El 1 de julio sucedieron muchas cosas. Algunas personas a las que envidia muchísimo –pero con envidia de la mala- comenzaron sus vacaciones; otros, la entelequia de la jornada intensiva y desde el miércoles ya están en marcha las ansiadas rebajas.
Pero la madrugada del 1 de julio sucedieron más cosas: hubo un hombre que mientras todos dormíamos, a las dos de la madrugada, fue el encargado de añadirle un segundo a nuestros relojes. En España. Como lo oyen.
Si ya es difícil explicarle a su madre y amigos en qué consiste su trabajo en Publicidad, no quiere ni imaginar lo que tiene que suponer para este pobre hombre, el héroe del tiempo definitivo, explicarle a su suegra: “Pues resulta que el día no tiene 24 horas de 60 segundos exactos sino que cada minuto contiene algunas milésimas de segundo de más y, eso, a lo largo de los años puede producir desajustes informáticos y yo, cada X años, introduzco un segundo denominado segundo intercalar para igualar la hora con el Sol”. ¿Cómo se quedan? Sólo ha presenciado una conversación similar cuando una amiga planner intentaba explicarle a otra amiga periodista en qué consistía su cometido.
El trabajo de este Jefe de la Sección Hora del Real Instituto y Observatorio de la Armada se le antoja salido de la serie El Ministerio del Tiempo. Uno más de los intentos desesperados del Hombre por contralar lo inaprensible, por comprenderlo todo.
El último segundo intercalar anterior al de esta semana se introdujo en 2012. Le parece increíble que en la época del iWatch se tengan que corregir los segundos imperfectos. Y que lo haga una persona que vive en Cádiz para decenas de compañías, entre las que se encuentra la administración pública. Sí, sus relojes tienen el mismo segundo extra que usted. Vivir para ver.