"El tiempo no es lineal, como tampoco lo son los recuerdos. Uno siempre recuerda mejor lo que le afecta emocionalmente".

Esta es de esas ocasiones en las que no sabes cómo abordar una reseña porque tienes la sensación de que, digas lo que digas, te vas a quedar corta. No quiero decir mucho, creo que es mejor descubrirla, así que os voy a contar poco más de lo que sabía yo cuando empecé a leerla.
Lo que me llamó la atención en un primer momento de "El fin de la soledad" fue que estaba inspirada en hechos reales. Su joven autor, Benedict Wells (Múnich, 1984) tiene algunas cosas en común con el protagonista de la novela; una novela (la tercera del autor, por cierto) premiada en 2016 con el Premio de Literatura de la Unión Europea.
Estaba un sábado con la socia (Marilú) de cañas y vinitos cuando empezamos a hablar de libros. Salió a colación este título y fue curioso ya que, sin haber hablado previamente de él, resulta que las dos lo teníamos, le habíamos echado el ojo. Ella lo leyó, lo recomendó en el Reto de Serendipia y me confirmó que había sido una lectura acertada. Sin más dilación, comencé su lectura.
Conocemos a Jules, el menor de tres hermanos. Será él quien nos cuente su historia, desde que era pequeño hasta su madurez, comenzando con una infancia idílica que se ve dinamitada en menos de veinticuatro horas al fallecer sus padres en un accidente de tráfico. Los tres hermanos irán a parar a un lúgubre internado donde cada uno sobrevivirá como pueda a las carencias y desapegos sobrevenidos. Allí conocerán a dos personas muy importantes en sus vidas: Alva y Toni.
Una infancia difícil es como un enemigo invisible, afirma nuestro protagonista, nunca sabes cuándo te puede golpear, y a Jules le golpea una y otra vez, preguntándose si las cosas (su carácter, su forma de enfrentarse a la vida, la relación con sus hermanos y demás) habrían sido de otra forma de no haber muerto sus padres. Con el paso de los años, encontrará la respuesta.
A lo largo de las páginas nos adentraremos por completo en la historia de Liz, Marty y Jules. Sin necesidad de recrearse en el dramatismo, el escritor con tan solo unas pinceladas muy visuales nos va descubriendo las cosas y nos hace sentir lo que los personajes, metiéndonos por completo la piel de cada uno. En este sentido, hay párrafos estremecedores, que golpean, que te hacen parar para tomar un respiro. El final me dejó sin palabras. Pura emoción.
No obstante, encontré una pega a la historia, un detalle en una de las etapas de la vida de Jules que no me pareció demasiado creíble ni coherente, pero este detalle no ha tenido la entidad suficiente para mermar lo que he sentido a lo largo de la lectura.
Os contaría muchas más cosas, citaría párrafos, daría ejemplos: la familia, el amor, la amistad... pero creo que no debo hacerlo. Al final, te das cuenta de que la cita inicial en la primera página de F. Scott Fitzgerald era todo un aviso: "Acerca tu silla al borde del precipicio. Entonces te contaré mi historia". Justo es lo que ocurre, te sientas (y te sientes) al borde de un precipicio emocional desde el que se ve el abismo muy, muy cerca.
Estamos en febrero, y yo ya sé que esta va a ser una de mis mejores lecturas del año. Intimista, reflexiva, desprendiendo un halo de melancolía y esperanza que permanece tras llegar a la última página. Maravillosa.
