Algún ingenuo pensará que la reciente decisión del ministro de Justicia español, Alberto Ruiz Gallardón, de criminalizar la interrupción voluntaria del embarazo anunciando la derogación de la legislación vigente es fruto de un repentino arrebato místico sufrido por el político derechista, o acaso una pura coincidencia en el tiempo y en el espacio con la que está cayendo sobre España.
Nada más lejos de la realidad. Este ataque frontal a uno de los derechos más elementales de las mujeres -disponer libremente de su propio cuerpo-, responde a una estrategia perfectamente calculada en función de dos objetivos: lanzar un pseudodebate ideologizado que sirva de señuelo con el que distraer la atención ciudadana de los problemas que de verdad importan -a saber: la ruina de la economía española, y el modo en que la están agravando las medidas gubernamentales-, y preparar el camino de Ruiz Gallardón hacia la presidencia del Gobierno español presentándole como un defensor del antiabortismo, una de las banderas más queridas de la extrema derecha del partido de la derecha extrema española, ya que es sabido que en esos ambientes Gallardón es considerado poco menos que un "rojo infiltrado".
La crisis económica española y las curas de burro que le aplica viernes sí viernes también el actual Gobierno dibujan un telón de fondo tan desastroso, que la tentación de organizar estos espectáculos de distracción resultaría hasta comprensible sino fuera eminentemente canalla. Pronto tendremos de nuevo en acción a los "Pro Vida" y sus manifestaciones con niñas de colegios de monjas llevadas en rebaño, y desde luego en breve volveremos a asistir a una catarata de declaraciones de la jerarquía eclesiástica resucitando la teoría de que los embriones tienen alma. Todo perfectamente sincronizado. La conclusión a no tardar de este circo que vuelve a abrir sus puertas, será el recorte o anulación de una ley que ahora garantiza la interrupción del embarazo en unas condiciones dignas aunque limitadas. Es decir, de nuevo las niñas bien volverán a abortar a Londres so capa de pasar unos días de vacaciones allí -en realidad, nunca han dejado de hacerlo-, mientras las mujeres de familias trabajadoras tendrán que recurrir de nuevo a la clandestinidad con grave riesgo para su salud e incluso para su vida.
Por otra parte, en el actual contexto económico y social español, el señor Mariano Rajoy es ya un político, más que amortizado, abrasado y en agonía final. Esta situación puede prolongarse todavía unos meses más dada la conocida capacidad de este elemento para aferrarse al cargo que sea contra viento y marea, pero visto lo visto su suerte parece echada. Ruiz Gallardón será con toda probabilidad su recambio, el sucesor, pero necesita ganar credibilidad en los ambientes más reaccionarios que se articulan en torno al Partido Popular. Su fama de político "centrista", que tan buenos réditos le ha dado hasta el momento, le perjudica ante esos sectores cerriles que no le sienten como uno de los suyos, a pesar de que en realidad Ruiz Gallardón sea más de derechas que su padre, según manifestó hace años éste, un conspicuo ultraderechista procedente del franquismo duro, cuando el entonces joven dirigente del PP se preparaba para dar el salto a la gran política.
En resumidas cuentas, con la intención de intentar distraer a la opinión pública de los problemas reales y a la vez consolidar las opciones de un político en ascenso, los estrategas de la derecha española han decidido volver a tratar legalmente a las mujeres como seres de segunda clase mermados de facultades y derechos. El salto hacia atrás continúa. ¿Por cuánto tiempo lo vamos a seguir permitiendo?.