Revista Arte
Cuando el millonario heredero norteamericano Archer Milton Huntington (1870-1955) visitó México de adolescente quedó fascinado por la cultura hispana que allí presenció. De sus viajes y su pasión cultural le surgió la idea de crear un gran museo que pudiese albergar todo aquello que lograra coleccionar. En 1892 viaja a España por primera vez y ya no dejó de tener la obsesión de que ese museo fuese para ilustrar y dar a conocer la historia y la cultura hispana. Visitó Sevilla en muchas ocasiones y la ciudad le llegó a ofrecer incluso el título de Hijo Adoptivo. En un segundo matrimonio se casó, en 1923, con la escultora Anna Vaughn Hyatt (1876-1973), la cual era, además de una excelente artista, una gran aficionada a los animales y su anatomía.
Posiblemente por su afición a los caballos y la pasión de su marido por la cultura española es por lo que en 1929, con motivo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla (España), el matrimonio Huntington hace la donación de la estatua del héroe medieval español Rodrigo Díaz (1050-1099), conocido como el Cid Campeador, a la ciudad de Sevilla. De la representación escultórica ecuestre del Cid Anna Huntington realizó varias estatuas, la de Sevilla, la de Nueva York (en la Hispanic Society), las de San Francisco y San Diego (California) y la de Washington D.C.
La primera divulgación que se hizo del héroe español fue la narración conocida como El Cantar del Mio Cid, escrita en castellano medieval en el año 1200, donde se cuentan los últimos años del Cid. Narra primero el destierro y la deshonra del caballero después de ser acusado falsamente, luego la gran victoria frente a los musulmanes almorávides, conquistando la ciudad de Valencia en 1094. Como homenaje por esta conquista se acaban concertando los matrimonios de las hijas del Cid con unos nobles, para así conferir dignidad de Señor a Rodrigo Díaz. Continúa el relato con el ultraje y violación de las hijas del Cid en un bosque castellano, lo cual, según la tradición, supone el repudio de los infantes a sus esposas. El Cid consigue la nulidad de esos enlaces y además, ante el asombro de todos, los matrimonios para sus hijas con la realeza de algunos de los reinos peninsulares. De esta forma la narración mantiene una línea literaria del tipo: pérdida-recuperación-pérdida-encumbramiento.
Siglos más tarde, fue la literatura francesa la que glorificó la figura del héroe hispano en la obra El Cid del dramaturgo francés Pierre Corneille (1606-1684). Esta representación del caballero castellano tiene lugar, incorrectamente, en Sevilla en los años del Cid, una licencia literaria que el autor se toma ya que entonces Sevilla pertenecía al reino taifa del árabe Al-Mutamid. En la historia real este rey árabe de Sevilla sí solicitó a Rodrigo Díaz en 1082 -cuando el caballero castellano acudió a recaudar el tributo para el rey Alfonso VI- que le ayudase en su guerra con el otro reino peninsular árabe de Granada; al conseguir la victoria el pueblo sevillano le nombró Sidi Campidoctor -señor en batallas campales- al regreso al reino de Al-Mutamid. Pero, sin embargo, esta obra dramaturga francesa dió a conocer la figura del héroe hispano fuera de España hasta que otro autor, norteamericano en este caso, creó la producción cinematográfica El Cid en 1961. El productor Samuel Bronston y el director Anthony Mann consiguieron universalizar aún más la figura histórica y legendaria de Rodrigo Díaz, el Cid.
Muchos hispanistas han existido en las Artes y en la Historia de España. Desde siempre la fascinación por la gesta, la cultura, la historia, la leyenda, la pasión y la curiosa realidad de un pueblo que luchó durante ochocientos años casi para configurar su Estado, y que después volvió a luchar para conquistar medio mundo, y que todavía después se llevó parte de su historia para preservar su legado, han sido elementos que han fascinado y fascinan a muchos amantes del mundo hispano. Hasta en la cultura popular se ha llegado a intercambiar con el mundo anglosajón, por ejemplo, canciones y voces que han conquistado, en esta ocasión, el alma y las emociones de sus aficionados. Como la canción escrita en el año 1967 por el norteamericano Bob Crewe (1931), No puedo quitar mis ojos de ti. Cantada en español por el gran cantante inglés Matt Monro (1932-1985) allá por los años sesenta, y cantada, ahora también, por la joven y bella cantante sevillana Alba Molina.
(Fotografía de la estatua ecuestre del Cid en Sevilla; Fotografía de la escultura del Cid en el patio de la Hispanic Society de Nueva York, ambas de la escultora americana Anne Huntington, 1927; Fotografía actual de la plaza sevillana donde se encuentra la estatua del Cid; Fotografía de la misma plaza y su estatua en 1929, Sevilla; Cuadro del pintor Ignacio Pinazo, Las Hijas del Cid, 1879; Fotografía del monasterio castellano de San Pedro de Cardeña, en Burgos, fundado en el año 889, y en donde fue enterrado el cuerpo del Cid, y el cual fue trasladado a la Catedral de Burgos cuando su tumba en el monasterio fue saqueada por las tropas napoleónicas en 1809; Fotografía de Anna Huntington, 1915; Fotografía de Archer Milton Huntington, 1905.)Vídeo de la película El Cid, 1961; Vídeo del cantante Matt Monro; Vídeo de la cantante Alba Molina:
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