Revista Arte

El hueco de las cabecitas

Por Libretachatarra

clarín
El paisaje que se ve ahora, con algunos retoques, es casi el mismo que pensó Carlos Thays, ese paisajista francés que se encargó de ponerle verde a Buenos Aires. De allí, las tipas, los jacarandás y hasta algún ombú. Pero la plaza Vicente López, que de ella se trata, supo ser uno de los sitios más marginales de la vieja ciudad que poco tienen que ver con ese marco actual y tan elegante de las calles Paraná, Juncal, Montevideo y Arenales.
Hacia 1770, ese lugar era el terreno de donde la gente del vecino “horno de Britos” sacaba la tierra para fabricar ladrillos. Por eso, la zona solía ser un lodazal, algo que se agravaba cuando alguna lluvia castigaba el paisaje lleno de quintas. Había poco de bucólico: a unas cuadras (en lo que hoy es Las Heras y Pueyrredón) estaban los corrales y mataderos del Norte, donde se faenaban ovejas y carneros que las tropas traían hacia Buenos Aires.
Cuando las carretas con el ganado faenado, después tomaban “el camino de Chavango” (actual Las Heras) hacia el centro, solían usar lo que hoy es la plaza para descargar las cabezas de los animales. Así, aquel espacio comenzó a ser conocido como “el hueco de las cabecitas”, una hondonada poco agradable de transitar.
El entorno tampoco eran un lujo: reñideros de gallos, casas de juego y pulperías (la más famosa era “la del Pobre Diablo”) eran comunes en esa zona de cuchilleros, que tenían filo para faenar y, caña o vino mediante, no sólo ganado.
(…)
A fines de 1852, la zona de la actual plaza también fue escenario de otra batalla entre tropas del coronel Hilario Lagos contra las que lideraba el general Manuel Hornos, resabios de lo que había sido el derrocamiento de Juan Manuel de Rosas. Aquel pleito sangriento, tras duro combate, se definió a favor de Hornos.
(…)
EDUARDO PARISE
“Aquel hueco de las cabecitas”
(clarín, 17.01.11)


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