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El hombre que amaba a las mujeres ( François Truffaut, 1977)

Publicado el 26 abril 2013 por Danny @danielbermeo
El hombre que amaba a las mujeres ( François Truffaut, 1977)
 Se llamaba Enrique y siempre fue diestro a la hora de la conquista; rara era la mujer que se resistía a sus encantos porque con la labia la "engatusaba" y de esa manera lograba su objetivo. Vivió una vida bandida por más de 30 años hasta que asentó cabeza y una mujer logró conquistar su corazón. Vivieron por diez años juntos y procrearon dos hijos hasta que por diferencias irreconciliables, argumento firmado en el divorcio, tomaron rumbos distintos y salvo por obligaciones parentales volvían a verse. Enrique ya maduro se entretenía buscando mujeres más jóvenes que él; gracias a su sex appeal rara vez era rechazado, pero nunca más volvió a enamorarse y en medio de esa incertidumbre dejó este mundo.
Para muchos esta puede ser la historia de algún conocido cercano; para otros la historia sacada de algún relato común, lo cierto es que marca un punto interesante sobre las relaciones entre hombres y mujeres, algo que siempre en la historia del cine los directores han querido interpretar. Por decir algo, el universo femenino siempre ha sido un tema interesante para muchos de ellos. Almodóvar tiene su ya siempre bien marcado estilo en el que aborda un sinfin de temas relacionados al sexo femenino. Hay otros que se detienen y van mucho más allá  ese era el caso de Truffaut que en 1977 ofreció una estilista e interesante película sobre esta magnífica premisa. El hombre que amaba a las mujeres (El Amante del amor en España) se centra en la historia de Bertrand, un mujeriego empedernido que nos narra su vida y cómo durante tantos años ha lidiado, enamorado, seducido y fascinado a muchas mujeres, de todo tipo, de toda clase y de toda edad. ¿Por qué sin ser un tipo agraciado físicamente las mujeres lo buscaban? Esa era la cuestión.
El hombre que amaba a las mujeres ( François Truffaut, 1977)
L'Homme qui Aimait les Femmes (titulo original) es una película espléndida dibujada con el mejor de los pinceles que mezcla drama, comedia y romance de una exquisita manera resultando deleitable. Un estudio sigiloso sobre las relaciones, puestas desde una perspectiva diferente. Hace un maravilloso discurso sobre un hombre amante de las mujeres, pero no por simple "casanova" sino como un verdadero admirador del sexo opuesto. Bertrand nace de una madre prostituta y desde pequeño debe lidiar con el destino que se le ha trazado: su madre no lo quiere, lo ignora y él sufre en silencio. Debe soportar a los amantes de su madre y a veces indaga con curiosidad en los escritos y cartas que ella mantiene con sus hombres. Pero eso no detiene el placer que siente por las mujeres mientras crece, al contrario, lo intensifica y busca explorar con premura ese ser maravilloso, indecifrable para él, místico y único. Nos habla de su belleza, de la nobleza de ellas, hace comparaciones, clasifica a las mujeres, busca intercambiar miradas, palabras, cada una es una historia diferente, cada una tiene algo que contar, quizás iguales en forma pero distintas en fondo y es e ese acentuado interés que con ternura, sencillez y encanto logramos empatizar con el personaje interpretado por Charles Denner y en su recorrido conectamos con cada peripecia suya. Contemplamos cómo las mujeres caían ante él, no tanto atraídas por su físico, sino por todo lo que él transmitía con sus palabras, con su sola presencia. La caballerosidad, el cuidado con las palabras, la manera de tratarlas eran toques puntuales que las enloquecían, y él sabía cómo ganárselas; pero más que una aventura pasajera para él era una verdadera y genuina experiencia. La mayoría de sus relaciones eran muy cortas, de una noche, pero con algunas logró vivir algo más intento, pasional, hasta llegar al enamoro.  El film ofrece con elegancia una gama amplia de todo tipo de mujer, desde aquella que reniega de su físico, hasta la cuarentona que solo quiere relaciones con jovencitos; cada una de ellas es una caja de sorpresas. Bertrand las observa y nos da sus conclusiones, era un gran admirador de las piernas de las mujeres (constantemente mientras se pasea por las calles la cámara recorre todo tipo de piernas femeninas), manifestaba un inusitado interés a aquellas que mientras caminaban con su falda lograban mantener un vivo compás melodioso de la que el mundo entero agradecía.
El hombre que amaba a las mujeres ( François Truffaut, 1977)
El film se mantiene por la calidad de su guión, asombroso, que logra explorar con denuedo muchas experiencias sin cansar, debido al toque de humor al que se les inyecta. Truffaut hace un acercamiento a las relaciones en plena década de los '70, cuando mujeres aburridas de sus matrimonios eran capaces de hacer lo que fuera por estar a lado del hombre a quien amaban. Por eso podemos pensar que el director está ante su obra más autobiográfica, el abanico de posibilidades, la descripción del protagonista y su interés puede verse revelado en los diálogos que Truffaut entrega. Uno de los pensamientos que más se hacen hincapié a lo largo del film es el hecho de la libertad en las relaciones: "Somos libres" repite una y otra vez Bertrand a sus amantes, quizás con el solo propósito de no "atormentarse" por las consecuencias que pueda generar algún enamoramiento. Para él la idea de matrimonio no podía ser concebida, y ese pensamiento sigue arraigado en nuestra sociedad con mayor intensidad; por eso es que este relato es un acercamiento puro, real y honesto al tan manido tema del amor. Es hasta visionario, inclusive.
El hombre que amaba a las mujeres ( François Truffaut, 1977)
Pero Bertrand no solo expresa amor hacia las mujeres; ciertamente son su punto de mayor interés, pero él manifiesta amor hacia los libros. Desde pequeño, dado a que en su casa no podía ni siquiera moverse se vio en la obligación de ocupar su tiempo en la lectura; ya de adulto siguió conservando esas innatas cualidades y es eso lo que provoca en él escribir un libro contando sus experiencias. El oficio en el arte de la literatura vuelve a manifestarse en un film, y aquí contemplamos desde la misma etapa de la concepción hasta un final bastante inesperado, por catalogarlo de algún tipo. A muchos de los escritores se les dificulta encontrar un buen título, a otros, un buen final; Bertrand padecía de ambos, no era escritor, él solo narraba sus experiencias en hojas, aunque recibiese críticas (la primera de ellas fue de la mecanógrafa que se sentía mal leyendo lo que él escribía sobre las mujeres); el placer de ser leído era ya un síntoma de felicidad. Para él, la felicidad eran los libros... y las mujeres. Su pasión desbordó incluso hasta la muerte. Truffaut no engaña ni se inmuta, nos hace reflexionar una vez más, invita a que pensemos ¿Qué atrae a los hombres de las mujeres? y ¿Qué atrae a las mujeres de los hombres? Un tema complicado, un mundo de distancia, la comprensión quizás jamás la tengamos, y esta es solo una ventana abierta a muchas otras posibilidades. 

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