Revista Cultura y Ocio

El hilo de Ariadna

Publicado el 13 enero 2024 por Benjamín Recacha García @brecacha

(Inspirado en el cuadro Felicidad, de Dionisio Baixeras. Museo de Bellas Artes de Asturias) 

Ariadna cose la red, sin prestar atención a las palabras melosas de los muchachos que, al final del día, reunidos en la taberna, se cuentan unos a otros cómo estuvieron a punto de vencer su coraza de indiferencia. 

A medida que avanzan la noche y los tragos de vino, el éxito se les antoja más cercano, de modo que a la mañana siguiente un nuevo pretendiente se tumba en la arena junto a la joven de corazón helado. Eso dicen quienes se dan por vencidos en la conquista, que tiene el corazón de hielo y el alma gris, pero yo sé que no. 

La observo remendar las redes frente a su madre, mientras el padre prepara los aparejos para una nueva jornada de pesca, y veo que lo hace con delicada firmeza. La imagino tejiendo los hilos de oro para un Teseo que solo ella conoce. Los imagino a ambos zarpando en la barca, en busca de nuevos puertos donde poder pasear su amor. 

Me pregunto quién será él; quizá un pescador que se hizo a la mar meses atrás, y ella lo espera paciente durante las largas jornadas de faena sentada en la arena. O quizá no; puede que por ahora solo exista en su mente, y lo moldea al ritmo que marcan sus ágiles dedos con la aguja. 

Me fijo en la madre, y me pregunto si también hubo un Teseo en su juventud; si es que al final sucumbió a la insistencia de alguno de los jóvenes pescadores que la rondaban mientras cosía. Me pregunto si es posible que aún conserve un rastro de ilusión que la empuje a tejer un hilo invisible, pero no; su tiempo pasó. Ya hace mucho que transcurre entre agujas y redes, y así seguirá hasta que la artritis lo impida. 

Miro a esa mujer mayor, que permanece impasible en la misma postura que adoptó tantos años atrás, y al hombre que un día, como el joven que ronda a su hija, la cortejó tumbado en la arena. Qué alejado está ahora. 

¿Es eso lo que le espera a Ariadna? ¿Una vida entre redes y agujas junto a un pescador que, cuando venza su indiferencia, se alejará de ella? 

No te resignes. Continúa moldeando a tu Teseo; no dejes de tejer el hilo para él; porque, si tienes paciencia, si lo deseas lo suficiente, un día se tumbará junto a ti en la arena. Algo te empujará a mirarlo, quizá su silencio, porque no llegará acompañado de vacías palabras melosas, y entonces sabrás que es él y sonreirás. 

Algún día. 

Ten paciencia. 

Ya falta poco. 


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