Revista Cine
Paul Leni es una de las figuras menos reconocidas del cine alemán expresionista de los años 10 y 20 del siglo pasado. Aunque el mítico Henri Langlois lo consideró una de las eminencias grises del expresionismo germano por la influencia que tuvo entre sus contemporáneos en el extravagante diseño de los sets, una muerte prematura -por una infección en la sangre que derivó en un mortal envenenamiento- hizo que su figura se diluyera en el tiempo. Al morir, se encontraba iniciando una fructífera carrera hollywoodense -como lo harían antes o después otros cineastas alemanes famosos como Murnau o Lang- que lo había llevado a trabajar con presupuestos inimaginables en Europa.
El Hombre que Ríe (The Man Who Laughs, EU, 1928), su largometraje número 12, penúltimo de su filmografía y tercero en Estados Unidos, no es una cinta expresionista, aunque hay elementos visuales en ella fácilmente identificables con esa corriente. Se trata, más bien, de un desbordado melodrama de acción basado en la novela homónima de Victor Hugo y protagonizado por el gran Conrad Veidt, uno de los actores predilectos de Leni e intérprete clave de la época -había sido Cesare en El Gabinete del Dr. Caligari (Wiene, 1920) y encarnaría a Jaffar en El Ladrón de Bagdad (Powell et al/1940) y al mayor Strasse de Casablanca (Curtiz, 1942).
En la Inglaterra del siglo XVII, el cruel Rey James II (Sam de Grasse) manda torturar y ejecutar a un noble que se le enfrentaba. Bajo la supervisión del sádico bufón Barkilphedro (Brandon Hurst), el hijo del noble defenestrado es entregado a unos gitanos robachicos que le mutilan la boca, dejándole una siniestra sonrisa permanente en el rostro. Recogido por el "filosólofo" Ursus (Cesare Gravina) que escribe obras "mejores que ese tal Shakespeare", el niño crece para convertirse en Gwynplaine (Veidt), la máxima atracción del bondadoso teatrero trashumante. Por supuesto, Gwynplaine ha crecido traumatizado por la deformidad que causa tanta gracia a quienes lo ven y, por eso mismo, no quiere consumar el amor bien correspondido que siente por la angelical ciega Dea (Mary Philbin), una huérfana que él mismo encontró cuando era una bebé. Cuando Barkilphedro se entere que Gwynplaine sigue vivo, el patético payaso de risa permanente será una perversa arma que el perverso bufón usará para vengarse de la destrampada Duquesa Josiana (muy potable Olga Blacavona), quien está disfrutando de la herencia que le pertenece por derecho a Gwynplaine, por ser hijo del noble sacrificado.
Los mayores aportes de Leni estuvieron centrados en el diseño de los escenarios: el cineasta alemán pensaba, con razón, que un buen filme no puede serlo si no se parte de la visualización del ambiente en el que se moverán los actores, en donde se llevará a cabo la acción. Si no se piensa en los escenarios como parte fundamental del filme, afirmaba Leni -fue uno de los primeros en tratar este tema por escrito-, entonces cualquier buen carpintero puede ser el diseñador de producción de una película.
El Hombre que Ríe es un ejemplo muy depurado de las ideas que Leni defendía. Los escenarios en este filme tienen, en efecto, una conexión directa con los personajes y sus acciones: los grandes salones en los que la imponente Reina Ana (Josephine Crowell) obliga a la corte a escuchar sus interminables conciertos; la trastabillante pero cálida carreta en la que se mueven Gwnplaine, Dea y Ursus; la decadente habitación en donde la suculenta Josiana le avienta los chones -casi literalmente- a Gwnplaine; las atestadas calles de los barrios bajos londinenses en las que el payaso de risa permanente es un auténtico ídolo... Y ojo: el cuidado que Leni tenía en los escenarios no convierte a El Hombre que Ríe sea un filme inerte. Todo lo contrario: la cámara de Gilbert Warrenton se mueve ágilmente por los sets, captura con eficacia las escenas de acción y nos ofrece algunos encuadres tan sugerentes como imaginativos (¡ese desnudo fugaz de Blacavona visto a través de una cerradura!).
Es cierto que los elementos exageradamente melodramáticos hacen crujir la película más de una vez -Conrad Veidt no es tan interesante en plan sufridor, la verdad sea dicha-, pero los elementos visuales ya descritos, la chabocha devoradora encarnada por Miss Blacavona, las secuencias de acción bien ejecutadas y la participación de un heroico perro vengador llamado "Homo" hace de El Hombre que Ríe uno de los filmes más disfrutables que he visto en este inicio del 2011.
PS. En la página de la Cineteca se afirma que Bob Kane se basó en el Gwynplaine de Conrad Veidt para crear a "El Guasón". No encontré ninguna referencia a esto en los textos sobre Paul Leni que revisé, pero como sé de la seriedad de los señores de la Cineteca, no tengo duda que sea como ellos dicen.
El Hombre que Ríe se exhibe hoy jueves en la Cineteca Nacional y está disponible en un DVD de Región 1.