista atrás y contemplo el camino recorrido: María Moliner fue para mí un diccionario; entré en este libro a la búsqueda de la María Moliner bibliotecaria; salgo de él descubriendo un diccionario que es María Moliner.

El exilio interior: la vida de maría Moliner - Inmaculada de la Fuente

Para la zaragozana, que nace en Paniza en 1900, con el siglo, como a ella misma le gustará decir, de forma acertada, además, pues con su historia se cuenta en cierta medida la historia del siglo XX, no será fácil convertirse en bibliotecaria, pero tendrá mimbres para ello y también tesón, palabra esta última, en su caso, casi sinónima de esa fe que más tarde reivindicará. Ya instalada en Madrid con su familia de origen estudia, probablemente de forma esporádica o intermitente debido a dificultades familiares y económicas, en la ILE (Institución Libre de Enseñanza). El paso por esta institución la marca significativamente; se sentirá ligada a ella y mantendrá el contacto con algunos de sus miembros a lo largo de su vida. De vuelta a tierras zaragozanas se matricula en Historia por ser la única especialidad de Filosofía y Letras en su distrito por aquel entonces. Su primera experiencia laboral como lexicógrafa se le presenta, precisamente, durante esa época de estudiante. Tras obtener su título universitario, aprueba las oposiciones para el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Sus primeros destinos son en archivos, lo que le proporciona un trabajo alejado a aquel otro que a ella le gustaría desempeñar. María se siente más inclinada hacia el mundo bibliotecario y no ceja en su empeño de verse redirigida hacia este. Será en Valencia, con su participación en las Misiones Pedagógicas, donde por fin puede dar rienda suelta a su vocación. Bajo su dirección se crean 105 bibliotecas rurales, algunas de las cuales visita personalmente dejando constancia por escrito no solo de sus impresiones sino también de su socarronería, determinación y forma de pensar. Será en Valencia, también, donde la pille el estallido de la Guerra Civil. Paradójicamente, y a pesar de ser una época incierta y dura, también son unos años fructíferos para María Moliner. Durante el conflicto bélico llega a ser directora de la Biblioteca Universitaria, redacta el Proyecto de bases de un Plan de Organización General de Bibliotecas del Estado y es nombrada directora de la Oficina de Adquisición de Libros, cargo, este último, que la colma de satisfacción, pues "eso es lo que importa, que haya libros, que el país no se quede sin libros. Y que cuando acabe la guerra, esos libros lleguen a las manos de todos".

La guerra, efectivamente, acaba y tras ella llega la dictadura. "Moría una forma de vivir, un entorno cultural privilegiado, una etapa feliz que ya no volvería. Los pocos amigos que quedaban eran de algún modo supervivientes en un exilio interior más o menos confortable, pero siempre triste". Moliner se convierte en una de tantas víctimas de la depuración franquista. Valencia fue capital de la segunda república durante el conflicto civil y María compartió espacio de trabajo con miembros del gobierno republicano, hecho que no juega a su favor. La bibliotecaria, aunque afín, me imagino, a las ideas defendidas por la república, no es una persona que se haya involucrado nunca en política ni que se haya significado ni a favor ni en contra de unos u otros. Es tan solo una mujer dedicada a su trabajo y a su familia. Poco importan los hechos (o más bien la falta de ellos), sin embargo, a quienes ya parecen tener tomada una decisión de antemano. En el escrito con el que responde a los cargos que se le imputan queda constancia nuevamente de su carácter y de que sabe plegarse a las circunstancias pero sin achicarse. Aun así, y sin ser de las peor paradas por la depuración, la descienden dieciocho niveles en el escalafón del Cuerpo y la envían de vuelta al Archivo provincial de la Delegación de Hacienda. Su último destino será la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Madrid, en donde se jubilará en 1970, veinticuatro años después de su llegada.

Es este último un destino sin estímulo intelectual alguno para ella. María pasa las mañanas en la biblioteca de la escuela de ingenieros. Las tardes transcurren solitarias en su casa. Los hijos son mayores; ya no precisan de ella. Su marido, el catedrático de física Fernando Ramón Ferrando, víctima también de la depuración franquista, que tras su rehabilitación ha sido destinado a la Universidad de Salamanca, solo puede pasar con ella las vacaciones y fines de semana. María dista mucho de sentirse sola, sin embargo, o, tal vez, el tiempo vacío para una mujer tan inquieta intelectualmente nunca se tarda demasiado en llenar. Es por aquel entonces cuando nace en ella la idea del diccionario. Un diccionario, además, es algo inofensivo en aquellos tiempos; quién podría considerar censurable un diccionario. Poco sospecha entonces que, cuando se publique, su diccionario causará, aunque no política, una revolución.

Pero, por el momento, su diccionario es tan solo una idea. Eso sí, es una idea que crece, crece y crece. Será un trabajo que ocupará días, meses, años. Un trabajo, el de la concepción de un diccionario de una lengua viva, que, si se piensa bien, no está llamado a terminar nunca. Y, así, "aquella mujer que trabajaba de sol a sol no era ninguna solitaria. Escribía para sus futuros estudiosos, usuarios y lectores".

Lo que Moliner concibe, pues, como un trabajo de unos meses, como mucho de un par de años, termina por convertirse en una titánica aventura que durará tres lustros. María sabe que, por su formación ajena a la filología y lexicografía, corre el riesgo de ser considerada una intrusa, y por ello pone tanto empeño en ser precisa. La verdadera razón, sin embargo, de que el desarrollo del diccionario se dilate tanto en el tiempo es que la bibliotecaria es una trabajadora incansable y perfeccionista en extremo. "¿Qué perseguía con ese perfeccionismo rayano en la desmesura? Organizar el mundo, buscar la armonía de las cosas, dice su hija Carmina Ramón Moliner. Le gustaba organizar, crear, construir, relacionar. Sujetar el mundo, controlar el ingente caudal del lenguaje, nombrar las cosas con su nombre genuino para llegar a su núcleo original, a la idea desnuda..."

El DUE (diccionario del uso del español), cuya primera versión se publica entre 1966 y 1967, pasa enseguida a ser popularmente conocido como el diccionario de María Moliner. Supongo que de ahí viene el hecho de que durante muchos años María Moliner haya sido para mí tan solo un diccionario. A pesar de contar con versiones posteriores a esa primera, no recuerdo haberlo utilizado nunca, ni siquiera haber tenido algún ejemplar de alguno de sus tomos en mis manos. Ahora que sé que María Moliner no es un diccionario sino que, al contrario, su diccionario es reflejo de lo que era María Moliner, lamento no haber tenido acceso a lo que debió de ser un maravilloso compendio lingüístico en el que se dieron la mano la organización, la precisión y la interrelación. Claro que, de haber sido así, tal vez entonces no le hubiera prestado atención y, además, quizás ni siquiera se hubiera tratado de aquel primer Moliner original. Y es que esa primera versión debió de ser una obra única y singular. Así, al menos, lo consideró su autora, aunque no solo ella.

""Si yo me pongo a pensar qué es mi diccionario, me acomete algo de presunción", le dijo María Moliner a Santiago Costelo. "Es un diccionario único en el mundo [...] Aparte de las definiciones, cada palabra trae un catálogo y con él vienen las palabras, tanto usuales como no, que equivalen a aquellas. Es un diccionario principalmente para escritores". Escritores, traductores, estudiantes, gente común capaz de deleitarse con esa definición que le llevaba a la idea que andaba buscando. Entre los traductores, hay un aserto común: "Lo que diga el María Moliner va a misa". En ese sentido María Moliner elaboró un diccionario a la vez descodificador "más completo, útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana", "más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y -a mi juicio- más de dos veces mejor". y codificado, puesto que sirve para entender y para decir. Porto Dapena lo califica de "reversible", porque permite tanto interpretar una palabra y llegar a la idea, como lo contrario: partir de la idea y encontrar la expresión precisa". Hasta el propio Gabriel García Márquez lo elogia. Dice de él que es el diccionario

Para ocupar un sillón en la Real Academia de la Lengua, precisamente, es propuesta la lexicógrafa, pero finalmente no es admitida. De haberlo sido, María Moliner se hubiera convertido en la primera mujer en formar parte de tan ilustre institución. Parece que la RAE no solo no estaba preparada para admitir a una mujer en sus filas, sino que tampoco supo reconocer debidamente a quien, independientemente de su sexo, tanto hizo por limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua que representa.

Inmaculada de la Fuente dice en este libro que María Moliner no era feminista. Fundamenta su opinión en el hecho de que la autora del DUE mantenía una actitud conservadora respecto a la organización de su hogar, algo, por otra parte, más que habitual en aquellos años. Era María, efectivamente, y no su marido, quien se encargaba de la organización de las tareas domésticas. Afortunadamente, contó con empleadas del hogar, lo cual le dejaba tiempo para desarrollarse profesionalmente y para ocuparse en cosas que le agradaban más que las labores de ama de casa, es decir, para dedicarse a ser "una estudiosa de las palabras enamorada de su trabajo, del saber por saber, raíz de toda vocación intelectual".

Probablemente María Moliner no llegara a plantearse nunca si era o no feminista y seguramente ni siquiera le importara, lo cual, en mi opinión, no significa que no pueda considerársela feminista. El feminismo, como el exilio que da título a este libro, puede ser exterior o interior. María Moliner fue una mujer que no cejó en su empeño de conseguir todo lo que se propuso. Supo, desde bien jovencita, adaptarse a circunstancias adversas y sobreponerse a las mismas. El trabajo y el tesón fueron su bandera. Tal vez no se planteara alcanzar ningún hito como mujer, pero con la consecución de su realización personal, consiguió más de uno sin proponérselo. La profesión bibliotecaria es hoy en día mayoritariamente femenina, pero no siempre fue así. Cuando María obtuvo su plaza en 1922, fue la sexta mujer en conseguirlo y la más joven desde la creación del Cuerpo Facultativo. Dos años después, en 1924, fue nombrada ayudante en la facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia, convirtiéndose en la primera mujer que impartiera clases en dicha universidad. El feminismo empieza en uno, en el día a día, en el propio entorno. Tal vez sea hora de abogar por un feminismo menos dogmático y más plural.

Volviendo al diccionario que la hizo famosa, María Moliner sigue trabajando en él hasta casi el final de sus días, es decir, mientras está en condiciones de poder hacerlo. Muere en 1981 sin poder asistir, por tanto, a la publicación de la segunda edición del DUE en 1998. Su hijo Fernando calificará esa segunda edición del diccionario de su madre como apócrifa por no contener la referencia a las familias de palabras. Una de las cosas que más me ha llamado la atención del diccionario de María Moliner es que "combina el orden alfabético con el ideológico. Así, el lector puede buscar en él los vocablos siguiendo el orden alfabético, pero además encuentra debajo de cada voz principal una segunda organización basada en lo que la autora llama familias de palabras. Esta doble organización brinda una riqueza semántica inmensa, capaz de ofrecer al lector extranjero el enfoque etimológico de un abanico de palabras que aparecen de golpe ante él de forma sistematizada. Pero los críticos han considerado que es también uno de sus puntos más frágiles y más controvertidos, porque repite el mismo vocablo en dos lugares distintos y puede distraer al lector no avezado. No deja de ser asombroso que Moliner, siguiendo su propio camino, lograra llevar a la práctica el modelo de diccionario que Julio Casares deseaba hacer ya en 1921: "Hay que crear, junto al actual registro por abcé, archivo hermético y desarticulado, el diccionario orgánico, viviente, sugeridor de imágenes y asociaciones, analogías, antítesis y referencias; un diccionario comparable a esos bibliotecarios solícitos que, poniendo a contribución el índice de materias, abren el camino al lector más desorientado, le muestran perspectivas infinitas y le alumbran fuentes de información inagotables". Bibliotecaria solícita, María Moliner logró hacerlo. ¿No quería Moliner alumbrar, guiar y sugerir al lector con sus acepciones, sinónimos y catálogos?"

Frágil o controvertido, el enfoque original de María Moliner me parece que le da una dimensión brutal y no puedo dejar de estar de acuerdo con su hijo Fernando y considerar su eliminación un auténtico desatino. Parece ser que Gredos, sello editor del diccionario, lo había acordado con Pedro Ramón Moliner, otro de los hijos de la autora del DUE, el cual heredó los derechos del diccionario aunque falleció poco después de su madre. No hay constancia de si fue sugerencia suya o si la editorial ya había tratado algo al respecto con su madre. Personalmente, me cuesta entender que Moliner consintiera en un cambio tan sustancial de su concepción original.

Existen otras dos versiones posteriores del diccionario, de 2007 y 2016, disponibles ambas también en CD-ROM. Esto ya no se cuenta en esta biografía, como tampoco se da cuenta en ella de los pleitos legales a cuenta de la versión 'apócrifa'. La sola mención del formato CD-ROM me suena completamente obsoleta. Me da una inmensa pena ver tan ingente y extraordinario trabajo tan desaprovechado y en cierto modo comatoso para los hispanohablantes actuales y los estudiosos de nuestro idioma. Mi espíritu de bibliotecaria se revela y sueña. Sueña con una versión online del DUE fiel a la original pero en constante actualización y revisión. Sueña con un equipo de filólogos y lexicógrafos a su servicio cargados de esa fe inquebrantable que derrochaba esa carta a los bibliotecarios rurales de la que os hablaba al principio de esta entrada. Sueña con que el diccionario de María Moliner llegue a todos los rincones del planeta. Y tengo, además, la firme convicción de que María, la bibliotecaria solícita, la mujer que se embarcó en las Misiones pedagógicas para que los libros llegasen a los núcleos rurales, allí donde eran más necesarios, la que durante la guerra adquirió libros y libros para que, a la conclusión de esta, la gente no sufriera su carencia, compartiría mi mismo sueño, así como que, de continuar con vida, ella misma se aplicaría incansablemente a la tarea, convirtiendo, así, nuestro sueño en realidad.

Ha sido un placer, María Juana Moliner Ruiz.

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