Hay una tradición de humor negro en España, nacido de un país con heridas mal cerradas, que sigue acompañándonos en el siglo XXI con desigual fortuna. Arranca con las exigencias de un Estado abocado a la evangelización de Europa -que exigía mucho y daba muy poco- y que explota con grandeza en la literatura picaresca, La Celestina, El Quijote o en Quevedo. El siglo XIX lo alimenta con sus convulsiones y dan cuenta de ello Baroja y Goya, para llegar al siglo XX con Valle-Inclán, Solana o Eduardo Mendoza. Ese humor negro, brillante en esos casos, tiene una vertiente chusca propia de un país con complejos que es incapaz de hacer La vida de Brian o El sentido de la vida (de los Monthy Pyton), que a veces acierta con Amanece que no es poco pero que por lo común hace “landismo” o reediciones del humor de culo, caca, pedo y pis que ha representado con éxito la saga de Torrente. Los judíos hacen chistes de judíos y los negros se ríen de los negros. Los italianos hicieron Novecento y nosotros La vaquilla.
El PP fundado por Manuel Fraga exige la dimisión de Guillermo Zapata. El mismo PP del mismo Fraga que firmó sentencias de muerte en gobiernos de Franco -el mismo que ayudó a Hitler en el Holocausto- y que redactó la Constitución porque estar orgullosos del holocausto franquista no es un problema. Cosas a todas dudas menos graves que meter en un debate sobre los límites de la libertad de expresión los chistes de ese humor negro de mierda tan de nosotros los españoles. Zapata, repitiendo esos chistes infames, estaba autoinculpándose del aquelarre que le hicieron a Nacho Vigalondo por hacerse la misma pregunta. Lo terminarían echando de El País los mismos que publican fotos falsas en portada o noticias prevaricadoras. Que Guillermo Zapata repitiera entre comillas esos chistes no significa que comparta esas ideas. De la misma manera que no es lo mismo hacer un chiste sobre homosexuales que ser homófobo. Lo preocupante es que el portavoz del PP, Hernando, sí cree que el lugar de los republicanos asesinados por Franco, el referente del fundador de su partido, está en las cunetas de España. ¿Pero cuándo le ha importado al PP la verdad? Valle-Inclán sería víctima de una cacería por parte de la que pensaba que Sara Mago era una pintora.
El PP rastreó más de 30.000 tuits de Guillermo Zapata -y supongo que también de los demás concejales del cambio- buscando cadáveres en el armario. No pueden buscar cuentas en Suiza ni pagos en B para remodelar sedes ni acuerdos con constructoras. Tuits. Peligrosa esta gente de Podemos. Luego, esperó a que se configurara el consistorio para sacarlos y montar un escándalo. Como esos malos guardias de tráfico que se ponen detrás de una curva -y no delante- con la intención no de evitar un accidente sino de multarte. Así abrimos el lunes no hablando de los nuevos ayuntamientos democráticos, sino de unos tuits. Alta política. Tampoco hablamos de que el Presidente del Gobierno, Rajoy, ha llamado a millones de españoles excéntricos y sectarios por votar gobiernos de cambio. Vamos mejorando porque antes directamente daban un golpe de estado.
El PP va a buscar fuera de las urnas lo que perdió en las elecciones del domingo 24 de mayo. Y ha empezado con el caso de Guillermo Zapata. Ya que una reedición tal cual del Tamayazo convertiría nuestras ciudades en reediciones de Baltimore, van a trabajar en Tamayazos indirectos. Todo el aparato del PP ya ha empezado a obrar en esa dirección. No es de extrañar que una parte del PSOE le apoye en ese viaje -no olvidemos que Felipe González, el referente moral de los “socialistas”- acompañó a la puerta de la cárcel a Barrionuevo y Vera, responsables de haber montado un grupo terrorista con dinero de todos los ciudadanos. Se equivocarán, porque ellos serán los siguientes. Lo que nos jugamos ahora, después de haber echado a tanto corrupto y corrupta de los ayuntamientos, es seguir limpiando. Y en esa tarea sería bueno contar con los socialistas honestos.
Guillermo Zapata no es racista ni xenófobo ni antisemita. Algo que sí son muchos miembros del PP. Los que nunca han consentido en cambiar el nombre de las calles que consagran nuestro genocidio. Los que han impedido que el pleno del Congreso condene el golpe de julio de 1936. Los de la Gürtel. Los que tienen a sus números dos -como Esperanza Aguirre- en la cárcel por ladrones. Los que tienen al 100% de sus últimos tesoreros imputados por corrupción. Los que han financiado campañas electorales con dinero de los constructores a los que luego les han dado obras públicas. Los que, si nosotros fuéramos culpables de la décima parte que ellos, nos desollarían. A los que permitimos que nos den lecciones. Y eso es algo que también se tiene que acabar. Por higiene democrática.