Y el culpable es… el maquinista. Está acusado de 79 homicidios por imprudencia después de testificar durante dos horas. También se le ha inhabilitado para conducir trenes y quitado el pasaporte durante, al menos, seis meses.
Que los empresarios, los grandes, aseguren que hemos tocado fondo no deja de ser una buena noticia. La lástima es que es solo para ellos. Y si las cifras de paro han dado un respiro en el segundo trimestre del año lo han hecho a costa de la seguridad y los derechos de los neoempleados, la mayoría en el sector servicios con vistas al verano y con contratos precarios y mal pagados que no permitirá reactivar el consumo interior y, por tanto, la economía. Pan para hoy, unas migajas, y hambre para mañana, aire viciado de ozono que nos permite experimentar el espejismo de la respiración.
El maquinista de esta locomotora obsoleta, basada en un sistema productivo a expensas del clima y de turistas incautos y confiados y del ladrillo, deberá explicar muchas cosas mañana. Pero no lo hará. Si lo hiciera, debería dimitir ipso facto. Él y el Gobierno en pleno, sin remisión. Los expertos vaticinan una sesión anodina, sin mea culpas ni asunción de la inmensa responsabilidad a la que no ha sabido, hasta ahora, hacer frente. Sin embargo, en este caso, sí han funcionado las alarmas que apuntaban a que algo estaba yendo mal. Pero el maquinista creyó que haciendo como si no existían desaparecerían. Pero ahí están. Pese a todo, y a las evidencias que apuntan que, en lo peor, debía estar despistado, enviando SMS por el móvil, aún no es demasiado tarde. Solo hace falta un sistema expeditivo que, a modo de géiser, desde el subsuelo donde está enterrado el futuro, expulse de la cabina de mando a este maquinista irresponsable. Permanezcan atentos a sus pantallas.