Revista Cultura y Ocio

El Greco

Por Enrique @asurza

El Greco, pintor cretense cuya vida se desarrolla entre mediados del siglo XVI y principios del siglo XVII en tres escenarios bien diferenciados: en Creta, dominada en ese momento por Venecia, pasa su infancia y primera juventud; en Venecia y Roma completará su formación de pintor, y en Toledo realiza la mayor parte de su obra. La Toledo del Greco ha dejado de ser ya la capital del imperio de los Austrias, que ha sido trasladada a Madrid, pero sigue siendo un importante centro económico y cultural.

Acontecimientos importantes de la vida de El Greco

1541? Nace en Candía, en la isla de Creta, Doménikos Theotokópoulos, que será conocido como el Greco
c. 1567 Llega a Venecia.
1570 El artista se encuentra en Roma.
1577 Se encuentra en Toledo para realizar un retablo para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo.
1586 Comienza a pintar El entierro del conde de Orgaz.
1614 Muere en Toledo.

El Greco es un artista de difícil encasillamiento dentro del arte español. Sus contemporáneos destacaban sus excentricidades personales y se alarmaban ante sus opiniones sobre pintura (por ejemplo, su desdén por Miguel Ángel), Incomprensibles en aquella época. E incluso su estilo, que modernamente se ha relacionado con el manierismo, resultaba sorprendente en el marco del panorama artístico español de la época.
La obra de Doménikos Theotokópoulos (o Theotokópoli, variante de su propio nombre que él mismo adoptó para sí en Italia, o Dominico Theotocópuli, en España) no puede desvincularse de su origen griego. Quienes lo trataron refieren que el artista, conocido por su célebre apodo, el Greco, no se desvinculó nunca de su tierra natal. Nació presumiblemente en Candía, un pueblo de la isla de Creta, hacia 1541. Esta fecha es poco precisa y sólo se apoya en el testimonio del propio pintor, que en noviembre de 1606 así lo declaró ante el tribunal que juzgaba su demanda en uno de los muchos litigios que emprendió para cobrar sus trabajos. A mediados del siglo XVI, Creta era un dominio veneciano, hecho que explica la curiosa filiación ocupacional del padre y del hermano del pintor, que eran recaudador de alcabalas y aduanero de la República veneciana, respectivamente. El ambiente artístico de Creta dejaría una profunda huella en la obra del artista y es probable que en su juventud fuera alumno de alguno de los pintores de la que se llamó escuela italo-cretense, fiel a modelos bizantinos, pero permeable a una cierta influencia italiana.
El contacto constante entre Venecia y Creta facilitó al Greco dejar su isla natal e instalarse en la ciudad de los canales, en la que había una presencia importante de artistas que realizaban iconos según una tradición bizantinizante.

Expulsión de los mercaderes por El Greco
Expulsión de los mercaderes por El Greco

El Greco en Italia

En el primer semestre de 1567 se aleja de Creta para no volver nunca más. Es muy posible que el joven pintor, que contaba veintiséis años, pasara en Venecia tres años decisivos para su formación, en contacto con la obra de los maestros que más admiraría de la escuela veneciana: Tiziano, Tintoretto y los Bassano. Es posible también que se hubiera incorporado al taller de Tiziano. Sobre el juicio de éste se conserva, además, una carta del maestro veneciano, fechada en 1567 y dirigida a Felipe II, en la que se alude a las virtudes y habilidades de «un greco de mucha valía, discípulo mío, natural de Candía», aunque la crítica no es unánime en considerar que se trate de nuestro artista. Existen una serie de obras que podrían pertenecer a esta etapa del pintor. Se trata de tablas que llevan escrito en letras capitales griegas «CHEIR DOMENIKOU» («de mano de Doménico»). Este dato debe tenerse en cuenta, porque muchos años después la misma firma aparecerá en obras toledanas. El Tríptico de Módena es casi unánimemente admitido por la crítica como perteneciente a su mano. En dicha obra coexisten rasgos estilísticos de origen bizantino con otros venecianos, tanto en la iconografía como en la manera de disponer las figuras y el espacio. Algunas de las pinturas que componen este tríptico guardan una estrecha relación con obras muy posteriores, porque el artista vuelve a veces sobre sus pasos, revitalizando los temas a la luz de composiciones de su juventud.
La Italia del norte debió de ser un ámbito de trabajo muy competitivo para el joven griego, por lo cual debió, sin duda, de sentirse atraído por Roma, que ofrecía muchas posibilidades de trabajo a los artistas. El 16 de noviembre de 1570 el pintor de miniaturas Julio Clovio, al servicio del cardenal Grimani en Roma, escribe una carta al cardenal Alessandro Farnese, a la sazón en Viterbo, recomendando a Theotokópoulos, aunque no lo menciona por su nombre y sólo aludiendo a un «joven candiota, discípulo de Tiziano», que a su juicio es un «pintor excelente». Otros testimonios corroboran su presencia en Roma y dan cuenta, inclusive, de que poseía cierto desahogo económico y una clientela considerable. La expulsión de los mercaderes del templo permite apreciar el influjo de los frescos monumentales de Miguel Ángel y Rafael que el Greco sin duda vio en la ciudad de los papas. El colorido, que recuerda inequívocamente la paleta del Tintoretto, se une a unas figuras contorsionadas y vigorosas procedentes del impacto que las composiciones vistas en Roma le han proporcionado. De entre las obras de este período es preciso destacar también sus retratos. Un hipotético segundo viaje a Venecia podría cerrar su estancia italiana.

Llegada a Toledo

En 1577 encontramos al Greco trabajando para la catedral en Toledo. Las incidencias que llevaron al artista a dejar Roma y trasladarse a España nos son desconocidas, aunque puede conjeturarse que entre los artistas que trabajaban en el círculo papal se comentaba la obra que estaba llevando a cabo Felipe II en El Escorial, para la cual había invitado a Vasari y al Veronés. Es probable que la elección de su destino haya estado determinada por la esperanza de llegar a trabajar en la decoración del monasterio de El Escorial y conseguir en España fama y fortuna. O quizá por la amistad que lo ligaba a altos prelados españoles residentes en Roma, todos ellos participantes de la tertulia del bibliotecario de los Farnese, Fulvio Orsini. En efecto, don Pedro Chacón y don Luis de Castilla, más tarde ejecutor testamentario del pintor, eran amigos íntimos del artista, y un hermano del segundo de ellos, don Diego, deán de la catedral de Toledo, fue quien encargó al Greco la realización del Retablo de Santo Domingo el Antiguo.
Después de pasar una breve temporada en Madrid, el Greco se instala en Toledo, ciudad en la que residía una nutrida colectividad de origen griego y en la que él habría de producir sus obras maestras, mientras recibía en algunas ocasiones encargos de otros puntos de España y de la corte. Toledo tiene una gran importancia en la vida y obra del artista, constituyéndose en un elemento de mucha mayor significación que la mera residencia. Cuando el artista se instala allí, la ciudad, ya desposeída del esplendor alcanzado en vida del emperador Carlos V, mantenía sin embargo una vida próspera que aseguraba encargos de consideración. El estilo del Greco, como han subrayado abundantemente sus críticos, se transforma y consolida en Toledo.
Sus primeros trabajos de importancia los ejecuta en la iglesia de Santo Domingo el Antiguo en 1577, y en 1578 comienza El expolio para la sacristía de la catedral. De estos primeros años toledanos es también su Cristo crucificado con dos figuras orantes al pie (Museo del Louvre). Las figuras que se encuentran al pie de Cristo inauguran la serie de retratos de personajes toledanos incorporados a pinturas religiosas, frecuentes en el artista. Ese mismo año conoce a la que sería su compañera de toda la vida, perteneciente a una familia acomodada y con quien, inexplicablemente, no se casó: doña Jerónima de las Cuevas. Tuvo con ella un hijo, que llamó Jorge Manuel en recuerdo de su abuelo Jorghi.

Madurez y grandes encargos

Entierro del Conde de Orgaz por el Greco
Entierro del Conde de Orgaz por el Greco

En 1579 Felipe II pasó diez días en Toledo y asistió a las brillantes fiestas del Corpus centradas en torno a la catedral. Es muy posible que en esta visita el rey viera El expolio y decidiera encargarle un gran cuadro, el Martirio de San Mauricio, con destino a la capilla de El Escorial. A partir de esta fecha, la reputación del Greco crece notablemente y mejora su condición económica.
Pocos años más tarde, en 1586, recibe el encargo de realizar uno de sus cuadros más famosos: El entierro del conde de Orgaz. La composición rememora un presunto prodigio de 1323, consistente en que en el momento en que iba a ser sepultado en la iglesia de Santo Tomé el cuerpo de Gonzalo Ruiz de Toledo, descendieron del cielo san Agustín y san Esteban y tomando el cuerpo en sus manos lo llevaron al sepulcro. El Greco divide su composición en dos partes: en la parte inferior aparecen los santos sosteniendo el cuerpo de Ruiz de Toledo ante una serie de figuras que contemplan el milagro, personajes toledanos de la época en que el cuadro fue pintado, y en la parte superior el juicio particular del alma del noble.
El Greco termina el Entierro en 1588, época en la cual se ha afincado definitivamente en la ciudad, que comenzará a aparecer en sus cuadros, como fondo o como tema. El 10 de septiembre de 1585 había alquilado una de las residencias del marqués de Villena, donde instaló además su taller y donde, según testimonios, vivía holgadamente con su compañera.
En los últimos años del siglo XVI destacan sus retratos, que merecen un capítulo dentro de la historia del arte español por su maestría y originalidad: el magnífico Caballero de la mano en el pecho o los retratos que figuran en El entierro del conde de Orgaz.
El encargo de un retablo para la iglesia del Remedio de Talavera la Vieja, en Cáceres, vuelve a situar al artista, como en Santo Domingo, en el marco de la arquitectura. Desaparecido como retablo en 1936, se conservan algunos de sus lienzos, de los cuales el más importante es la Coronación de la Virgen, inspirado en un grabado de Durero.
De entre los diversos temas a los que el pintor se dedica reiteradamente figuran la Sagrada Familia, la Pasión de Cristo y los cuadros franciscanos. Las composiciones que refieren los hechos de la vida de San Francisco son numerosísimas, presentes ya desde la época italiana. A los cuadros auténticos, además, se suman las obras de su taller y las imitaciones realizadas durante el siglo XVII, lo que da prueba de la fortuna que tuvo esta vertiente de la pintura del Greco. En plena madurez de su estilo, en los primeros años del siglo XVII, realiza una serie de cuadros en los que aparecen Cristo y los apóstoles. El tema es una novedad dentro del arte español, influencia directa de su formación italiana. De estos ciclos, dos han llegado completos: los de la catedral de Toledo y los del Museo del Greco.
Junto a los cuadros de tema religioso destacan, en la última época del artista, los retratos. Uno de los más famosos es el del Cardenal Fernando Niño de Guevara, realizado entre 1596, año en que fue nombrado cardenal, y 1601, cuando se trasladó de Toledo a Sevilla. La mirada penetrante del cardenal hace pensar en el inquisidor que fue a partir de 1600. Irrumpiendo temáticamente como un elemento discordante entre retratos y temas religiosos se encuentra el Laoconte. El artista combina una vista de Toledo con el tema mitológico referido a la guerra de Troya, y el motivo le permite desarrollar el desnudo en las figuras que acentúan su tendencia hacia la expresividad y la desmaterialización.
El 26 de agosto de 1612, Jorge Manuel, su hijo, alquila para sepultura propia y de su padre una cripta en la capilla de Santo Domingo de la que deberá decorar el altar. El Greco, ya enfermo, reduce su actividad pictórica y se dedica a la última composición, la que iba a presidir su tumba: la Adoración de los pastores. Murió dos años más tarde, a principios de 1614, y su tumba se encuentra en la ciudad de Toledo.


Volver a la Portada de Logo Paperblog