La perniciosa pescadilla que se muerde la cola. Autor: El Roto
El 30 de agosto se conmemoró el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, instaurado por Naciones Unidas en 2011, si bien multitud de organizaciones civiles llevan denunciando desde muchos años antes una práctica que en pleno siglo XXI continúan utilizando como arma de terror demasiados gobiernos y grupos militarizados.
Uno de los gobiernos señalados en rojo por la ONU y las organizaciones internacionales en defensa de los derechos humanos, como Amnistía Internacional, es el español, a causa de su inacción absoluta para reparar la memoria de las más de 114.000 víctimas del franquismo que constan oficialmente como desaparecidas, enterradas en fosas comunes y cunetas. Probablemente sean muchas más.
El Grupo de Trabajo de Desapariciones Forzosas de Naciones Unidas remitió en julio un informe al ejecutivo con 42 recomendaciones que incluyen el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica de 2007, huérfana de presupuesto desde la llegada del PP al gobierno; la localización e identificación de las víctimas; la petición de que el Estado español ratifique la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y lesa humanidad (entre los que se incluyen las desapariciones forzadas); y la derogación de la Ley de Amnistía de 1977, que la justicia utiliza como justificación para no investigar los crímenes del franquismo. La ONU recuerda en el informe, redactado a partir de las conclusiones del intenso trabajo llevado a cabo hace un año, que las desapariciones forzadas son crímenes que no prescriben y que no pueden estar sujetos a amnistía.
Pese a que los “deberes” que Naciones Unidas ha puesto al gobierno español tienen fecha de entrega y durante el mes de octubre debería hacerle llegar un cronograma donde se establezcan las medidas a adoptar en tiempo y forma, a Rajoy y compañía el asunto no parece quitarles el sueño. Cosa nada sorprendente, por otra parte.
El 30 de agosto el Telediario de Televisión Española emitió una pieza sobre las víctimas de desapariciones forzadas. ¿Adivináis qué referencia se hizo a las víctimas del franquismo? Efectivamente, ninguna.
Nada sorprendente, pero no por ello menos cínico. Las asociaciones de recuperación de la memoria histórica han puesto el grito en el cielo, una vez más, e incluso amenazan con acciones judiciales… que no llegarán a ningún sitio.
Recientemente el relator especial de Naciones Unidas del Consejo de Derechos Humanos, Pablo de Greiff, quien estuvo a principio de año en España entrevistándose con familiares de víctimas, jueces, políticos, instituciones especializadas en memoria histórica y miembros del gobierno, hizo público un segundo informe que haría sonrojar de vergüenza a cualquier Estado que valore como un bien “sagrado” la democracia. Afortunadamente para ellos, nuestros actuales gobernantes carecen de vergüenza y de la sensibilidad mínima para que las críticas de un extranjero (qué sabrá él de lo que pasa o ha dejado de pasar en nuestro país), probablemente un rojo resentido, les afecten.
De Greiff reitera las mismas cuestiones que el Grupo de Trabajo de Desapariciones Forzadas. Podéis consultar este interesante resumen publicado en eldiario.es. Aquí destacaré este fragmento, en el que el relator habla sobre la postura de los miembros del gobierno con quienes se entrevistó: “Varios representantes enmarcaron las discusiones en el siguiente esquema: ‘O todos concluimos que ya estamos todos reconciliados o la única alternativa es el resurgir de odios subyacentes, lo cual implicaría un riesgo demasiado alto”. Es decir, el eterno sainete de “no reabrir viejas heridas”, cuando la única realidad es que existen al menos 114.000 heridas sin cerrar y multitud de exhibiciones de exaltación del franquismo por todo el territorio español, con el mausoleo del Valle de los Caídos, que glorifica al dictador asesino, como principal exponente.
El pasotismo institucional obliga a la sociedad civil a mantener la presión en este tema. Ni aun teniendo del lado de las víctimas el derecho internacional y a organismos tan aparentemente respetados (aunque sin poder real) como la ONU o el Consejo de Europa, el PP, cuya cultura democrática se asemeja bastante a la de los gobiernos franquistas, va a dar su brazo a torcer, así que no queda otra que continuar denunciando una realidad que por más que pretendan silenciarla no van a poder ocultar.
Hace unos meses escribí un relato, titulado ‘La carta’, inspirado en una víctima desaparecida durante la guerra. Aquí podéis leerlo.