¡Hola a todos, lectores! Me presento. Me llamo Leticia y además de ser graduada en Psicología, soy Perito Calígrafo Judicial. Lo más común es que la gente, legos o no, al cabo de los dos segundos de haber proclamado (orgullosamente) mi especialidad exclamen un gran “¡HALA, QUÉ GUAY! ¿Y si firmo en esta servilleta me dices mi puntuación de neuroticismo, agresividad y asertividad según los tests de la Super Pop, mi CI, mi probabilidad de padecer Alzheimer y el número de hijos que voy a tener de aquí a diez años?”. Pues mire usted, señor/a de a pie, no ha llamado al tarot de Alicia Galván. Yo me dedico a comprobar la autenticidad de firmas y documentos de dudosa procedencia PERO haciendo alarde de valentía y de conocimientos voy a indagar en los entresijos de esta mágica disciplina llamada grafología (que no grafística o, por ende, el estudio de la falsedad/veracidad de textos, firmas y manuscritos varios). Por cierto, el objetivo de esta introducción era reseñar la enorme confusión existente en este campo, que no es moco de pavo ni para los propios expertos.
Empecemos adentrándonos en el meollo de la cuestión definiendo la palabra grafología. En Internet es fácil dar con diversidad de definiciones de los más variopintos autores a golpe de click, desde las acepciones que incluyen ciencia, pasando por pseudociencia hasta pasatiempo. Sin embargo, estos tres alegres y peligrosos palabros pasan desapercibidos en mi definición particular. Encuentro mucho más sensato definir la grafología como, ni más ni menos, una técnica proyectiva-subjetiva que sigue la misma dinámica y está sujeta a las mismas leyes que, por ejemplo, el Test de Apercepción Temática de Murray. Bien sabemos que la personalidad se refleja en cada comportamiento que ejecutamos, y escribir no es ninguna excepción. Siguiendo esta premisa, es lógico pensar que si estamos pasando por un mal día, estamos desganados o abúlicos los renglones se nos hundan (tal y como nos encontraríamos nosotros en estos casos). Por otro lado, si nuestra ansiedad está por las nubes o sentimos impulsos homicidas hacia nuestro jefe escribiremos probablemente con más presión, al igual que nuestro pulso suele temblar cuando empezamos a escribir en un examen debido al nerviosismo. Y para ilustrar el hecho de que nuestra escritura es fiel reflejo de nuestra personalidad, veamos esta firma de una de las ‘celebrities’ más que conocidas:
Firma de Marilyn Monroe.
Norma Jean, o lo que es lo mismo, Marilyn Monroe tenía esta firma tan llamativa, voluminosa, voluptuosa, y exuberante: tal y como era ella. El hecho de coronarla con florituras, jambas muy pronunciadas (mitad inferior de grafías como la j o la y) e incluso innecesarias (la M estándar carece de dicha característica), con redondeces, ausencia de envoltura o rúbrica y firmando con su nombre artístico casa perfectamente con la personalidad y el atractivo tanto físico como psíquico de este personaje. Otra prueba fehaciente de lo anteriormente mencionado es esto…
Firma de Miley Cyrus.
…que no es precisamente la firma de alguien discreto y sin ánimos de llamar la atención.
Sobre la utilidad de la Grafología y su aplicación en informes forenses, según mi experiencia es algo limitada y no son muchos los juzgados de Instrucción que soliciten pericias grafológicas, o al menos no cuando es posible realizar otro tipo de pruebas o simplemente un informe psicológico al completo sería suficiente para satisfacer las necesidades de cada caso (y cada juez). Como he dicho antes, la grafología debe considerarse una técnica, con sus reservas y su margen de error correspondiente. Sin embargo, lo que sí es verdaderamente práctico es la llamada Psicografología Patológica o el estudio del estado fisiológico y enfermedades de un individuo a través de la escritura. Os pondré en antecedentes con un caso real: Anciana con alto nivel de demencia, cataratas, cáncer de mama, gran deterioro cognitivo, altas dosis de inocencia y, lo más importante, Parkinson, tiene una avispada cuidadora interna en su domicilio. Avispada Cuidadora le dice a Anciana que firme en la esquina inferior derecha de un folio en blanco, que le va a adivinar la personalidad gracias a la susodicha firma. Anciana naïve firma según las órdenes. ¡Voilà! Avispada Cuidadora redacta un testamento en esa misma hoja dejando a los hijos de Anciana el 10% de la herencia. El resto para la saca, pero…¡Espera! La cuidadora resultó ser no tan lista como pensábamos. La cuidadora no sabía que los temblores parkinsonianos a la hora de escribir son más así…
Escritura propia de una persona que sufre Parkinson.
…que así:
Escritura de alguien que finge sufrir temblores propios del Parkinson.
Así que, amigos de la Psique, el saber no ocupa lugar y tener ciertos conocimientos de grafología, grafopatología o grafística nos puede ahorrar disgustos, pillar mentiras e incluso… ¡recuperar una herencia de un piso en primera línea de playa y algunos billetes!
Leticia Montiel
*Leticia Montiel es graduada en Psicología por la Universidad de Sevilla y perito calígrafo judicial. Actualmente está realizando un Máster en Criminología y Ciencias Forenses en la Universidad Pablo de Olavide. Si queréis contactar con ella podéis dejar un comentario en la entrada o escribir a [email protected]
**Esta entrada fue sugerencia de Débora Alcober. ¡Gracias!