Revista Cine

"El expreso de medianoche" (Alan Parker, 1978)

Publicado el 28 septiembre 2020 por Zangol

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A partir de un hecho real ocurrido en 1970, Oliver Stone escribió el guión de este drama que cuenta el tortuoso paso por una cárcel turca del norteamericano Billy Hayes a lo largo de varios años. La película arranca con unas primeras escenas de una tensión magnética y después se va sumergiendo en una especie de descenso a los infiernos con tono de pesadilla que, lindando casi con el terror, refleja con rotundidad la deshumanización y el deterioro personal al que puede llegarse en un centro penitenciario como el que se nos muestra. Tienen gran importancia para ello la fotografía, la inolvidable banda sonora techno de Georgio Moroder y una puesta en escena que nos lleva a un lugar degradado e inhóspito. No es que Brad Davis sea un gran actor, pero su interpretación saca todo el jugo a un personaje al que vemos primero con distancia y nos termina ganando y conquistando ante la tamaña injusticia que cometen con él.

¡¡¡OJO!!! CRÍTICA CON SPOILERS


La razón del título es que así llaman los presos a las fugas, al fin y a la postre, la única forma de escapar de la cárcel en la que se encuentra Billy Hayes, joven norteamericano que, en un viaje a Estambul con su novia, decide apoderarse de varios "ladrillos" de hachís para llevarlos a Estados Unidos y trapichear con sus amigos con tan mala suerte que es detenido por la policía turca.

La película es un realidad un canto a los derechos humanos, porque aunque el que comete un delito debe pagar, la justicia ha de ser eso, justa. La forma en que nos lo explican (y el acierto es total) es a través de un caso flagrante de injusticia tanto en la condena como en la apelación como en su aplicación. Desde el mismo momento que Billy Hayes entra en prisión se ve atrapado en una espiral que le va llevando de la esperanza a la desolación y de ésta a la pesadilla. Él es responsable de un error penado, pero es el sistema el que termina siendo delictivo. En esta ocasión se ambienta en Turquía, pero no es lo más importante el dónde.


El comienzo me parece extraordinario, con una tensión in crescendo reforzada por ese sonido de fondo del corazón palpitando y el juego narrativo al que nos someten. No cae demasiado bien el protagonista de entrada, vemos que quiere llevarse droga y tiene una cierta actitud chulesca, resulta antipático, pero el sufrimiento cuando se prepara, los primeros planos sudando, su respiración entrecortada nos van acercando poco a poco a él consiguiendo que queramos que escape de los controles aunque vaya a cometer un delito. Pero lo mejor viene al ser detenido, porque a la vez que él descubrimos que realmente se ha metido en un buen lío al comprobar los modos con los que se manejan los miembros de seguridad. Ni él ni nosotros sabemos hasta ese momento en qué problema se ha metido realmente.

Impactan mucho las diversas escenas en las que Billy Hayes va siendo consciente de su situación real, momentos que muchos consideran "efectistas", pero que logran su objetivo de acercarnos al personaje. Inicialmente es sólo ver cómo se le hiela la sonrisa ante la policía, después los encuentros de Hayes con su padre y con su novia son emocionalmente intensísimos, pone la guinda el proceso judicial y ya cuando el espectador empieza a sentir la asfixia por identificación con el personaje, Alan Parker nos hace penetrar en un ambiente casi de terror que arranca cuando Hayes se venga del chivato de la cárcel (Rifki) arrancándole la lengua de un mordisco. Toda la parte final es un viaje a la locura, la película parece una pesadilla, pero es que eso es lo que es para el personaje, un descenso a la desesperación, a la locura, a un infierno personal. Por eso también funciona tan bien ese final, que es todo un alivio y que nos libera de la angustia de ese encierro completamente injusto.


Ha de destacarse porque está realmente conseguida la ambientación. Gran parte de culpa es evidentemente del equipo artístico, pero menciones especiales merecen Georgio Moroder al frente de una banda sonora que se hizo muy famosa con temas como "Chase", "Love's theme" y el tema principal de la película y que es capaz de alcanzar altas cotas de inquietud y desasosiego con otros temas incidentales que acompañan al mencionado viaje a los infiernos del personaje y, por otro lado, la fotografía de Michael Seresin que juega muy bien con los contrastes de exteriores e interiores.

El guión de Oliver Stone, está basado en hechos reales, pero lo importante en este caso no es el realismo, aunque tampoco se elude en muchas tomas del interior de la cárcel que seguramente se ajustan a la realidad. La película pretende que el espectador reviva emocionalmente un proceso amargo y destructivo que nada tiene que ver ni con los derechos humanos, que deben respetarse siempre, ni con la reincorporación social que sería la terapia recomendable para casos como el que se nos muestra. No sucedieron, por tanto, algunas de las cosas que vemos en la película, como el desenlace, con el guardián antagonista dejándose los sesos por un empujón del protagonista contra la pared de una celda, pero dramática y emocionalmente esas escenas nos permiten como espectadores disfrutar mucho más el relato, que indisimuladamente juega con lo que sentimos porque es una película en la que las emociones son muy importantes.

También hay que destacar a los actores. Brad Davis ha sido para siempre recordado por este trabajo quedando completamente encasillado en aquel papel (quizás porque como actor tenía sus limitaciones), pero a su lado tenemos a un monstruo de la interpretación como William Hurt haciendo de Max que fue nominado como mejor actor secundario y son grandes aciertos de casting Randy Quaid (Jimmy), Paolo Bonacelli (Rifki), Franco Diogene (Yesil)., Mike Kellin (padre del protagonista) y sobretodo ese gendarme sádico que interpreta Paul L. Smith y al que, admitámoslo, vemos morir casi con regocijo, después de todo lo que perpetra a lo largo de la película.
El tramo final es también una maravilla narrativamente hablando porque Alan Parker nos lleva de la desolación y desesperanza en la que está sumido el personaje a través de una sucesión de casualidades a un momento inolvidable...ese instante en el que Billy Hayes disfrazado de gendarme ve pasar un coche policial a su lado y al ver que no han reparado en él por fin se siente libre. La película acaba con Hayes chocando sus tacones en un salto que muestra su alegría y nos deja a todos aliviados antes de salir del cine. Te sientes bien porque aunque haya sido mediante una huida sabes que lo justo es que el personaje logre huir.

La película tuvo tal éxito y repercusión social que tanto Oliver Stone como Brad Davis debieron hacer campaña en favor de Turquía tiempo después por lo mal que habían dejado al país. El éxito de taquilla fue muy destacado en 1978 y la película alcanzó 6 nominaciones en los Óscars (mejor película, director, actor secundario, guión adaptado, banda sonora y montaje). Consiguió los premios a mejor guión adaptado y mejor banda sonora.


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