«La entrada del neolítico es la del abuso y la del sojuzgamiento, y en ella seguimos, inadaptados». Félix Rodríguez de la Fuente
Ayer abrí al azar dos capítulos de El Hombre y la Tierra. Recordaba con nostalgia la música trepidante, la voz grave, las pausas de dicción de Félix Rodríguez de la Fuente, que llegaron a mi infancia a través de la pantalla en blanco y negro de un televisor ruso.
Comprobé con asombro como a pesar de que las imágenes no cuentan con la calidad tecnológica de hoy, el médico Félix sigue siendo un fuera de serie: sentido de la dramaturgia, vocabulario cuidado, enfoque filosófico, riesgo físico y riesgo intelectual de un hombre precursor, visionario y valiente.Comencé a ver El Lobo y El Águila Real.
En ambos, lo primero que se cuenta es la fase reproductiva, la lobera y el nido, los cachorros y pichones, la loba y el águila hembra en constante vigilancia. Ninguna tensión y estrés en la especie comparable a la tensión y el estrés que supone el cuidado y protección de las crías. Comprendí de pronto eso que las madres llevamos inevitablemente a cuestas: la alerta, el miedo, la vulnerabilidad, el alma por fuera.
Me pregunto cada vez que veo este tipo de documentales en qué momento el ser humano se separó tanto de la naturaleza, al punto de que los feminismos hoy en día puedan llegar a defender ¡en serio! que la maternidad es un constructo cultural patriarcal.
Decía el no tan loco Leopoldo María Panero que "el hombre no es el producto de una evolución natural, sino tan sólo el resultado de una ruptura con las leyes naturales”. Y quizás tenía razón.
Pero la pregunta hoy es si esa ruptura con las leyes naturales es compatible con la vida a largo plazo. Esa ruptura nos ha llevado a poner por encima de todo los valores, los derechos y los placeres individuales, lo cual no juzgo. La civilización occidental se ha erigido sobre el ego, el individuo, hasta el punto de que hoy hemos llegado a una sociedad donde los individuos vivimos muchos años, pero la natalidad tiende a cero. Probablemente, eso nunca ha sido lo que ha "interesado" a la naturaleza, a la vida. A la vida le interesa continuar, para lo cual lo más económico sería justo lo contrario: individuos que vivan poco pero se reproduzcan mucho.
La maternidad, entendida como la capacidad de las progenitoras y progenitores de proporcionar los cuidados para la supervivencia y entrenamiento de las crías de modo tal que puedan llegar a ser adultos fuertes y capaces, ha sido quizás el sentido primitivo de la vida y desde luego, en todas las especies el proceso que más energía, estrés y protección colectiva conlleva.
En las sociedades desarrolladas actuales sin embargo, la reproducción es en general un obstáculo para las dos dinámicas fundamentales: la producción y el consumo. Todos los procesos sociales, físicos y biológicos, tienden a la infertilidad, la reproducción no elegida, la baja natalidad, la maternidad frígida, la crianza difícil, la educación institucionalizada. Los individuos no somos "culpables" y nuestra supuesta "capacidad de elegir" tan solo refleja las tendencias sociales de una época y un orden social de prioridades.
Sin creer que es el apocalipsis, las preguntas son inevitables, mientras veo a la loba de Félix que no deja de rondar su cueva... y a los humanos, que al fin y al cabo, somos una plaga que no deja de crecer.