El hígado
Figura H-01. El hígado y el páncreas con respecto al duodeno. Figura H-02. Sistema de venas porta Figura H-03. La bilis Figura H-04. Cálculos biliares
El hígado es el segundo órgano más grande en el ser humano,
solo siendo superado por la piel, y adicionalmente es el que posee el mayor
poder de regeneración.
En el feto, el hígado es un órgano de eritropoyesis, es decir
sintetiza glóbulos rojos, y posteriormente juega un papel importante en la
destrucción de los glóbulos rojos y el reciclaje de sus componentes.
Una de las funciones preponderantes del hígado posterior al
feto es la de filtro de toxinas, de la sangre, ya sea a través del sistema de
venas porta o de la sangre sistémica.
Como glándula, el hígado segrega la bilis, la cual es
liberada a los intestinos y sirve como un emulsificador de las grasas haciéndolas
solubles en agua, o juntándolas en burbujas más pequeñas.
El hígado también posee una función de almacenamiento tanto
de carbohidratos, como de proteínas y grasa. De hecho es en el hígado donde se
segrega la lipoproteína de alta densidad “HDL” así como la lipoproteína de baja
densidad “LDL”. LDL sirve para distribuir grasa por medio del torrente sanguíneo,
mientras que HDL sirve para recuperar la grasa que se almacena en el tejido
graso o en las paredes de las arterias y capilares. El HDL se produce cuando el
cuerpo requiere de energía, es decir, durante el ejercicio para ingresarlo al
ciclo de la oxidación de las grasas en el metabolismo celular.
Todos los vertebrados poseen un hígado. Dentro de los
protocordados “que ya vimos” se forma un ciego bastante evidente, el cual se
encuentra en la posición aproximada del hígado en el embrión. Al igual que el hígado,
el ciego de los cefalocordados posee un sistema de venas porta.
Aunque los detalles difieren, la estructura microscópica del hígado
es básicamente la misma a través de todos los vertebrados vivos. Está compuesto
por capas de hepatocitos, separados por vasos sanguíneos capilares que conectan
las venas porta, las venas sistémicas y la arteria hepática.
El producto glandular más importante del hígado es la bilis
que se almacena en la glándula biliar en la mayoría de los vertebrados. Sin
embargo, esta glándula está ausente en los peces ciclóstomos, la mayoría de las
aves y algunos mamíferos. La glándula biliar no es solo un órgano de
almacenamiento, sino que también es un órgano de filtrado, esta extrae agua de
la bilis concentrándola.
Una vez allí lo único que detiene la secreción de la bilis y
los jugos pancreáticos es el esfínter de Oddi o también llamado esfínter hepato-pancreático,
que se encuentra justo en la pared del duodeno. Cuando la comida es liberada
por el píloro “tercer parte del estómago” con un pH neutralizado, el duodeno
segrega colecistoquinina o CCK en la
sangre por el sistema porta. Cuando CCK llega a la vesícula biliar esta se
contrae y el esfínter de Oddi se abre, liberando el contenido en el duodeno.
Los ácidos biliares actúan como un detergente solubilizando
la grasa y las proteínas no solubles en agua provenientes del estómago, aunque
en el proceso se convierten en sales. Una vez que las grasas han sido
absorbidas, las sales biliares son reabsorbidas y devueltas al hígado por el
sistema de venas porta.
El color de la bilis se debe a un producto de excreción “una
de las pocas sustancias que realmente se excretan por el ano”, y es la
bilirrubina, el producto final de la degradación de la hemoglobina por parte de
los macrófagos en el vaso, el tuétano óseo y el hígado.
La bilis también puede dar lugar a cálculos biliares “piedras
que obstruyen los ductos” y pueden producirse en cualquier punto del circuito
hepato-biliar. Se producen por una alteración en el equilibrio del colesterol y
las sales biliares. Cundo existe mucho colesterol y pocos ácidos biliares, este
no se procesa adecuadamente y no se absorbe. En consecuencia el colesterol se
supersaturam, lo que hace que sus moléculas se insolubilicen, cristalizándose de
forma sólida en piedras. Los cálculos biliares son más comunes en las mujeres
que en los hombres.
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