Cada vez son más las personas que empiezan a consumir productos ecológicos, ya sea desde unos tomates cultivados de forma ecológica hasta tés, chocolate o galletas.
Este “nuevo” estilo de vida está muy bien porque estos productos son respetuosos con el medioambiente, son sostenibles, saludables para nosotros, no contienen pesticidas, aditivos ni antibióticos, tampoco están modificados genéticamente, sin duda son más sabrosos y por supuesto tienen unos niveles de calidad excelentes.
Sin duda, yo recomiendo consumir este tipo de productos, teniendo como único inconveniente que son un poco más caros, aunque el incremento del precio es razonables porque al ser ecológico significa que no hay tratamientos para acelerar la producción, no se “sobre alimentan” a las hortalizas por ejemplo, con algún tipo de producto químico, por esto tienen una producción algo menor, además se tiene que tener un cuidado más especial ante ciertas plagas o enfermedades, recuerdo que no están “vacunadas” y un largo etcétera.
El problema empieza cuando industrias y empresas ven como este tipo de productos van adquiriendo mayor importancia en los consumidores y como en los supermercados se va haciendo huecos exclusivos para productos ecológicos.
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