Sabíamos que el gobierno tenía contacto con extraterrestres. Incluso ya había mandado naves al espacio exterior para el encuentro con estos seres. Pero esta vez la finalidad era experimentar con uno de ellos. La nave tenía una gran sala de experimentos donde había diez camillas, bisturís, luces, todo lo que suele verse en una sala de operación. Nosotros solo debíamos persuadir al extraterrestre de entrar allí y sin que se percatara inyectarle con una gran jeringa de metal que parecía salida de un cuento de terror, un somnífero para adormecerlo y así poder analizarlo. Parecía fácil.
Llegaba el momento, la nave extraterrestre se posicionó cerca de la nuestra, el extraterrestre entró con confianza a nuestra nave, e incluso creo que hasta con agrado. Accedió a la sala de experimentación. Pero en ese momento todo resultó mal. Saqué la jeringa tranquilamente sin que el visitante sospechara y, en el momento que intenté inyectarlo, el extraterrestre me sostuvo la mano e inyectó el somnífero en mi brazo. Mi compañero intentó frenarlo y en un forcejeo con el extraño ser también fue inyectado.No supe nada más. Hasta que un día desperté en mi cama, desorientada, cansada, hambrienta. Había sido abducida, ahora era yo con la que habían experimentado.