Revista Cultura y Ocio

El gran sueño de oro - Chester Himes

Publicado el 14 abril 2015 por Tomas
Resumen: Treinta y seis mil dólares es demasiado dinero para mantenerlo en secreto en Harlem. Una mujer devota y su marido haragán, un perista judío, un predicador amante del lujo, un ex-boxeador mudo y un buscavidas se cruzan en las peligrosas y traicioneras calles de Harlem, en una historia de asesinatos, robos y malentendidos. Un nuevo caso para los dos detectives negros más implacables del barrio: Ataúd Ed Johnson y Sepulturero Jones. 
El gran sueño de oro - Chester Himes

Título: El gran sueño de oro (The Big golden dream)
Autor: Chester Himes, el autor estadounidense de novela negra hard-boiled que ya hemos conocido en anteriores reseñas de su Harlem Cycle
Año de publicación: 1959. La edición que aquí vemos es de 1981. 
Género literario: Es una novela negra hard-boiled, de intencionada orientación pulp, donde a la trama policíaca-detectivesca se le suma un alto nivel de violencia y ciertas dosis de erotismo. Posee un argumento de Intriga, con el ritmo narrativo ágil y precipitado de un Thriller. Realiza, además, una mirada realista y crítica que evidencia la situación de racismo, exclusión social y marginación que padecían los ciudadanos estadounidenses de raza negra en la época. 
"El gran sueño de oro" es la cuarta entrega de la serie Harlem Cycle o Harlem Detective, que tienen como hilo conductor a la pareja de detectives negros más duros, pétreos e inquebrantables, los mayores badasses del barrio: Coffin Ed Johnson y Grave-Digger Jones. 
El gran sueño de oro - Chester Himes
En la edición que hoy comentamos, el bolsilibro de la serie "Libroamigo" de la editorial Bruguera, publicado en 1981, los detectives lucen sus apodos españoles: Ataúd Ed y Sepulturero, aparcando los originales Coffin Ed y Grave-Digger. En la traducción de Carlos Peralta, las personas de raza negra son denominadas de color por el narrador, mientras que, en los diálogos, los personajes usan la palabra negro
Como es habitual en la serie Harlem Cycle, "El gran sueño de oro" puede leerse de forma independiente a las demás novelas, pues al igual que ellas gira en torno a unos personajes y unos acontecimientos propios. Si bien Chester Himes guarda la cohesión de su universo a través, por supuesto, de Ataúd y Sepulturero, y de secundarios como el teniente Anderson, superior de los detectives, el empresario de pompas fúnebres H. Exodus Clay o su empleado, un viejo conocido de la primera novela de la saga, "Por amor a Imabelle":
"Era domingo, y todos se demoraron; pero el coche fúnebre fue el primero en llegar. Como el conductor titular, Jackson, asistía con su esposa Imabelle a los servicios de la Primera Iglesia Baptista cuando se recibió la llamada, acudió el suplente."

Como en el resto de libros del ciclo, "El gran sueño de oro" posee una trama enrevesada, en la que confluyen varios personajes con diferentes intereses, y existe un objeto de deseo común a todos ellos. En este caso, treinta y seis mil dólares, ganados en la lotería ilegal por Alberta Wright, una cocinera casada con un vago llamado Rufus, y que se convierte al cristianismo con devoción mediante un predicador charlatán y embaucador conocido como el Dulce Profeta. Durante una de las catarsis colectivas del predicador, Alberta bebe agua bendecida y cae fulminada. Todos la creen muerta, y su marido Rufus va corriendo a vender los muebles de la finada a un perista, un anciano judío, conocedor de que las mujeres de Harlem ocultan dinero en los colchones y los rellenos de los sofás. 

El gran sueño de oro - Chester Himes

La portada añeja de Bruguera,
edición que hoy leemos y comentamos


Mientras Alberta está oficialmente muerta, varios buscavidas se ponen en la pista del dinero: Sugar Stonewall, un navajero llamado Susie, y Dummy, un ex-peso pesado sordomudo, "soplón" (confidente de la policía) y aspirante a proxeneta de poca monta. El judío primero, y Rufus después, son asesinados, los problemas comienzan para los maleantes y el trabajo empieza para Ataúd y Sepulturero
Si algo caracteriza al estilo de Chester Himes es, por una parte, su ritmo narrativo, veloz y frenético, en el que que los acontecimientos se suceden sin dejar respiro al lector, en la línea del mejor thriller, y, por otra parte, su capacidad para manejar varias líneas argumentales que se entrecruzan y confluyen para que Ataúd y Sepulturero terminen resolviendo el caso. Al menos en gran parte, porque en el Harlem de Himes no hay finales perfectos, y las cosas siempre concluyen con flecos sueltos, pues ni la policía en perfecta, ni Harlem es un lugar corriente. 
Estas líneas argumentales, protagonizadas por diversos personajes, se convierten en huidas hacia adelante, en las que los buscavidas, timadores y rateros del barrio se involucran en situaciones que no pueden manejar, y se complican por muertes inoportunas, errores propios y ajenos, malentendidos, tropezones y casualidades que tiran por tierra los planes de todos los implicados. En el Harlem de Chester Himes, el crimen no paga, porque normalmente "en el pecado ya va la penitencia" y todos los que intentan dar el gran golpe terminan cayendo víctimas de su propia torpeza y de una serie de calamidades fuera de su control, por las que todo acaba invariablemente mal. 

El gran sueño de oro - Chester Himes

Una portada deliciosamente pulp


Y, para contribuir al enredo y a dejar pistas falsas al lector y a los investigadores, no falta un buen mcguffin, en forma de un fajo de cien mil dólares muy particulares ocultos en el brazo de un antiguo sillón. Y hasta ahí puedo leer. 
Con "El gran sueño de oro", Chester Himes redunda en la imagen de Harlem como un lugar sórdido, lúgubre, condenado a la violencia y al crimen, donde hasta la gente más honrada lleva una navaja encima para protegerse de los maleantes. Cuchillos y pistolas son objetos cotidianos, en un lugar donde el asesinato es frecuente y muchas veces inmotivado.
"—Tenemos que partir de alguien que ande con un fajo de billetes nuevos —dijo Ataúd Ed—. Nuestra gente puede matarse entre sí prácticamente por cualquier cosa; pero cuando matan a un judío es por dinero."

Es, a la vez, un lugar lleno de "primos", paraíso de timadores y estafadores, que se valen, muchas veces, de la credulidad e ignorancia de sus vecinos. El Dulce Profeta encarna una figura recurrente en la obra de Himes: la del embaucador que se aprovecha de la devoción religiosa de los demás para medrar y amasar una fortuna considerable. El caso del Dulce Profeta es aún más sangrante, porque además de asistir a la obscena opulencia con la que vive, sabremos que recurre incluso al hipnotismo para desplumar a sus fieles.  
En esta entrega de su Harlem Cycle, Chester Himes sorprende de nuevo con su conocimiento de los bajos fondos y de los negocios clandestinos, como las loterías ilegales, de cuyo funcionamiento ofrece un detallado retrato, o de las diversas técnicas de los carteristas y otros rateros. Tenemos además las ya acostumbradas muestras de violencia, además del consumo explícito de opio, marihuana y alcohol por parte de los personajes. Cabe recordar que Himes fue por el mal camino de joven, y redimió sus pecados a través de la literatura, por lo que era conocedor de primera mano de los ambientes lumpen
El gran sueño de oro - Chester Himes
Frente a los delincuentes de Harlem, están, una vez más, y en esta ocasión con una presencia menor que en otras novelas de la saga, nuestros dos motherfuckers preferidos: Ataúd Ed Johnson y Sepulturero Jones. Como ocurre desde "Por amor a Imabelle", en la que Ataúd Ed sufrió la deformación de su rostro por un ataque de ácido, es el más impetuoso e irreflexivo de los dos, mientras que el Sepulturero intenta contener a su compañero, algo de lo que ya hablamos en la reseña de "Todos muertos"
"Ataúd Ed desprendió las correas de su revólver calibre 38, de caño largo, niquelado, que llevaba en la aceitada pistolera suspendida del hombro. Sepulturero lo advirtió y pensó el niño quemado teme al fuego. Contuvo un estremecimiento. Se preguntó si Ataúd Ed lograría superar el recuerdo del ácido lanzado contra su rostro. Desde entonces tenía el gatillo fácil; y un detective de gatillo fácil era tan peligroso como una serpiente de cascabel ciega."

Los detectives gozan, como habitualmente, de libertad casi total para desarrollar su investigación, por la paradójica situación que Himes denuncia en su obra: los policías negros padecen la doble discriminación de sus compañeros de cuerpo, y de sus vecinos y hermanos de raza, que los desprecian y solo respetan la fuerza y la violencia con la que se desempeñan. Sus superiores, blancos, saben que solo ellos son capaces de investigar con éxito en Harlem:
"Buscaban información acerca de Rufus y del judío. El informe del forense, las fotografías, las huellas dactilares, los descubrimientos del laboratorio criminológico y, en suma, todos los aportes de las modernas técnicas de investigación, incluidas las teorías policíacas, eran por lo general inútiles para resolver crímenes en Harlem, Los interrogatorios no servían casi para nada porque, en su mayoría, de clase baja la gente y los delincuentes de Harlem eran mentirosos natos y de inmenso talento. Los métodos de interrogatorio con tortura eran útiles, pero no era posible arrancarle la verdad a golpes a todo el mundo. Si no había testigos presenciales, los detectives dependían forzosamente de sus confidentes."

El gran sueño de oro - Chester Himes
En resumen, "El gran sueño de oro" es una divertidísima y adictiva novela hard-boiled, una manera de asomarse a los bajos fondos de aquel Harlem de los años 50-60, que constituían un mundo aparte, con sus propias reglas, y que ofrece toda el entretenimiento del pulp, sin dejar de lado una mirada ácida y descarnada del racismo que condenó a la discriminación y la exclusión social a tantos millones de personas por algo tan insignificante como el color de su piel. 

OTROS LIBROS DE CHESTER HIMES EN KINDLEGARTEN:


- Por amor a Imabelle
- La banda de los musulmanes
- Todos muertos
Y con esto hemos leído otra entrega más del Harlem Cycle, una serie de novela negra para disfrutar sin complejos del mejor hard-boiled estadounidense. Nos leemos!

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