Revista Arte
El huevo es más bien utilizado como alimento aunque también tiene cierto protagonismo en las artes. Así como lo conocemos consta de tres partes: -La cáscara que está hecha casi por completo de carbonato cálcico y sirve para aislar y proteger el contenido del huevo. Su estructura tiene infinidad de microporos que dejan filtrar los gases. Pegadas al interior de la cáscara están las membranas testáceas, formando una cámara de aire en la base más ancha del huevo.
-La clara o albumen que a su vez tiene dos partes: el albumen fluido y el albumen denso. La clara del huevo es básicamente agua y proteínas. La frescura del huevo se ve en la clara, cuanto más firme y contundente sea, más fresco es el huevo. En este sentido, la yema no debe escurrirse hacia los bordes de la clara, sino permanecer en el centro.
-La yema o vitelo es el núcleo del huevo, su color anaranjado amarillento fluctúa dependiendo de la alimentación de la gallina. Es la parte más valiosa en la pintura para fabricar temple al huevo de manera clásica. Está rodeada de la membrana vitelina que contiene la parte líquida de la yema.
Aunque, actualmente, el huevo tenga infinidad de usos en el arte contemporáneo, tradicionalmente se ha usado para fabricar temple al huevo, sobre todo en la Edad Media.
Fue una técnica puntera en la pintura hasta la irrupción del óleo, que surgió como una evolución lógica del temple al huevo al agregarle aceite de linaza. De todos modos las posibilidades técnicas y texturales del temple al huevo son casi inagotables y sigue siendo una técnica pictórica muy utilizada.
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