Revista Opinión
La foto es del 2004, una fiesta en casa. Una ensaladilla rusa con su rúbrica zapaterista. Fueron años aquellos de vivir la política con júbilo, con alegría, con un buen ambiente,... La salida de las tropas de Irak, la ampliación de las libertades civiles con el matrimonio para homosexuales, la puesta en práctica de muchas políticas de igualdad, que incluían un Ministerio transversal como el que se creó, la Ley de la Dependencia, las ayudas sociales, la negociación para acabar con la lucha armada en el País Vasco, la ley de la Memoria Histórica,... Era el tiempo de ZetaPé, del secretario general, del presidente, de la persona tolerante, de José Luís Rodríguez Zapatero. Qué tiempos aquellos,... pero qué fin de ciclo, peor imposible. El Gobierno socialista hace tiempo que se percibe en la ciudadanía como un enfermo terminal que solo espera, quizás ya hasta ansioso, por tal de soltar el lastre y dejarle el entuerto a la derecha más derecha, a la más torpe y más conservadora de todos los tiempos. El fin de ZetaPé es el fin de los apoyos, primero de los electores, y más tarde los propios militantes, que no tienen, además, articulación para reaccionar ante los aparatos. Estos controlan a los críticos (¡qué coñazos estos tíos!), y "por el bien de la organización" solo piden asentimiento y el voto cerrado. Me hace gracias que nunca es el tiempo de discutir y de plantear cosas en el partido, nunca es el tiempo oportuno, siempre resulta que hay que dejarlo para cuando pasen las elecciones y así pasito a pasito se van sacando las cosas por mayoría búlgara o bien se cargan primarias y todo lo que pueda sonar a disenso. Ahora aparece una Conferencia donde probablemente todo saldrá cerrado desde antemano, como una operación de cosmética más que de redefinición de los valores socialistas. Ya todos hablan desde los cuadros del papel de la socialdemocracia, olvidando la "S" de socialista y la "O" de obrero. Todo esto ocurre cuando se produce el gran punto de inflexión de Zapatero, que ha sido, desde mi modesta opinión, su posición ante las medidas a tomar de recortes sociales y económicos, que debía haber reaccionado ante Europa dimitiendo, amparado en su programa político, en el que votamos los ciudadanos. Si eso hubiera ocurrido, el PP a lo mejor hubiera ganado las elecciones pero la política de derechas que pedía Europa la hubiera hecho la derecha-derecha y no el PSOE. Seguiríamos siendo un valor, una referencia para la izquierda, que hoy dificilmente podemos decir que somos. No se puede tener unos valores y si no le gustan "a los mercados" tener otros, gobernar por gobernar, por quedarse en el sillón, termina siendo catastrófico. Termina conviertiendo un presidente socialista en amigo de Botín y en el encargado de las reformas laborales y en el "tijeras" del Welfare, en el enemigo de los sindicatos que te apoyaron. José Luís Rodríguez Zapatero a pesar de ello tendrá que valorarse cuando los historiadores levanten la cortina de la intemporalidad, pero a mí personalmente primero me ilusionó y luego, siento decirlo, me ha decepcionado. Resumir es tarea de los que hacen los libros y las biografías. Tendré cautela.