Tesalónica, la segunda ciudad de Grecia, es una ciudad fantasma a partir de las cuatro de la tarde. A esa hora echan el cierre los comercios del centro por falta de clientes. Mañana será otro día deben decirse a sí mismos porque, con total seguridad, también los griegos tienen una expresión de significado similar. Mientras escribo, oigo que Grecia no mejora “a pesar” del ajuste. Discrepo: Grecia no mejora “a causa” del ajuste. Es cuestión de matices, de locuciones. Y recuerdo la imagen de Apóstolos Polyzonis, que en septiembre se prendió fuego frente a una entidad bancaria de la ciudad porque el banco se negó a renegociar su deuda y ya no podía pagar los estudios universitarios de su hija.
Foto: Angelos Tzortzinis (AFP)
Las personas de la imagen somos nosotros. Nadie mira a cámara, nadie sonríe ante el regalo porque nadie les está regalando nada, más allá de los agricultores que reparten frutas y verduras en una plaza griega. Al contrario, les han robado su futuro. A estas personas les da igual la presencia del fotógrafo de una agencia internacional y que sus caras se publiquen en cualquier rincón del mundo. Hay hambre y hacen bien en no tener vergüenza por ello. Estas caras no nos son ajenas: la foto podría haberse tomado en cualquier plaza española. Pero preferimos enfocar lejos y reflejar la desgracia ajena. Es el miedo a quemarnos los ojos con imágenes demasiado cercanas. El miedo cotiza alto y ahora es el momento de deshacerse de él. Sólo así ganaremos.
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