The quiet man (John Ford, 1952. EEUU): delicioso e inmortal cuento de amor a unas raíces (las irlandesas) en uno de los trabajos más celebrados (aquí ya en la senectud de su trayectoria profesional aunque aún le quedaba alguna obra maestra que otra que realizar) de Sean O’Feeny, mundialmente conocido como John Ford, uno de los intocables de la primera Edad de Oro de Hollywood, además de posiblemente el mejor director de westerns junto a Howard Hawks. Sus idílicos escenarios rodados con Technicolor hacen que su colorista fotografía convierta al film en una auténtica explosión de belleza (ya verla en versión restaurada o BluRay debe ser algo inenarrable). El atractivo de la pelirroja Maureen O’Hara es insuperable. Más cercana a la comedia entrañable que a otro tipo de género más solemne, es una película transparente y sin pretensión alguna más que la de hacer disfrutar.