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El Hobbit: La desolación de Smaug. Sabor de aventura

Publicado el 11 diciembre 2013 por Banacafalata
EL HOBBIT: LA DESOLACIÓN DE SMAUG El Hobbit: La desolación de Smaug. Sabor de aventura
El Hobbit: La desolación de Smaug. Sabor de aventura
Título Original: The Hobbit: The Desolation of Smaug Director: Peter Jackson Guión: Philippa Boyens, Peter Jackson, Fran Walsh, Guillermo del Toro Fotografía: Andrew Lesnie Música: Howard Shore Intérpretes: Ian McKellen, Martin Freeman, Richard Armitage, Ken Stott, Graham McTavish, William Kircher, Stephen Hunter, Dean O'Gorman, Aidan Turner, John Callen, Peter Hambleton, Orlando Bloom, Evangeline Lilly, Lee Pace, Benedict Cumberbatch, Cate Blanchett, Sylvester McCoy, Luke Evans, Stephen Fry Distribuidora: Warner Fecha de Estreno: 13/12/2013 La primera entrega de El Hobbit supuso una decepción absoluta. Todos los temores que se produjeron al conocerse la noticia de que Peter Jackson haría una trilogía de un material tan breve, acababan por imprimirse en la pantalla. El Hobbit: Un viaje inesperado, era una película completamente perdida, arrancaba y parecía que nunca tenía demasiado claro cuál era la dirección que debía tomar ese viaje. Además, dejaba la agria sensación de que la película echaba el freno constantemente. Como si tuviera la necesidad de pararse a repostar para alagar ese viaje, con lo que llegaba una sensación de falta de ritmo abrumadora. Una película de tres horas que acababa haciendo de ese viaje un completo suplicio, que sin saber muy bien a dónde quería llegar, parecía que nunca iba a acabar ese viaje interminable. La película contaba con los peores tics de la saga de El Señor de los Anillos (introducción continua de personajes sin ningún tipo de presentación, actos que suceden debidos principalmente a la necesidad de la épica sin contar con desarrollo) y ninguna de sus ventajas.
Por suerte, parece que Peter Jackson se ha dado cuenta de todos los errores de la primera entrega, y los ha corregido en esta segunda entrega. Haciendo de ella una película de aventuras extraordinaria, más cercana al tono que en su día dejó La Comunidad del Anillo, que del resto de las entregas. Y allí, donde Un viaje Inesperado comenzaba completamente muerta, La desolación de Smaug llega como una película llena de vida. Ya, desde el principio, nos olemos que algo va a cambiar. Un pequeño prólogo, que sirve a Peter Jackson para hacer un cameo al más puro estilo Hitchcock y que parece decir que esta película va a ser más suya que la de Tolkien, nos introduce a un lúgubre pub donde Thorin y Gandalf mantienen una conversación sobre la necesidad del primero de coger el testigo de su padre como rey. Este pequeño prólogo de apenas de cinco minutos, se convierte en un acertado arranque, que no sólo sitúa al espectador que no haya visto la anterior entrega, sino que además, fija ya desde el comienzo y de manera esclarecedora, cuál es el fin del trayecto de la película. Si nos quejábamos precisamente de que Un viaje inesperado era una película que parecía no llevarnos a ninguna parte, en La desolación de Smaug esto se arregla nada más comenzar. Tanto el espectador, como los personajes, tienen ya constancia de cuál es el fin de la travesía y el lugar hacia donde el filme debe ir. El Hobbit: La desolación de Smaug. Sabor de aventura
Tras este sensato comienzo, la película empieza dónde acabó la anterior. Es cierto que no cuenta con una presentación como tal, uno de los mayores errores de Jackson al afrontar esta trilogía, pero con su prólogo es capaz de disimular este error de manera sensata. A partir de aquí, nuestros protagonistas se embarcan en una aventura continua, no hay lugar para grandes batallas, si no para pequeñas escenas realmente divertidas, en los que se tendrán que enfrentar con todos los contratiempos que se encuentren por el camino. La acción está unida de forma inteligente, desde que al principio les veamos huir de un oso cambia-pieles, dando pie a un ritmo vertiginoso. Las huídas de arañas gigantes, de elfos, o el uso de los barriles como medio de evasión y ocultación, demuestran continuamente un poder de inventiva que te invita a su completo disfrute. En este sentido de la aventura más clásica, ayuda también al funcionamiento de la película, la perfecta utilización de sus dos protagonistas, la presencia de Thorín y Bilbo cobra mayor importancia, cada uno sabe cuál es su momento, y se reparten las escenas como si fueran dos grandes estrellas del Hollywood clásico. Como si estuviéramos una gran película de aventuras de la Warner protagonizada por Errol Flynn y Clark Gable, y tuvieran que compaginar a la perfección la necesidad de protagonismo de ambos. Incluso Gandalf, cuya parte es la más endeble de todas las de la película, pues parece que se concentre en su personaje toda la necesidad de frases rimbombantes con un fuerte sentido trascendental, queda relegado a un segundo plano. Dejando de este modo, que el desenfreno de sus protagonistas sea el que tome el mando de la película. Y es que una vez encontrado el tono de la historia, una de los principales fallos de la primera, que se perdía sin saber a qué clase de público se dirigía, parece como si el mago gris no debiera tomar parte de ella. Y es que La desolación de Smaug es ante todo una gran novela de aventuras juveniles, los chascarrillos claramente infantiles de la primera, se tornan en bromas algo "picantes". La acción se siente menos violenta y más imaginativa. Peca de la inocencia que tenía la primera entrega de El Señor de los Anillos, y como en aquel caso, saca partido de ello, y es que sus protagonistas tienen más de alegría que despertaba Frodo en aquella entrega, que del héroe martirizado de las secuelas. Porque Peter Jackson sabe alejarse de lo anteriormente planteado a la forma de contar la historia, algo que beneficia a la película. No hay ninguna duda de que La desolación de Smaug es la película mejor narrada de la saga, junto a La Comunidad del Anillo. Pero también conserva todas las cosas que hicieron grande a la trilogía anterior. Su potencia visual continúa intacta, además a Jackson se le da mejor dirigir escenas de acción pequeñas, que grandes batallas, donde perdía por completo el sentido de la acción, y la película se ve aventajada por la ausencias de éstas. Las portentosas imágenes, la cuidada fotografía, y el inteligente uso de la banda sonora de Howard Shore, en línea de la de todas las películas anteriores, hacen de la película un cuento bellísimamente ilustrado. El Hobbit: La desolación de Smaug. Sabor de aventura
Quizá en su recta final sea cuando más se acerca al tono épico, pero éste nunca llega del todo, entregándose siempre a la aventura más que a la batalla. La maldad destructora de ese dragón llamado Smaug, al que da voz de manera imponente Benedict Cumberbatch, acaba formando a un villano terrorífico y estimulante. Su encuentro con Bilbo, todo un desafío de pericia, recuerda irremediablemente al que tiene con Gollum en la primera entrega. Pero existe una diferencia entre ambos encuentros, el de Gollum llegaba a mitad de la acción final, en lugar de dar pie a un gran final, lo cortaba por completo, partiendo el ritmo. Como si en la sala de montaje se hubieran encontrado con la imperiosa necesidad de meter esa escena, pero no saber muy bien donde hacerlo. Aquí esa conversación entre Bilbo y Smaug es el desencadenante para un gran final, en el que de nuevo los enanos vuelven a mostrar su gran sentido de la imaginación. Y es que la forma de luchar contra el dragón, está más cercana a las maniobras traviesas de Los Goonies, que a la entrega sacrificada de un héroe de acción. Sí, es cierto que Jackson no se atreve a cerrar por completo la película, dejando un cliffhanger demasiado episódico para una película, pero los actos que preceden a dicho cliffhanger resultan tan divertidos que hasta resulta fácil de perdonar este pequeño defecto. Peter Jackson se aleja de Tolkien, introduce personajes con inteligencia, que no estaban en la obra del autor como la elfa Tauriel a la que da vida Evagine Lilly o la presencia de Legolas. Y deja de lado la trascendencia de las anteriores de la película a la aventura en el sentido más clásico, y finalmente, termina ganando. Porque lo mejor que podemos decir de La desolación de Smaug es que es completamente distinta a Un viaje inesperado. Es más divertida, es más consciente de sí misma y sobre todo sabe hacia dónde debe dirigirse, y jamás se desvía de ese camino, haciendo que dentro de su larga duración, jamás se haga pesado lo que vemos, e incluso nos quedemos con ganas de más aventuras. El logo de la Warner al principio aparece en 3D, pero bien podría ir en tecnicolor, porque aquí llegan las aventuras de siempre, las que hacen las delicias de grandes y pequeños. Las que convertían a los niños en ávidos piratas después de ver El Capitán Blood, o intrépidos arqueros después de ver Las aventuras de Robin Hood. Y es desde ese gran sentido de la aventura, lo que hace de El Hobbit: La desolación de Smaug una de las películas más divertidas y sorprendentes de estas navidades. Y es que hasta el espectador más reticente a disfrutar con ella, acabará llegando al punto en el que se dará cuenta, que no puede hacer más que rendirse a su fascinante diversión.

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