
Recién cumplidos los cuarenta años, Edward vive en la cresta de la ola tanto a nivel profesional como personal. Pero a pesar de ello, y contra toda lógica, algo en su interior le advierte de que no es feliz. Esta voz se intensifica día a día, hasta que por fin decide hacerle caso. Será entonces cuando aparecerán en su vida un indio y una niña enferma que le enseñarán a recuperar la ilusión por la vida. Edward se enfrentará a sus miedos más profundos, seguirá el camino que le marca su corazón y aprenderá a vivir de nuevo con la inexperiencia de quien descubre un universo virgen, plagado de posibilidades, en el que todo es posible y está por hacer.
Edward cumple cuarenta años, aparentemente tiene todo lo que se puede desear: una novia atractiva y un prometedor trabajo bien renumerado. Ese mismo día es testigo de un incidente que le marcará: un desconocido le interpela por la calle y segundos después se suicida. Sus últimas palabras serán proféticas en el futuro de Edward. Todo se acelera cuando le ascienden: su novia piensa que ya ha llegado el momento de casarse y su ritmo de trabajo se vuelve frenético. A partir de ahí la vida de Edward se vuelve inestable: las crisis de ansiedad son cada vez más frecuentes, su relación de pareja se crispa por momento, y en el trabajo aparece un nuevo jefe que le complica tanto su labor que acudir a la oficina se convierte en una pesadilla. Llega al límite de sus fuerzas y emprende sin proponérselo su propia travesía del desierto, como le dice su ex jefe, para descubrir lo que realmente quiere hacer con su vida. En el momento más complicad aparecen un anciano y una niña y ambos le brindarán el apoyo que le permitirá descubrir cuáles son sus prioridades.El guerrero dormido se encuentra a medio camino entre la novela y el libro de autoayuda. A través

Una niña que lucha contra una leucemia y un anciano juicioso le ayudarán a salir del laberinto emocional en el que se encuentra. El guerrero dormido es una preciosa historia de amistad y un canto a la vida lleno de reflexiones que merecen ser meditadas. Pero lo más conmovedor es el diario de Hanna que, con su inocencia, desprende mucha dulzura. Su grito silencioso en la oscuridad, sola en su habitación de hospital, me produjo un pellizco en el corazón: « ¡Buenas noches, miedo!». Me hizo sonreír pero también me emocionó. No es una historia triste a pesar de todos los obstáculos a los que Edward tiene que enfrentarse, por lo contrario es una novela llena de optimismo, cargada de sentimientos y una preciosa lección de superación. Una vez terminada descubrí que está basada en hechos reales, lo que para mí le da aún más valor y sin dudas volveré a leerla.
