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El fin de los pueblos es la libertad. (Por: Alfredo Abrisqueta).

Por Alfredo
El fin de los pueblos es la libertad. (Por: Alfredo Abrisqueta).La luz de la Razón dejará de brillar cuando el sol ceda su reino a la oscuridad. La noche, opacidad absoluta, tan necesaria para digerir el día como procurar refugio al guerrero, vendrá para imponer su reino. Cobarde guerra, la eterna contienda de dos bandos condenados a no entenderse jamás en un terreno minado de pura hostilidad. Hostilidad alimentada por la humanidad del animal, esa humanidad irracional y cruel que arrasa con total impunidad. Ya veremos entonces si las leyes imperantes de vuestra lógica, jactanciosas como vanidosas, vuelvan a ponerse en pie cuando no haya tierra ni aire que las puedan sostener.
Jocosos caminantes que por avaricia os alzasteis sobre dos pies, descubristeis el agua para convertiros en los temibles piratas saqueadores de los siete mares.
Evolución llamasteis aquello que no pudo conquistar los cielos pero si las tierras y los pueblos. Mientras las demás especies siguieron el ciclo natural de la vida, vosotros, orgullosos hombres de barro, osasteis alcanzar la inmortalidad. Ciegos del poder transformador de vuestras manos, vencisteis la voluntad de la naturaleza, otrora silenciosa, ahora impetuosa.
Jocosos caminantes subestimados, ideasteis grandes paradigmas que perpetuaban vuestra codicia por la tranquila temporalidad lineal. Grandes torres de marfil desafían los cielos y sentencian los pueblos. Cuanto más os alzáis más creéis sentir el control descuidando la eminente caída. Como feroces lobos, diseñáis leyes para saciar vuestro apetito jugando con el rebaño desprotegido. Primero señalasteis el cielo para comeros sus patas y después, os enraizasteis en la tierra cuando ya no podían caminar.
La luz de la Razón parece abandonaros cuando los cuerpos de la libertad osan interponerse entre vosotros y vuestros deseos. La libertad es como el aire que se respira, guiada por el caos, no entiende de fronteras entre el amor y el odio, entre los ciudadanos y los Estados, entre la tierra y el océano. Como un suspiro, fruto de aliento divino, viaja feroz como el viento llevándose consigo cientos de veleros que portan justicia y paz.
El fin de los pueblos es la suma dignidad tutelada por el amor. La confusión y el odio tienden siempre a desaparecer cuando el sol cede su reino a la oscuridad. Y aquellos cuerpos encadenados por doquier, una vez liberados, necesitarán del estiramiento y del ejercicio de sus músculos engarrotados. Entonces, y solamente entonces, entenderéis que la voluntad es más poderosa que toda Ley. Pero será demasiado tarde para vuestras cabezas cuando rueden por las plazas públicas, mancillando las aceras y tintando las fachadas con vuestra deshonrosa sangre azul contaminada por la corrupción.
Nada podrá impedir el destino de todos los pueblos para gozar de su libertad. Pronto vuestros billetes y símbolos en cenizas se convertirán y la historia, en su eterna sabiduría y testigo de la humildad, escribirá los versos más hermosos jamás escritos, para endulzar los corazones de todos los guerreros e impedir que su memoria no vuelva a fallar.
El fin de los pueblos es la libertad. (Por: Alfredo Abrisqueta).

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