Tras meses de silencio, regreso a Salto al reverso con un relato que empieza por el final.
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Ícaro observa la puesta de sol desde lo alto del acantilado. La bola anaranjada ya ha entrado en contacto con la línea del horizonte, y empieza a ser engullida por el océano inmenso. Para ser octubre en el fin del mundo, no hace frío. Apenas sopla el viento procedente del Atlántico; Ícaro, que no está acostumbrado a tanta calma, echa de menos que algún latigazo le golpee la cara. Es lo que merece.
Apura el cigarrillo, y lo lanza al vacío. Y mientras sigue con la mirada su caída, se imagina cómo sería saltar tras él. Siente el corazón acelerarse y bombear adrenalina. Una vocecilla le dice que lo haga, que ya no tiene nada más que perder, que serán unos segundos de excitación máxima y luego, de repente, la nada. Un cuerpo destrozado entre las rocas, azotado por las olas indiferentes a…
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