Hoy empieza una cumbre histórica de los mandatarios de la UE en Bruselas, una cumbre en la que los ciudadanos quedan totalmente al margen, excluidos de las grandes decisiones y relegados a meros receptores de lo que allí se decida. Una de las pocas pistas que nos va a dejar saber si la cumbre ha sido o no un fracaso va a ser la nota que decida poner tras ella la agencia Standard & Poors, que ya ha anunciado que, de no gustarle el resultado, rebajaría la nota a toda la Unión Europea, incluida España y siete comunidades autónomas. Si esto no sucede, será síntoma de que la cumbre ha sido un fracaso social porque pintan bastos para los ciudadanos: minitrabajos, miniderechos también, minisolidaridad y miniesperanzas en un futuro cada vez más oscuro y angosto.
Revista Opinión
Y es que el futuro también ha sido una burbuja, como la inmobiliaria, como la tecnológica antes. Nos engañaron aquí a todos y sólo se salvaron de la gran mentira los escépticos y los que venían cuando nosotros aún íbamos alegres por la senda del crecimiento y no sólo económico. Nos dijeron que el futuro es un gran activo en el que invertir, que siempre iba a ir a mejor, una inversión asegurada y garantizada. Ahora que el globo se desinfla por momentos, resulta que dentro sólo había aire, invisible, etéreo, imposible de atrapar cerrando el puño. En las cumbres, como la que empieza esta tarde de cena para los jefes de Estado y de Gobierno comunitarios, hay poco oxígeno y cuesta respirar. Y las burbujas de aire, que eran el futuro, apenas alcanzan a subir arrastradas por el viento. Por eso tampoco les alienta a hacer las cosas mejor.