A ustedes no les pasa que cuando la temática de una película es de un determinado tipo se tiran a ella como si la vida les fuera en ello, en mi caso debo reconocer que hay unas cuantas temáticas de las que no intento perderme ningún trabajo. Mafia, trenes, bélicas entre otros muchos, y también el cine de cárceles, con sus variantes como podría ser el de fugas, es algo a lo que no me puedo resistir con lo cual en cuanto tuve la oportunidad que postre ante esta gran película.
Lo primero que hay que contar de esta realización es que de principio a fin es una denuncia absoluta del sistema carcelario, la figura de Stroud (Burt Lancaster) le sirve de narrador y denunciante de dicha situación al director Frankenheimer. Un hombre que ha pasado toda su vida dentro de instituciones penitenciarias y que conoce mejor que nadie la vida que se desarrolla dentro de ellas, incluso lo que las mismas pueden hacer con las personas y en que convertirlas.
Su vida es la historia de un optimista, de un luchador que pese a tener una existencia totalmente condicionada por los barrotes de acero no ceja ni un solo momento de su vida a la hora de luchar en lo que cree, este tesón es lo que realmente le mantiene vivo. De forma contrapuesta encontramos el personaje del alcaide Harvey Shoemaker (Karl Malden), una persona que ha vivido siempre en libertad aunque trabajando en instituciones penitencias, y que ni es ni mucho menos la mitad que feliz que su coetáneo compañero el reo Stroud.
Este planteamiento tan curioso es el que prevalece toda la película, por supuesto dando muchos más minutos en el film al presidiario que a su cuidador, nos interesa mucho más la vida del que está ahí por la fuerza que del que lo hace de forma voluntaria. Porque ya que se me acaba de pasar por la mente minutos habría para todos, la película me parece realmente extensa, no hubiera sido necesario tanto metraje, pero es lo que es y esto no la descalifica a la hora de considerarla grande.
Durante la narración somos testigos de todas las etapas por las que pasa la vida de tan particular personaje, desde el desmesurado amor a su madre, su único contacto con el exterior, y que desmuestra cierto complejo de Edipo que no llega a sacudirse definitivamente. Hasta el momento en el que se le ingresa en Alcatraz y donde tiene que dejar atrás todos sus estudios de ornitología y la cría de pájaros, en su nuevo hogar de nuevo permanecerá incomunicado y volver a ver a su viejo amigo Shoemaker, siendo testigo de lo que la vida ha hecho con ambos después de los años.
Las etapa del largometraje en la que nuestro protagonista está inmerso en la cría de pájaros y sobre todo implicado al máximo en la cura de sus enfermedades, me parece la mejor de todo el conjunto. La metáfora de la existencia de las jaulas dentro de las celdas que no vienen a ser otra cosa que su vez jaulas de nuevo, me parece muy interesante. El que Stroud críe pájaros siendo un condenado a cadena perpetua entra en contraposición a su destino, se supone que no hay animales más libres que los pájaros, aunque como nuestro amigo comenta en uno de sus diálogos, "Mi futuro es el mismo que los canarios, pasar mi existencia entre barrotes".
El que el realizador haya hecho este trabajo en blanco y negro le añade fuerza narrativa, me parece un acierto total, no solo la imagen está cargada de sentido, los diálogos son de lo más importante siempre encontramos en ellos a dos partes contrapuestas, en las que ambas pretenden llevar la razón, esta lucha dialéctica tiene una grandísima importancia en el trabajo. La película goza de actualidad sigue vigente, este es quizás su secreto de éxito, probablemente en la totalidad de la temática que trata, pero estoy seguro que la problemática que denuncia sobre las condiciones del preso, en nuestros días no son mucho mejores que las vividas por Stroud.
TRONCHA