Puesto porJCP on Sep 25, 2012 in Autores
Felipe González ha sido el más importante agente político-partidista del capitalismo español desde el 20-11-1975, día del fallecimiento del Caudillo. Él y la izquierda, en particular el PSOE pero también el PCE-IU, han constituido la tristísima e hiper-envilecida sociedad actual, al haber sido la alternativa de recambio al Movimiento Nacional franquista tras 1975. Por tanto su apología de las supuestas “conquistas sociales” del Estado de Bienestar, impuesto por el franquismo en lo sustancial, ha de comprenderse como una manifestación de su afán de dar continuidad al régimen político anterior en algunos aspectos. El Estado de Bienestar comienza en Alemania en el último tercio del siglo XIX, con el canciller Bismarck. Éste lo instaura (en una versión inicial, que luego desarrollarían los nazis y tras ellos la democracia cristiana en el gobierno después de 1945) con cuatro propósitos: crear el mayor conformismo social posible, destruir las expresiones auto-organizadas del movimiento obrero, laminar al ser humano en tanto que humano y preparar a las masas para la guerra imperialista. Lejos de ser una “conquista”, como dice el izquierdismo, siempre reaccionario, es una imposición al pueblo, una camisa de fuerza que se le obliga a llevar. En nuestro país comienza con el gobierno de Dato, a principios del siglo XX, y es Franco quien le da el impulso decisivo con la Ley de 1963, aún en vigor. Por tanto, la izquierda en todas sus manifestaciones, también el anarco-estatismo, hace apología de una legislación y un sistema instaurados por Franco. Esto, para un veterano antifranquista como yo, es inaceptable. Dice mucho de cómo están las cosas que todo el espectro político, desde el PP hasta la radicalidad más exaltada respalden al Estado de Bienestar.
El movimiento obrero ha sido en gran medida laminado por estas aportaciones asistenciales de corte estatal…El Estado de Bienestar ha arrasado las formas auto-construidas de mutua asistencia y mutua ayuda propias del movimiento obrero de antaño, que funcionaban bien en sus aspectos prácticos, al ofrecer una asistencia de calidad, y sobre todo permitían al sujeto ser él mismo y por sí mismo en compañía de sus iguales, con participación, responsabilidad, esfuerzo, uso del propio entendimiento, sociabilidad, generosidad y espíritu magnánimo. Es decir, permitían el despliegue de los valores y cualidades del individuo, como “yo” y como “nosotros”, que ahora hemos perdido, al hacernos seres-nada de la sociedad-granja que estatuye por la fuerza de las leyes positivas el Estado de Bienestar. En efecto, la integración en éste no es libre sino exigida: nos obligan y además nos dicen que es para nuestro bien, cómo no. De ello ha venido la destrucción del movimiento obrero, hoy una caricatura patética, al ser una masa de pedigüeños sin dignidad ni vigor ni auto-respeto, que viven para el bienestar zoológico, dejando a un lado unas muy reducidas minorías.
La estatificación de la sociedad sirve al Estado, en primer lugar a los todopoderosos cuerpos de altos funcionarios que nos manejan como marionetas desde los Ministerios de Sanidad, Educación, Hacienda, Defensa, Cultura, Interior, Medio Rural y así sucesivamente. En segundo lugar sirve a los partidos y sindicatos, convertidos en un enjambre de neo-explotadores sin pudor, los cuales exigen la prevalencia de “lo público”, esto es, de lo estatal, porque sus carreras profesionales dependen de ello. Con horarios de trabajo de 10 a 12,30 cuatro días por semana y sueldos nada menguados han constituído su paraíso particular. Véase, por ejemplo, el gran tinglado de las Cajas de Ahorro, que ponen en sus consejos de administración a los partidos y sindicatos de izquierda, lo que otorga a éstos un poder inmenso. También sirve a los otrora movimientos reivindicativos, que hoy viven del presupuesto estatal deliciosamente, el feminismo (con un Ministerio, ahora secretaria de Estado), el ecologismo, las ONGs, la “ayuda” al Tercer Mundo, la casta pedantocrática y estetocrática, y algunas buenas gentes más: todos se lucran con lo que el Estado arrebata a la gente común a través de los impuestos. Por eso sacan pancartas a la calle exigiendo más impuestos, para llenarse aún más los bolsillos. Para ellos el Estado y “lo público” son la misma cosa, cuando en realidad resultan ser antagónicos. Eso es exactamente lo que se llamaa “el giro estatolátrico” que denuncio.
Es obvio, por tanto, que sin un proceso de aculturación inducido este paternalismo homogeneizador y destructor de estructuras antropológicas básicas no sería posible… Se ha creado previamente un tipo de ser… ¿humano? que odia su condición, que quiere renunciar a lo específicamente humano, delegando sus obligaciones y deberes en los funcionarios del Estado, para él dedicarse a gozar y disfrutar, ya se sabe, el esquí en invierno y la playa en verano. No quiere ni oír hablar de deberes, responsabilidades, esfuerzo, entrega, riesgo y devoción. Pero lo que aborrece por encima de todo es la libertad: no desea en absoluto ser libre sino sólo un tipo específico de ganado de labor al que las instituciones han de garantizar la máxima pitanza diaria. Yo apoyo el 15-M pero me pregunto ¿dónde estaba una parte de los hoy “indignados” en, por ejemplo, 2006, cuando el furor consumista lo dominaba todo y las personas ya eran sólo un mero vientre hipertrofiado?, ¿salen ahora a las plazas porque ven los pesebres vacíos?, ¿su meta es retornar al consumo delirante de antes de la crisis económica?. Si es así, son una horda de miserables que se merecen lo que les pasa. No hay regeneración social, no hay avance hacia una nueva sociedad y un nuevo ser humano sin una ideología del desinterés, la frugalidad y la magnanimidad, sin idealismo y valentía, sin entrega y dedicación, sin poner por delante los bienes y metas espirituales, en primer lugar la libertad, sin romper con la ideología de la izquierda que hace del ser humano una criatura condenada a la economía, al dinero y al interés particular, a lo provechoso y sórdido en suma. Sin amor por la libertad no hay nada que hacer y eso es lo que nos ha destruido en todos los sentidos. En realidad, la ideología de la izquierda ha sido y es la forma más virulenta de ideario capitalista. Por eso suspira y se despepita en pro del Estado de Bienestar.
La izquierda más convencional y más instalada en los aparatos de poder no se cansa de demonizar un supuesto “neoliberalismo” al que se hace responsable de todos los males ¿Hay algo de verdad en esto? ¿O nos encontramos más bien con una operación de desviación de la atención de la opinión pública de los auténticos responsables?. Es de risa que la histriónica progresía institucional y, sobre todo, sus entes subvencionados de la izquierda radical y los movimientos, no dejen de perorar contra el “neoliberalismo”, cuando lo cierto es que con Obama estamos en uno de los momentos de mayor crecimiento del ente estatal, lo que pruebo con abundancia de datos en mi libro. El término “neoliberalismo” es un latiguillo vacío, una tabarra más usada por gentes que no se paran a reflexionar, que no estudian la realidad, que sólo desean vivir para el disfrute más chabacano, esto es, para la irresponsabilidad, la ignorancia y la mentira, sin esforzarse intelectualmente. Dado que la izquierda engorda con los ingresos del Estado es vital para ella que éste sea lo más fuerte posible, a costa del pueblo. Por eso se desencadena contra “la dictadura de los mercados” sin decir nada contra la muy real, y mucho más decisiva, dictadura de los Estados. Parece fácil, en lo intelectual y lingüístico, declararse en contra del Estado y del mercado, pero que jamás lo haga la pone en evidencia. Por mi parte está claro: ni ente estatal ni tinglado mercantil sino auto-organización de la gente común para gobernar todas sus condiciones de existencia, único modo de hacerse mejores, por la única vía posible, el esfuerzo, el servicio, el compromiso, la reflexión desde la experiencia, el entusiasmo por la libertad y el cumplimiento de los propios deberes. Creer que retornamos a un tipo manchesteriano de capitalismo es un gran error pues éste fue desmontando desde arriba para dejar sitio a su nueva expresión, el que se sirve del Estado de Bienestar para realizar con más eficacia sus fines. Quienes aterrorizan a las gentes con tales cantinelas ignoran, u ocultan, lo evidente, que la gestión óptima de la mano de obra como masa despojada de sus cualidades humanas la realiza el Estado de Bienestar, no el capitalismo liberal que existió hasta la segunda mitad del siglo XIX. Eso es ahora una verdad más cierta por cuanto la confrontación con la potencia enemiga (hoy China) no puede realizarse sin Estado de Bienestar, asunto que comprendían muy bien Bismarck y los nazis, que son los antecedentes más notables, junto con el franquismo, de la actual izquierda obsesiva del Estado de Bienestar.
Luego tnemos lo de la medicalización de la sociedad, que equivale a instaurar una tiranía peligrosa para la salud, nihilista, contraproducente y muy cara. Hace del adulto un ser infantilizado, que el estamento médico estatal maneja a su antojo, además de un ente biológico que debe preocuparse maniáticamente de su cuerpo para despreocuparse de su espíritu, padeciendo asimismo una mala forma física proverbial, que va agravándose con el paso del tiempo. Es curioso, por ejemplo, que quienes, desde el ecologismo, claman contra el consumismo admitan la sanidad “pública”, que es hiper-consumo impuesto de productos muy tóxicos, que contaminan muchísimo, pues los elabora la industria química y farmacéutica, de capital privado por lo general. Lo que ha hecho Obama al extender el Estado de Bienestar en sus aspectos médicos a todo la sociedad es cumplir los cuatro postulados de Bismarck, antes expuestas, sobre todo el de la militarización, en este caso de las minorías, de los negros en particular, hoy convertidos en puntales sustantivos del ejército USA. En efecto, ahora la gente negra, en especial las mujeres negras, comienza a ser la principal cantera de reclutamiento de tropas, el primordial reservorio de militarismo popular en ese país: por eso Obama, el primer presidente negro, la está integrando en las instituciones. La probable confrontación militar con China lo exige.
Soy pesimista y veo a corto y mediano plazo en las sociedades no sólo occidentales un rebaño creciente de esclavos que buscan la servidumbre total a cambio de un plato, cada vez más exiguo, de lentejas. Eso sí, ya no serán esclavos felices. Occidente ha creado, en efecto, un colosal rebaño de esclavos autosatisfechos, llenos de ansias de ser dirigidos, mandados y humillados, además de construidos desde fuera de sí mismos, con la izquierda como fuerza impulsora principal de tan aflictiva realidad. “Felices” o infelices lo cierto es que detestan la libertad y aman sus cadenas, por decirlo a la manera clásica. La crisis tiene causas objetivas obvias, la principal de ellas en última instancia es que la economía de EEUU y Europa está siendo derrotada en toda regla por las potencias emergentes, China en primer lugar. De manera que estamos ante la crisis de dicha economía, no de la mundial, pues a las mencionadas potencias les va magníficamente. En sólo un decenio, el mundo occidental será un lugar secundario a escala planetaria, salvo si Occidente, con la ayuda del aliado islámico, derrota a las nuevas potencias, quiero decir que las vence en el campo de batalla, sea cual sea la forma concreta que adopte éste. Esto es duro de admitir pero es cierto. Como expongo en uno de los capítulos del libro, avanzamos hacia la IV Guerra Mundial. Los “buenos tiempos de antaño”, hechos de irresponsabilidad, bobería progre, extravagancias y consumismo, no volverán.
Hoy, en el límite de la demencia, tenemos anarco estatistas…un tipo de anarquismo que olvida la libertad (por no hablar de la revolución) y únicamente existe para loar el bienestar, esto es, a quien lo otorga, el Estado de Bienestar, vale decir, el Estado. El caso más significativo es Chomsky, ignaro gurú intelectual persuadido de que los seres humanos son entes inespirituales, todo pulsiones fisiológicas y apetitos somáticos, el cual cuenta con seguidores por todo el planeta. Son gentes que aman apasionadamente el capitalismo en su fase actual, que anhelan vivir bien bajo él, con acceso al mayor número de bienes y servicios, sin introducir cambios sustantivos ni en el modo de estar organizada la sociedad ni en la condición concreta del ser humano ni mucho menos en su propio mundo interior. Los libros de ese autor son repulsivos precisamente porque preconizan una concepción de la persona que no es humana sino infrahumana, por perversa y encanallada, cumpliendo con ello uno de los grandes objetivos del capitalismo, convertir a las y los asalariados en animales de trabajo. A esa gente les pesa demasiado lo humano, no lo soportan, quieren dejar de ser personas, renunciando a las responsabilidades y deberes que ello lleva aparejado para meramente gozar y disfrutar. Su economicismo les delata como agentes intelectuales del capital, al que tanto denuestan con la boca pequeña. Es a destacar que este sector está desencadenado contra mi libro, por el que se sienten insultado. Pero sería mejor que dejasen de lado tales chiquilladas y pasasen a refutarlo, entonces veríamos cuáles son sus argumentos. Por el momento, callan, insinúan coacciones y conspiran, según su estilo.
Para terminar deseo decir que se acerca un tiempo en que lo sustantivo ha de ser pensar, proyectar y hacer un cambio radical en el orden de la sociedad y en la calidad auto-construida del sujeto, no añorar el ciego despilfarro y lunático consumo de antaño.
Félix Rodrigo Mora, autor de “El giro Estatolátrico”