No es fácil, sin duda, llegar a marcar 1.000 goles como profesional. De hecho, tan sólo hay dos futbolistas que hayan llegado a esta cifra legendaria, y los dos son brasileños. En 2007 lo logró Romario; casi cuatro décadas antes lo conseguía el, según muchos, mejor futbolista de la historia, Edson Arantes do Nascimento, Pelé. Puede parecer una anécdota, pero la consecución de aquel gol milenario paralizó durante días su país natal. Muy pronto, se cumplirán 42 años de uno de los tantos más deseados de la historia del fútbol. Así pasaron las cosas.
Un gol, tan sólo un gol. No significaba un gran título, ni un título menor; apenas valía una victoria como otra cualquiera. Podría haber sido simplemente uno de los muchos tantos que marcó a lo largo de su vida. Y sin embargo, representaba mucho más, como la historia se ha encargado de recordar. Suponía alcanzar un hito nunca antes logrado; suponía llegar a una cifra prodigiosa y casi irrepetible. Simbolizaba, en definitiva, la coronación absoluta del rey del fútbol mundial. O Rei Pelé para siempre. Y todo eso significaba tan sólo un gol. El 14 de noviembre de 1969, el Santos se enfrenta a domicilio al Botafogo. El equipo peixe gana 0-3 y Pelé marca uno de los goles, el 999 de su carrera. El siguiente partido es en Salvador de Bahía, contra el equipo local, y la expectación que se genera en torno al posible tanto milenario es inmensa. Todo el mundo tiene un deseo: que Pelé consiga su objetivo. En medio de este clima de efervescencia, el portero titular del Bahía, Jurandir, se convierte en centro de atención mediática. “¿Sería para ti un honor recibir el gol 1.000 de Pelé o un momento amargo?”, le pregunta el reportero de una televisión local. “Sería un momento muy amargo”, declara con timidez, con la cabeza gacha, no acostumbrado a ser objeto de tanto interés. Pelé aterriza en Salvador de Bahía lleno de confianza. 40.000 personas abarrotan el estadio Fonta Nova. En una jugada del partido, el 10 del Santos regatea a varios rivales y a Jurandir; al disparar a puerta, uno de los defensores locales, Nildo, despeja bajo palos evitando el gol. De manera sorprendente, el público empieza a abuchear a su jugador. Querían que aquel acontecimiento histórico sucediera en Bahía. “La jugada que hizo Pelé fue increíble. Regateó a todo el mundo, tocó el balón y salió corriendo, pero llegué yo y lo saqué –recordaría años después Nildo-. Luego Pelé se me acercó y me dijo: tú tienes personalidad”. El gol con el que O´Rei iba a dejar huella en la historia tendría que esperar. La siguiente oportunidad la tendría el 19 de noviembre, día en el que el Santos se enfrentaba al Vasco da Gama en el majestuoso estadio de Maracaná, abarrotado con más 100.000 espectadores. La maldición parecía continuar: un disparo de Pelé al larguero, varias ocasiones y lanzamientos fallidos… Pero en el minuto 78 del partido, con 1-1 en el marcador, el árbitro Manuel Amaro pita penalti de un defensa del Vasco, Renê, sobre Pelé. Como el propio jugador explicaría años después, pese a haber ganado por aquel entonces dos Mundiales y haber lanzado decenas penaltis a lo largo de su carrera, sintió algo que nunca había sentido. Como si de la final de un gran campeonato se tratara, la atención y la presión eran máximas: “Yo ya tenía mucha experiencia, pero aquel día, por primera vez, me temblaron las piernas en un campo de fútbol. Tenía miedo de no marcar” .
Un momento para la historia Frente a él, estaba el portero argentino Edgardo Gato Andrada. Le temblaban las piernas, pero se dirigió con decisión a la pelota. Disparó con fuerza al lado izquierdo de Andrada quien, pese a acertar la dirección del lanzamiento, no pudo detenerlo. O´Rei no falló. Y de repente, el delirio. “Pelé, 1.000 goles. Pelé, el mundo a sus pies”, gritaba enloquecido el locutor de la televisión brasileña. Eran las 23:11 horas en Brasil; Edson Arantes do Nascimento se había convertido en el primer futbolista milenario de la historia. Pelé corrió dentro de la portería a recoger la pelota y la besó de manera efusiva. En ese mismo instante, se paró el partido y el campo se llenó de periodistas, fotógrafos e hinchas, que alzaron a hombros a la gran estrella del fútbol mundial. Tras 20 minutos de parón, se reanudó el encuentro; una vez finalizado (con victoria del Santos por 1-2), se puso una camiseta del equipo local con el número 1.000 y dio una vuelta olímpica al estadio. Minutos después, el Presidente del Vasco de Gama descubrió una placa conmemorativa por el histórico hecho que acababa de suceder. En la actualidad, todavía se puede ver en Maracaná esa placa. “¿Qué pensó tras marcar el penalti?”, le preguntaron los periodistas después del partido. “Pensé en Navidad; pensé en los niños –dijo-. Ahora que todos me están escuchando hago un llamamiento al mundo: ayuden a los niños pobres, ayuden a los desamparados. Esta es mi única petición en esta hora tan especial para mí”. Fue un día especial para muchos; también para el Gato Andrada, quien entonces pensó que dejaría de ser conocido como un buen portero para ser recordado como el arquero que recibiera el gol milenario de O´Rei. Y algo de razón tendría, como la historia se ha encargado de demostrar. Y también especial fue para el árbitro, Manuel Amaro, quien guardó para el recuerdo el uniforme y la moneda que utilizara aquel día. “Estaba muy cerca de la jugada y pité penalti con total tranquilidad y honestidad - diría años después-. Pero reconozco que estaba deseando pasar a la historia como el árbitro que concedió el gol 1.000 de Pelé”. Literalmente, Brasil se paralizó aquel 19 de noviembre ante lo que fue uno de los hitos más memorables de la exitosa carrera de Pelé… y no fueron pocos. El mejor futbolista del siglo XX, según la FIFA; el mejor deportista de ese siglo, según el COI; el mejor jugador de la historia para muchos, se retiró después de haber disputado más de 1.300 partidos, marcado 1.284 goles (760 en encuentros oficiales) y ganado tres Mundiales con Brasil (1958, 1962 y 1970). Cifras para la historia, impensables en el fútbol actual. Y la lista de éxitos que cosechó con el Santos –su equipo de toda la vida- es interminable: dos Copas Libertadores; dos Copas Intercontinentales; nueve Campeonatos Paulistas; seis Campeonatos Brasileños de Serie A; una Supercopa de Campeones Intercontinentales; una Recopa Sudamericana… Además, sigue siendo el máximo goleador de la selección de Brasil y del Santos.
La Perla negra
Técnica, potencia, regate, intuición, pegada… La Perla negra, como también se le conocía, era el futbolista total. “Si Pelé no hubiera nacido hombre, hubiera nacido pelota”, escribió en una ocasión el periodista brasileño Armando Nogueira. Decir Pelé es decir fútbol, es decir belleza y plasticidad sobre un terreno de juego. Una bestia de maneras sutiles. Un genio en cualquier caso. “Para mí, el fútbol siempre ha sido una pasión. Es una mezcla de juego, arte y religión”. Profundamente religioso, siempre se ha acordado de Dios a la hora de los agradecimientos. Nacido el 23 de octubre de 1940 en Tres Coraçoes, en la provincia de Minas Gerais, el fútbol siempre formó parte de su universo particular. Su padre, Joao Ramos do Nascimento, Dondinho, había sido jugador del Fluminense FC y del Atlético Mineiro, aunque una grave lesión de rodilla le obligó a retirarse prematuramente. Siendo un crío, Dondinho le ponía frente a una pared a practicar el toque con el balón; primero con una pierna, después con la otra, y así durante horas. A los siete años entró en equipo llamado Siete de Septiembre, pero el dinero en la familia no alcanzaba para comprarle unas zapatillas, así que jugaba descalzo, “a pie pelado”, como se decía por allí. Por eso, alguien le empezó a llamar Pelé, apodo que en un principio no le gustó. “Pensé que era un insulto, aunque luego descubrí que en hebreo significa milagro”, confesaría años después. Edson Arantes pasó su infancia dando patadas a un balón, en un equipo tras otro, jugando un partido tras otro. A los 13 años, al llegar a las divisiones inferiores del Barquinho, conocería a una persona fundamental en su carrera deportiva: Waldermar de Brito, ex internacional brasileño y entrenador del primer equipo del club, quien pronto quedaría fascinado por la magia de su fútbol. “Este niño va a ser el mejor jugador del mundo”, les dijo a los directivos del equipo. Además de ayudarle a perfeccionar su juego, De Brito logró convencer a la madre de Pelé de que el chico debía abandonar su empleo en una fábrica de zapatos y dejar su casa para irse a jugar al Santos de Sao Paulo. Era un diamante en bruto. El mito de O´Rei comenzó a forjarse cuando en el día de su debut en la Primera División brasileña, aun sin haber cumplido los 16 años, le marcó un gol al Corintians erigiéndose en la gran atracción y figura del partido. Ocurrió el 7 de septiembre de 1956. Hasta entonces, Pelé era muy conocido en el entorno paulista, pero no a nivel nacional. En los meses siguientes, su fama se multiplicaría a base de goles y actuaciones brillantes, como la que se marcó en un torneo disputado en Maracaná entre equipos brasileños y europeos (Flamengo, Sao Paulo, Beleneses, Dinamo de Zagreb…). Marcó seis goles en cuatro partidos y encandiló a todos, lo que le valió para ser convocado con la selección absoluta… ¡con tan sólo 16 años! Debutó con la canarinha el 7 julio de 1957 contra Argentina; Brasil perdió 2-1, pero Pelé marcó. Poseedor de un instinto innato para el gol, siempre fue una constante en su fútbol. De hecho, en un partido contra Botafogo, en 1964, llegó a marcar ocho goles en la victoria de Santos por 11-0.
Una vida de fútbol
En el Mundial de Suecia 1958, un jovencísimo Pelé (17 años) se consagra definitivamente pese a acudir lesionado a aquella cita, lo que le hizo perderse los primeros partidos. Pero sus actuaciones en cuartos de final ante Gales (marcando el estupendo gol de la victoria), semifinales ante Francia (5-2; tres goles) y especialmente en la final ante Suecia (5-2; las imágenes de sus dos goles, llenos de técnica y sutileza, ya han pasado a la historia de este deporte) le coronan como el mejor jugador del mundo pese a su edad. Y también inolvidable resultaría la imagen de un jovencísimo Pelé llorando en el hombro del portero Gilmar tras ganar el Mundial, el primero de los tres que lograría. Y así pasaron los años y los goles, triunfos y títulos de O´Rei. Durante 18 temporadas permaneció fiel a los colores del Santos, club al que llevó a la cumbre del fútbol mundial a base de actuaciones descomunales. Fue prácticamente su único equipo, si exceptuamos su tardía aventura americana en el Cosmos de Nueva York, donde jugó dos temporadas (1975-77). Se había retirado del fútbol en octubre de 1974, con la idea de empezar una nueva vida; sin embargo, problemas económicos derivados de una mala inversión le forzaron a calzarse de nuevo las botas. En la extinta North American Soccer League (NASL), sin la presión de otras ligas más competitivas, dejó las últimas pincelas de su magia y ayudó a su equipo a ganar el título en 1977. A finales del año anterior había marcado el gol 1.250 de su carrera y recibió por tal motivo una bota con incrustaciones de oro. El 1 de octubre de 1977, a pocos días de cumplir los 37 años, Edson Arantes do Nascimento, Pelé, se despidió definitivamente del fútbol ante 75.000 espectadores en un encuentro entre el Santos y el Cosmos, los dos únicos equipos en los que militó como profesional. Jugó un tiempo con cada uno; marcó para el Cosmos en la primera parte, pero no para el Santos. Ganaron 2-1 los norteamericanos. Era el final de la carrera de uno de los mejores deportistas de la historia, autor de unas cifras prodigiosas: 1.367 partidos jugados y 1.283 goles conseguidos. Una vez retirado del fútbol, y convertido en todo un mito deportivo y social, Pelé fue actor de televisión e hizo sus pinitos como cantante. Fue nombrado Ciudadano del Mundo por la ONU, embajador de Buena Voluntad de UNICEF, Caballero de Honor del Imperio Británico, embajador de Educación, Ciencia y Cultura de la UNESCO, embajador para la Ecología y Medio Ambiente por la ONU, y ministro de Deportes de Brasil, entre otros muchos nombramientos y distinciones. Pelé lo ha sido todo en el mundo del deporte. Y resulta curioso que entre tantos goles, triunfos, títulos y momentos destacados de su vida, se recuerde sobremanera aquel gol, en apariencia insustancial, que marcara en el estadio de Maracaná el 19 de noviembre de 1969. Pero aquel fue, como ya hemos dicho, mucho más que un gol; fue un símbolo, el que llevaba a otra dimensión al (para muchos) más grande jugador de todos los tiempos. Milenario y eterno. Larga vida a O´Rei del fútbol.