Revista Cine
El gángster que quiso dejar de serlo. La obra maestra de Brian de Palma. Atrapado por su pasado (Carlito's way, 1993)
Publicado el 31 julio 2014 por Juanjo85Hace un tiempo comentamos El precio del poder, hipervitaminado, violento y sobrevalorado rise and fall gangster crime epic del propio de Palma, el cual era una adaptación a los tiempos modernos (Miami, cocaína, exceso, promised land, capitalismo extremo) de uno de los clásicos de la primera etapa del cine sonoro como era la magnífica El terror del hampa (Scarface. The shame of a nation, Howard Hawks, 1932) y que ha alcanzado hoy en día una sospechosa e injusta consideración de clásico (más que buena, resulta cool) entre las nuevas generaciones, de modo que hoy le toca el turno a la considerada hermana (gran parte de su equipo artístico-director y protagonista- es el mismo, pero si atendemos a su calidad, no son ni primas) de esta Scarface ochentera, rubricada diez años después y con un inconmensurable Al Pacino al frente del reparto.
De Palma encargó a David Koepp el atractivo guión, estructurado en base circular, así como también en el sutil y narrativamente impecable uso de la técnica de voice-over, que da al film un sugerente tono reflexivo, y la redención del personaje interpretado por Pacino, un delincuente puertorriqueño de la vieja escuela recién sacado de prisión por su corrupto abogado (un poco reconocible aunque inmenso Sean Penn) que desea salir de ese antiguo mundo implacable y empezar una nueva vida junto a un amor del pasado pero que nunca podrá deshacerse de dicho entorno. Seguramente sea la mejor película del realizador italoamericano. Desde luego resulta la más perfecta dentro del género policíaco, y ya habría lugar para el debate si queremos considerarla la obra maestra dentro de una carrera que roza ya el medio siglo.
Hay momentos genuinamente depalmianos, como la tensa escena de la sala de billar a la que Pacino y su primo acuden a realizar un “bisnes” de droga del primero, hacia el principio de la narración y la cual resulta de una puesta en escena digna de admiración y un apabullante talento para lo técnico, así como la celebrada, sobrecogedora y eficaz set-piece de persecución en el metro hacia el final, apoyada en el excelente uso de la música, sin olvidar también el desenlace en la estación de tren (probable homenaje a sí mismo y a su Los intocables de unos años antes). De Palma despacha una de las obras noirsmás notables de las últimas décadas, apoyado en una época gloriosa y llena de liturgia para el género de la película (el Nueva York hispano de los años 70, época en la que se localiza la acción).
De Palma dirige la función de forma hábil, dinámica y elegante, aún con sus idas de olla con la cámara, las cuales resultan magistrales. No hay más que recordar la escena subjetiva y también scorsesiana (la cámara son los ojos de Pacino) del protagonista entrando en “El paraíso”, club que regenta, y observando la fauna que por allí pulula mientras reflexiona (“Cómo cambian los tiempos. ¿Qué ha pasado con las minifaldas? ¿dónde está la marihuana? Ahora todo son plataformas, cocaína y bailes que no bailo. Lo que tiene que soportar un hombre cuando pierde cinco años”).
Como ya he dicho, Atrapado por su pasado resulta de lo más destacado de de Palma, gracias y en parte debido a su apropiación de un material que no es suyo (en este caso, una novela de Edwin Torres, juez del Tribunal Supremo norteamericano en los 70 y por la cual Al Pacino luchó desde dicha década para hacerse con sus derechos para el cine) convirtiendo la película en un encargo y una tragedia fatalista con una escandalosamente arrolladora personalidad autoral. Según he leído, de Palma fue reacio, en un principio, a llevar a cabo la puesta de imágenes de la novela de Torres, ya que no le apetecía realizar otra película de ambientes delictivos tras las ya mencionadas El precio del poder y Los intocables, además de que se había llevado dos inmediatos batacazos, más económicos que artísticos (aunque no resultan, ni de lejos, de lo mejor que puede despachar su autor), con las algo reivindicables La hoguera de las vanidades (The bonfire of vanities, 1990) y, sobre todo, la ambiciosa aunque absolutamente fallida En nombre de Caín (Raising Cain, 1992) y, sin embargo, esta Carlito’s way devolvió al realizador un prestigio que no obtenía desde los tiempos de la hitchcockiana Doble cuerpo (Body double, 1984) y el cual que nunca fue igual (tratado injustamente por gran parte de la crítica tanto norteamericana como europea) al de otros compañeros de generación (formó parte de los movie brats) como Scorsese, Coppola o Spielberg.
Perfecta tanto en su parte forma/visual como en su contenido narrativo, de Palma no ha vuelto a acercarse al talento que mostró aquí en sus vueltas a la dirección cinematográfica, aunque si atendemos a su vena estrictamente autoral, Ojos de serpiente (Snake eyes, 1998) fue un intento ciertamente apreciable.