Revista Arte

El hombre vacío

Por Lasnuevemusas @semanario9musas
El escritor turco Yusuf Atilgan (*1921, Manisa-+1989, Estambul) viene a engrosar tardíamente con su primera novela, Un hombre ocioso (1959), el retrato de la alienación del hombre moderno urbano. Y aunque su aportación fue tardía, esta novela se lee aún hoy como actual.

Siguiendo el camino ya iniciado en los años veinte del siglo pasado por la novela estadounidense y europea de vanguardia y técnica literaria experimental -W. Faulkner, John Dos Passos , Knut Hamsun, E. A. Poe, Alfred Döblin y otros-, Atilgan construye un personaje a la justa medida para facilitar su propósito.

C., que como al K. de Kafka conoceremos sintomáticamente solo por la inicial, es ese hombre ocioso, anónimo, uno de tantos que pueblan el gran Estambul y podrían poblar, con ciertas diferencias que caracterizan costumbres turcas específicas, cualquier otra gran urbe. Como el flaneur de Baudelaire hiciera en París, C. deambula por la capital turca, frecuenta a artistas en su taller de pintura, va de vez en cuando al cine, come en restaurantes, vive por dejar pasar el tiempo, bebe y fuma mucho, como indicio de angustia existencial y busca a la mujer de su vida, lo único que mueve su voluntad y su intención. Sin embargo nada, excepto esto último, suscita su interés, por otro lado también efímero en el caso de las mujeres con las que intima.

C., de veintinueve años, es un hombre rico, que vive de la herencia de su padre y maneja el dinero a espuertas y a la gente con displicencia. Nada le satisface ni consigue interesarle. Su presunción y arrogancia, de ademán provocador, son indicio de la altanería que le proporciona la reflexión acerca de las costumbres de la gente común, a la que piensa siempre desde la crítica distancia; es un rebelde que no soporta la monotonía, la cotidianidad ni la repetición a la que abocan la vida familiar y las convenciones burguesas. Odia la hipocresía, rehúye toda responsabilidad y todo lazo estable. Es un inadaptado, un crítico automarginado de opiniones rompedoras y contundentes, que abomina de lo corriente por vulgar. Hastiado de todo, no soporta "la clase de mierda que es el hombre". Sólo al final se destapa el pasado de C. y su relación con el padre, que le convierte en víctima de un complejo de Edipo, que resta coherencia al individuo alienado de la modernidad.

Si bien su antihéroe recorre ampliamente la ciudad, Atilgan no se detiene en su arquitectura ni en sus paisajes; al autor le interesa tomar el pulso de la capital a través de su protagonista, el paradigma de ciudadano de gran urbe, a la deriva esencial y existencial. Más que Estambul conoceremos a su habitante como producto enajenado del monstruo urbano.

No es de extrañar que Atilgan sea considerado un innovador de la literatura turca a partir de esta novela, y que estuviera en el punto de mira vigilante de los valedores de las costumbres tradicionales de su país; el ambiente ciudadano que recrea el autor es el de una relación abierta y desembarazada entre la gente. C. se relaciona con un nutrido grupo de personajes que, si bien existen únicamente en función del protagonista -la excepción la constituyen Güler y Ayse, dos jóvenes mujeres con las que C. se apareja en la creencia de que ha encontrado el amor de su vida-, transmiten al lector una atmósfera de libertad, que sin duda desagradó a los guardianes de las buenas costumbres turcas del momento.

En consonancia con el tipo de novela que pretende Atilgan, el estilo literario se pone a su servicio: el autor echa mano de una amplia gama de recursos: diálogo, estilo indirecto libre del narrador omnisciente, que a veces corrige entre paréntesis las observaciones de su personaje y desemboca sin transición en el monólogo interior y el fluir de la conciencia, tan adecuados para el hombre ocioso, o las cartas de Güler a una amiga y algunas entradas del diario que escribe Ayse. Conocedor del funcionamiento del cerebro humano, es remarcable también el uso de la técnica asociativa.

Atilgan, considerado maestro de la literatura contemporánea turca, publicó, además Hotel Madrepatria (1973), llevada a la pantalla en 1987 por Omer Kavur, y otra novela, póstuma, que dejó inacabada, Canistan, en turco (2000). También es autor de relatos y de una obra de teatro.

Yusuf Atilgan Un hombre ocioso

Traducción de Pablo Moreno González

Ed. Gallo Nero, ​​2016, 248 págs.

El hombre vacío Anna Rossell

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