Revista Comunicación

El golpe a Salvador Allende y la cobertura de los medios

Por Julianotal @mundopario

El golpe a Salvador Allende y la cobertura de los medios
Desde su ascensión en 1970, la Unidad Popular de Salvador Allende había atraído la atención mundial por su propuesta de imponer el socialismo pacíficamente. Por la falta de una mayoría en las urnas que finalmente le dieron la victoria gracias a un previo acuerdo con la DC en el Parlamento, se preveía lo difícil que podía llegar a transformarse esa meta. A partir del paro patronal en octubre de 1972 que paralizó el país, se percibía que el gobierno estaba lejos de conseguir unanimidad y que si no abandonaba su postura y apostaba a una radicalización sus días estaban contados. El mismo Fidel Castro, en su visita a Chile meses antes del lock-out le advertía a su amigo Allende de los peligros que tendría que superar llevando a cabo esa “vía chilena al socialismo” a lo que respondió:

“No vamos a hacer un gobierno socialista, siendo yo socialista; vamos a hacer un gobierno pluripartidario sobre la base de un programa que abrirá camino al socialismo, porque por lo demás, el socialismo tampoco se impone por decreto; usted conoce perfectamente bien las diferencias que hay entre los países socialistas: usted no puede comparar a Albania con la Unión Soviética, ni puede comparar a Yugoslavia con Cuba. Nosotros tomaremos la experiencia venga de donde venga, pero a la realidad chilena le enfocaremos de acuerdo a nuestro criterio y a nuestra táctica”[1].

Sin embargo, para fines de 1972 el avance reaccionario era evidente y también el contexto latinoamericano: si en 1971 Fidel Castro iniciaba su larga visita a Chile apoyando a la UP; enviando su aliento al Frente Amplio en Uruguay; yendo luego a abrazarse con Velazco Alvarado en Perú y luego visitando Ecuador y en 1973 el presidente de Cuba asistiría a la asunción del efímero gobierno de Campora en Argentina; el panorama en unos cuantos meses había cambiado notoriamente. No obstante, el gobierno de Allende alentaba optimismo en marzo de 1973 por haber sumado más votos que lo habitual en dichas elecciones, aunque sin contar que también la derecha opositora seguía en crecimiento acentuando la polarización, lo que vaticinaba un agitado 1973 para la UP, que culminaría bajo el golpe de gracia en setiembre del mismo año.

1973 a nivel mundial están inmerso en una crisis económica estructural que repercute notoriamente en los países tercermundista; luego lo antes mencionado, a nivel latinoamericano el giro hacia la derecha que empieza a vislumbrarse en la región, lo que acentúa aún más la atención puesta en el desenlace del Chile upeísta. Como país fronterizo y por el grado de influencia en la región que estaba teniendo la dictadura brasilera, también nuestro país estaba atento a los acontecimientos. La expectativa era notoria porque también setiembre en nuestro país se daban las elecciones es la que Perón volvía al poder luego de un largo exilio.

Teniendo en cuenta el análisis de los medios se indagará sobre cómo percibían el impacto del golpe a nivel regional y nacional, es decir, ¿qué grado de repercusión alcanzaba en nuestro país?
Antes de entrar en el análisis particular de los artículos, debemos destacar la importancia que se le brindaba en nuestro país en cuanto a lo que acontecía en el país trasandino. El motivo es que, debido a los continuos intentos de desestabilización, se preveía un desenlace poco feliz para la UP. No obstante, debemos hacer hincapié en la trascendencia que se le daba: en los cuatros diarios consultados (Clarín, La Nación, La Razón y La Opinión) todos le brindaron particular importancia a lo que acontecía en Chile ubicándolo entre los principales titulares del día. Al hacer el seguimiento de los mismos, se palpitaba la cuenta regresiva del fin del gobierno de Salvador Allende.

En cuanto al tratamiento de los mismos, debemos tener en cuenta que, salvo La Opinión que brindaba mayor cantidad de artículos de opinión y análisis de la coyuntura, los demás diarios solo reflejaban lo que las principales agencias de noticias transnacionales informaban: sólo los rotativos más poderosos tienen una red de corresponsales propios que les permite cubrir la información potencialmente relevante a escala internacional. Es cierto que, en casos extraordinarios, los periódicos desplazan a sus enviados especiales (La Nación hará lo suyo enviando a Jorge Emilio Gallardo), pero éstos no aseguran la cobertura día a día; y luego con la caída del gobierno allendista y el estado de sitio, se prohibiría la entrada a cualquier medio extranjero lo que dificultaría aún más la información obtenida de forma directa, acentuando la dependencia de las grandes agencias de noticias. Al hablar de las agencias de noticias nos referimos a la Asociated Press (AP), que es una cooperativa formada por los principales diarios de Nueva York (en donde más se apoyará La Nación), la United Press (UP), que es de capital privado norteamericano, la Reuter, controlada por una comisión paraestatal de la Commonwealth, así como la italiana Ansa, la alemana DPA, la francesa France Press y la española EFE.

Esta enorme concentración de las principales fuentes de información conduce necesariamente a una equivalente homologación de los periódicos que se elaboran con ellas. Y, si bien las grandes agencias tienen función utilizar un estilo de redacción aséptico, sin valoraciones explícitas ni adjetivaciones, es evidente que la propia selección de lo que se considera noticia y los aspectos que se resaltan dentro de ella constituyen un filtro condicionante de las valoraciones que cada periodista y cada medio de prensa en concreto, y finalmente cada persona que lee, pueden establecer con relación a los hechos relatados.

No obstante, el tratamiento de los titulares merece una mención aparte porque, ahí sí, interviene directamente el interés y la ideología del medio. Mientras que el vespertino La Razón y Clarín perfilan sus titulares orientados al caos generalizado, es decir, atiende tanto el sofocamiento que recibe la UP de la oposición y la presenta como tal aunque sin dejar de hacerse eco de las denuncias de las mismas (escuelas de guerrilla, terroristas extranjeros, etc.), La Nación y La Opinión, abordan la problemática chilena desde perspectivas enfrentadas: el primero, atento a su línea tradicional, toma partido del lado opositor al gobierno marxista de Allende; mientras que el segundo, fundado por Jacobo Timerman y cuyo diario ha tenido gran influencia periodística y política en su corta vida, siempre tuvo una clara posición progresista, defensor del gobierno democrático de Allende.
El otro punto en cuestión a tener en cuenta, es el por qué de brindar tanta trascendencia al acontecer chileno: las noticias diarias generalmente tenían un lugar destacado en la tapa de dichos periódicos. Para ello, debemos aludir a la coyuntura de la política latinoamericana. Cuando asciende Allende, luego de una conflictiva elección y claro intento de boicotear su llegada por parte de Estados Unidos y los partidos de la derecha chilena (asesinato del jefe de las fuerzas armadas de tendencia legalista y constitucional, general Scheneider), el gobierno de la Unidad Popular no dejó de sufrir los avatares económicos que se agravaron mediante la inmensa fuga de capitales y el impedimento de obtener créditos externos. En octubre de 1972, la huelga patronal paralizó el país causando un grave desabastecimiento. Desde 1970 los ojos del mundo, y sobre todo los de Latinoamérica, estaban puestos en lo que acontecía en Chile con la inédita propuesta de Allende de acceder al socialismo sin transgredir la legalidad constitucional y respetando las instituciones, dándose a conocer como la vía chilena al socialismo, en voz del propio Allende
“El socialismo es nuestro objetivo, pero los cambios los realizamos dentro de la democracia burguesa”[2].
Esta opción allendista apelaba a su coherencia ideológica y su creencia en hacer posible una transición legal y democrática hasta alcanzar el socialismo de una manera pacífica y con el consentimiento de la mayoría. Creía fervientemente en que era la mejor forma de alcanzar el socialismo, evitando así una ruptura radical de la tradición política chilena, continuando con una política que retomaría los preceptos de la revolución en libertad del gobierno DC de Frei pero sin caer en sus contradicciones y acelerando su tímida reforma agraria que éste había aplicado, y tomando una clara postura estatista y apoyada en la masa obrera. De hecho, la coyuntura latinoamericana parecía acompañar el proceso que encaraba Chile con el ascenso de gobiernos progresistas para principios de 1972 (Bolivia con Torres, Perú con Juan Velazco Alvarado, avance de las fuerzas izquierdistas en Uruguay, Torrijos en Panamá, el dictador Lanusse en Argentina llamaba a elecciones).

No obstante, para 1973 la situación había cambiado notoriamente: la izquierda estaba en retroceso y se marcaba la influencia brasileña con el eje de dictaduras de derecha: Brasil-Paraguay-Bolivia. También para 1973 en Chile los conflictos internos se recrudecían a la vez que la polarización ideológica se hacía más radical; tanto para la derecha como para la extrema izquierda, la posición de la Up se tornaba intolerable. En Argentina, a comienzos del ’73, parecían soplar vientos de cambio con la victoria del FREJULI y el ascenso de Héctor Campora que alimentaba la ilusión de la patria socialista. Sin embargo, su gobierno fue francamente efímero entonces todos los ojos estuvieron puestos en el retorno de Juan Domingo Perón a la presidencia: sus coqueteos tanto con la izquierda como con la derecha de su movimiento alimentaba la inquietud aunque para las elecciones de setiembre del mismo año, se preveía que finalmente Perón se apoyaría apostando en la recomposición de su vieja guardia sindical de derecha. No obstante, la definición se establecería de acuerdo a lo que transcurriría en Chile: a saber, para inicios de setiembre, el gobierno de la UP estaba cercado por una oposición cada vez más vigorosa y agravado por un inflación económica que se volvía insostenible. Evidentemente, los diarios argentinos no podían dejar de prestar atención en el desenlace: lo que podía llegar a definirse en Chile significaría una señal de alarma para el próximo gobierno argentino que alcance mayoría en las elecciones. El panorama latinoamericano estaban girando drásticamente a la derecha y nada más se esperaba cómo culminaría el intento socialista de Chile y cómo se desenvolvería luego el gobierno de Velazco Alvarado en una situación cada vez más adversa. ¿Golpe militar? ¿Revolución? El tratamiento del 11 de setiembre. Los titulares de los diarios resultan verdaderamente sintomáticos a la hora de abordar la orientación de los mismos. Es evidente la diferencia entre un golpe militar ante un gobierno legítimamente constituido y un triunfo revolucionario que responde a fin de “restituir el orden constitucional y restablecer la economía chilena”, como reza el encabezado del diario La Nación. Sin embargo, mucho más significativo resultará leer su editorial en comparación al del diario Clarín: ambos encuentran suma responsabilidad principalmente en el desempeño gubernamental de la Unidad Popular, acusándole de enfrentar a las clases:
“Es lamentablemente cierto que en Chile se intentó aplicar una estrategia de lucha de clases en lugar de la necesaria alianza entre las mismas. (…) el socialismo como experiencia no es una ideología, sino algo que tiene que ver con la historia de los pueblos. Y si en la historia chilena existe sin lugar a dudas un componente socialista, asimismo es indiscutible que esa historia, expresada como realidad en la nación chilena de hoy, tiene también otros componentes”.
Clarín. Editorial. 13 de setiembre de 1973. p. 32.
Mientras Clarín ponía énfasis en la falta de concordancia, y la polarización social, que desatendía las necesidades de la clase media, como los principales pecados cometidos por el gobierno Allende, La Nación claramente tomaba una posición más contestataria a la política ejercida por la UP, en la que prácticamente lo presenta como un gobierno ilegítimo.
“La obstinación del sectarismo ideológico de llevar a cualquier precio adelante una política social y económica desestimado por una parte sustancial del pueblo chileno, h apagado en moneda clara (…) En su propia miopía deben encontrar estos marxistas a ultranza la explicación del final abrupto al que ha sido sometida la experiencia fundada en bases tan restringidas como los que suponen haber sido nada más que la primera minoría del país. (…)la quiebra, al menos formal, de una continuidad constitucional admirable en la América Latina: una continuidad a la que el lunes se les asestó el golpe definitivo, pero que ya estaba partido en su alma por la pertinencia de la coalición gobernante de tenerlo a Chile en un rumbo que contrariaba a la voluntad mayoritaria de su pueblo…”
La Nación. Editorial. 13 de setiembre de 1973.
Sin embargo, la críticas suscriptas también obedecen al marco nacional: es claro que el golpe militar era una clara advertencia que, de no obedecer el orden político y económico correcto, consecuencias de semejantes proporciones podría sufrir el gobierno que salga favorecido de las elecciones que se darían a fines de setiembre. La condena viene desde ambas editoriales, en Clarín se apoya la crítica en la falta de alianza de clases
“La presencia en la Unidad Popular de una fracción radical avanzada y de un grupo socialcristiano de pura esencia socialista hacían de la coalición oficialista no una alianza de clases, sino un frente de clases. (…)No siempre las alianzas de partidos traducen fielmente las alianzas de clases. (…)América Latina tendrá que extraer -¡otra vez!- sus lecciones de este hecho que la enluta. La primera de ellas es la siguiente: o alianzas o aislamiento. Las alianzas abren el camino hacia formas superiores de convivencia social; el aislamiento conduce directamente a la derrota”.
“El último capítulo”. Clarín. 12 de setiembre de 1973. p.25.
para La Nación la condena es dirigida al modelo en sí
“Al parecer la aventura socialista de Chile ha llegado a su término. Pocos metros hemos recorrido en esta tierra pero ya hemos encontrado en los escasos pobladores que se cruzaron en nuestro camino señales de que algo está cambiando (¿). En ellos, por lo menos, está la esperanza de que la situación económica de su país pueda solucionarse. Las dificultades por las que se han atravesado en los últimos años los han imbuido de un espíritu pesimista hasta el límite de sostener que algo peor es imposible”.
“El final del ensayo socialista”. La Nación. 12 de setiembre de 1973. Tapa.
Con la caída de Allende, el panorama regional había cambiado por completo. La tendencia brasilera entraba a predominar. La posición que tomará Argentina se empezaba a clarificar: el principal candidato a la presidencia, Juan Perón, toma una posición que se caracterizará por un giro a la derecha. Sus declaraciones sobre lo acontecido en Chile lo demuestran
“No está justificado el temor de quienes piensan que en la Argentina puede volver a producirse lo que ya se produjo en el pasado o que la situación vaya a degenerar en una forma de marxismo como la instaurada en Santiago por Allende, miserable y sangrientamente terminada…”
La Nación. 22 de setiembre de 1973.
El día siguiente al golpe militar, el vespertino La Razón pone en tapa la declaración del futuro presidente que sería un claro guiño hacia lo que sería su postura

El golpe a Salvador Allende y la cobertura de los medios

[1] ETCHEVERRI, C. Salvador Allende. La revolución desarmada. Buenos Aires. Capital Intelectual. 2007. p. 82.
[2] SIMON, M. Allende, detrás de la muerte. Buenos Aires. Lañón. 1973. p. 10.


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