Diariamente los medios nos hablan de la grave situación económica que atraviesan la Comunidad Económica Europea y los Estados Unidos. Pero casi ni prestamos atención a la crisis porque sentimos que no nos toca, sin embargo, todo cambia bruscamente si salimos a la media noche por las calles de Manhattan en Nueva York. Allí es fácil encontrar a grupos de personas, incluyendo a niños, rebuscando en los contenedores de basura de los más sofisticados restaurantes de la ciudad o de los grandes supermercados en busca de comida. Una vista deprimente que se pone más negra aún frente al atrio de las iglesias donde, envueltos en cartones y trapos, los desamparados duermen amontonados. Por la mañana ellos harán largas colas para un desayuno y más tarde para su almuerzo, gratis.
Entonces recién podemos entender las marchas de “indignados” que se llevaron a cabo simultáneamente el pasado 17 de setiembre en Atenas, Madrid, Barcelona, Valencia, Frankfurt, Paris, Lisboa, Milán, Tel- Aviv, Santiago de Chile y ahora por primera vez durante esta crisis en Nueva York. A todos los indignados los une el repudio al sistema económico globalizado que sacrifica el derecho de la mayoría de la población al bienestar, que declaran todas las constituciones del mundo, para aumentar las ganancias ya desproporcionadas de un pequeño grupo de elite financiera que convirtió el mundo en una devoradora bolsa de valores. Por eso claman que “somos el 99 por ciento de la gente y ya no toleramos la codicia y corrupción del uno por ciento”.
En el despertar progresista que ahora está recorriendo Europa y América Latina, Estados Unidos es el último en adherirse lentamente al movimiento antisistémico. La tradición de lucha del pueblo norteamericano cuyo ejemplo dieron al final del Siglo XIX y al comienzo del XX se perdió en el espacio y el tiempo primero, por la represión y después, por una habilidosa y sofisticada diaria campaña de desinformación por los principales medios de comunicación al servicio del Estado.
Por eso las primeras entre dos a cinco mil personas que salieron a las calles de Nueva York con la consigna de “Ocupar Wall Street” e iniciar una acampada para demandar una economía al servicio del pueblo, representan la primera vanguardia del “gigante dormido de la América progresista”, como dijo uno de los líderes de los indignados, el reverendo Billy. Finalmente se quedaron cerca de un mil de personas en el Parque Zucotti, ubicado a una cuadra de la Reserva Federal, que fue declarado por los reunidos, “Plaza de la Libertad”. Instalaron sus tiendas y cocinas al estilo de Tahrir Square en el Cairo, convocando a la gente adherirse a ellos en su protesta contra “la dictadura de los mercados”.
Los medios de comunicación europeos tomaron en serio a los indignados norteamericanos, también fue bien comentada esta marcha en América Latina, en cambio en Rusia los calificaron como un chiste o como un “circo” en el cual participaban unas “cuantas personas pasivas y aburridas”. Pero en su tierra natal, en Estados Unidos, la prensa globalizada al servicio del capital financiero los ignoró por completo Los autoproclamados portadores de la libertad y democracia, Yahoo, Twitter y Facebook, que han hecho una agresiva campaña de ayuda a los bien pagados, entrenados y apoyados por los mercenarios y aviones de la OTAN supuestos “luchadores por la libertad” en Libia, esta vez bloquearon durante los primeros días de la protesta los mensajes relacionados con las actividades de los indignados.
Pero a medida que la crisis económica se hace más fuerte sería imposible para los poderosos detener lo inevitable. Primero son las marchas, protestas y después viene la rebelión si es que los gobiernos no pongan riendas a su caballo financiero fuera de control. Por de pronto las medidas tomadas por Barack Obama no muestran los resultados anunciados. Más de 23 millones de desempleados y unos 40 millones que sobreviven con los talones federales de comida significan que no se vislumbra la solución a la crisis. El supuesto libre mercado que soluciona todo nunca ha existido porque está bajo el dominio de monopolios financieros neoliberales que primero, utilizaron al Estado para desregularizar la economía y después, lo domesticaron.
En el libro recién publicado, Confidence Men: Wall Street, Washington and the Education of the President, su autor Ron Suskind sostiene que en 2009 el actual Secretario del tesoro Tim Geithner, el ex presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente, Larry Summers y el ex jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Rahm Emanuel, se insubordinaron al presidente y no cumplieron sus órdenes de cerrar el Citibank (wind down). Simplemente siguieron instrucciones de Wall Street. En aquella época Summers declaró, según Suskind, que “realmente estamos solos en la casa y no hay un adulto a su cargo” (We are really home alone, there is no adult in charge). Es decir, el presidente es nada. No cabe duda que los asesores pueden ser cambiados pero el dominio de Wall Srreet sobre el presidente sigue cada vez más fuerte.
En la época de la crisis los únicos que siguen beneficiando son los grandes conglomerados financieros que han recibido del Estado más de 5 millones de millones de dólares en los últimos dos años. En el primer cuarto de 2011, JP Morgan Chase obtuvo 13 por ciento de la ganancia, Citigroup – 23%, Wells Fargo – 29%, Goldman Sachs – 30% etc., etc.,. Se dice que no hay dinero, pero el fondo de las corporaciones en los paraísos financieros, como las Islas Caimán, posee más de dos millones de millones de dólares donde no se paga ningún impuesto. Así Norteamérica pierde anualmente unos 800 mil millones de dólares que estas corporaciones debían de pagar anualmente en impuestos. En la época de los cinturones apretados los multimillonarios como George Soros están ganando como nunca. De acuerdo al último número de la revista Forbes, Soros aumentó en 2010 su fortuna de unos siete millones de millones a 22 millones de millones de dólares. Resulta que la depresión para los ricos es una bendición de la bolsa.
En los tiempos de la Gran Depresión en 1932 el tributo de los ricos fue aumentado del 25% al 63%, en 1944 al 94% y actualmente mientras un americano de la clase media tributa el 35 %, un millonario aporta al fisco el 17.5 por ciento. Mientras tanto el Congreso está empeñado en recortar un millón de millones de dólares del Seguro Social y de Medicare. A la vez sus más iluminados padres de la patria, como el senador republicano Jim DeMint ven la causa de la crisis o en inmigrantes o en la clase trabajadora norteamericana. Dijo DeMint que “la gente está jugando con el sistema y no quiere trabajar, prefiriendo recibir los beneficios por el desempleo y los talones de comida”.
Con tales gobernantes lo inevitable vendrá a su tiempo cuando se despierte el furor de los indignados y no habrá el sistema que lo resista.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20110930/150877930.html