(Por Nekane Lauzirika) La mutilación genital femenina es una práctica cultural que cada año viola los derechos humanos de más de tres millones de niñas. La ablación continúa de generación en generación, a pesar de que en muchos países como Kenia ya está prohibida. Cada día 6.000 niñas en edades comprendidas entre los 4 y los 10 años son mutiladas. ”Se calcula que cada año tres millones de pequeñas son sometidas a esta práctica que les puede acarrear la muerte y problemas de salud para toda la vida”, explica Carmen Molina, directora de Cooperación de Unicef, organización que lleva muchos años trabajando en África con el Fondo de Población de Naciones Unidas para erradicar esta brutal costumbre.
El Día Mundial contra la Mutilación Genital Femenina, que se celebra todos los años el 6 de febrero, es una fecha propicia para reforzar el mensaje de la lucha contra estas prácticas. Unicef trabaja en doce de los 17 países africanos donde más se producen estas mutilaciones. ”El camino es largo y complicado, pero los programas puestos en marcha ya están dando resultados. En 6.000 comunidades africanas ya han abandonado esta práctica”, aseguró Carmen Molina.
Millones de niñas
Se calcula que unas 140 millones de niñas y mujeres ya han sido mutiladas. ¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo? “Infecciones vesicales, necesidad de nuevas intervenciones quirúrgicas, riesgos de complicaciones en el parto y muerte del bebé, esterilidad... Las condiciones en las que se hacen las mutilaciones genitales están exentas de las mínimas condiciones sanitarias. Además esta práctica supone una violación contra la vida sexual y reproductiva de las mujeres”, añade la responsable de Cooperación de Unicef.
Esta práctica supone una violación contra la vida sexual y reproductiva de las mujeres.Las personas que practican la ablación genital femenina son generalmente comadronas tradicionales o parteras profesionales. La ablación es un servicio muy valorado y muy bien remunerado económicamente, por lo que es fácil inferir que el prestigio en la comunidad y los ingresos de estas personas puedan estar directamente ligados a la práctica efectiva de la intervención. ”Son personas que llevan haciendo ablaciones toda su vida. Lo primero que hacemos cuando entramos en la comunidad es ofrecerle un oficio, si no seguiría fomentando esa práctica. Es lo que le enseñó su madre y su abuela. Hay que involucrarla para que deje de practicar mutilaciones”, explica con vehemencia Molina.
Desterrando mitos
Dos falsos mitos sirven como “razones” para aquellos que siguen practicando la extirpación total o parcial de los genitales femeninos. Una de ellas es la falsa creencia de que la ablación sirve para prevenir la infidelidad de la mujer. Y la otra es el arraigo cultural en donde las familias sienten que es una tradición que se debe perpetuar en el tiempo. ”No es una cuestión religiosa, sino cultural. Por eso hay que ir trabajando el abandono de esta costumbre a nivel comunitario. Hay que involucrar a los líderes, a los religiosos de la aldea, a las madres -suelen pensar que si no las mutilan se quedarán fuera de la comunidad y no podrán casarlas- y también hay que seducir a las propias niñas. Es una labor de convencer a toda la comunidad de lo dañino que es esta práctica tan arraigada, principalmente en África, pero también en Asia. Además, con la inmigración estamos viendo casos en Europa y América. Por eso hay que estar vigilantes para evitar que se reproduzcan en nuestro entorno”, apunta Carmen Molina.
Lo más difícil es cambiar la cultura, la mentalidad de la gente.En África Unicef desarrolla programas contra la ablación en Etiopia, Egipto, Kenia, Senegal, Burkina Faso, Gambia, Guinea y Somalia. ”Queda mucho trabajo por hacer. Lo más difícil es cambiar la cultura, la mentalidad de la gente. Por ejemplo, tras muchos años de trabajo en Etiopía la tasa de prevalencia ha caído del 80 a un 74%; en Kenia, de un 32 a un 27%, y en Egipto, de un 97 a un 91%. A pesar del descenso las tasas son elevadísimas, pero el camino emprendido es el correcto: ir de comunidad en comunidad. Siendo extranjeros no puedes ir a imponerles nada. Debemos de convencerles de que la ablación no es algo bueno.Solo así el avance será sostenible en el tiempo. Para ello tenemos programas en las escuelas con las niñas para que aprendan a rechazar esta práctica”, sentencia la directora de cooperación de Unicef.
Las Organizaciones No Gubernamentales alertan de que en el Estado español cerca de 10.500 niñas estaban en 2010 en riesgo de sufrir la ablación, pese a que esta práctica está penada con entre seis y doce años de cárcel. En Catalunya se creó un programa que intenta proteger a las menores en riesgo. Si se conoce el caso de una familia inmigrante que quiere viajar a su país con la niña, los mossos d’Esquadra intervienen. A los progenitores les hacen firmar un documento en donde se comprometen a asegurar la salud de su hija durante su visita al país de origen. Al regreso, la pequeña es explorada por un pediatra para descartar posibles abusos. Si los padres se niegan a firmar el documento y existe un riesgo elevado, incluso se les puede quitar la custodia de la niña.
Deia