Revista Educación
El pasado miércoles tuve la oportunidad de participar en el Congreso organizado por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción “El impacto de la crisis sobre unas familias en cambio”. La sociedad española lleva algo más de dos años inmersa en plena crisis económica, y creo que resulta muy necesario que nos paremos a analizar cuáles pueden ser las consecuencias para las familias que están siendo golpeadas por una crisis sin precedentes en nuestra joven democracia.
Algunos datos son ya evidentes, como es la disminución del número de divorcios y separaciones. Y es que romper el matrimonio cuesta mucho dinero, y cuando éste escasea las parejas pueden optar por mantener la convivencia, aunque esta resulte muy complicada. Desde hace años sabemos que la relación entre la situación de la economía familiar y la relación conyugal es paradójica, puesto que si por un lado la falta de recursos aumenta la conflictividad marital, también pone a los cónyuges malavenidos ante un divorcio muy difícil, ya que mantener dos hogares resulta muy costoso para una economía familiar maltrecha.
Por lo tanto, estamos asistiendo a situaciones familiares en las que la pérdida de empleo de uno o dos de los miembros de la pareja, o la amenaza de su pérdida, genera un aumento del estrés familiar que puede hacer más probable las situaciones de agresividad como la violencia de género o el maltrato infantil, ya que hay suficiente evidencia empírica que indica que este estrés es un importante factor de riesgo para ambos tipos de violencia. En relación con la violencia de género es reseñable el hecho de que el desempleo está afectando a sectores productivos (industria, construcción) tradicionalmente masculinos, por lo que están aumentando el número de familias en las que el varón pierde el trabajo y queda en una situación de dependencia con respecto a la mujer. Este nuevo equilibrio de poder no siempre es bien aceptado por el hombre, que puede querer compensarlo mediante la dominación física.
También pueden verse muy deterioradas las relaciones parento-filiales, especialmente en momentos en los que éstas son más complicadas como es la adolescencia temprana. Las causas de este deterioro puede estar relacionada con el incremento de los niveles de estrés generado por el desempleo o las dificultades económicas, pero también puede tener su peso el incremento de la visión negativa de la adolescencia, que lleva a algunos padres a realizar interpretaciones sesgadas y prejuiciadas de algunos comportamientos de sus hijos que son normativos durante esta etapa. Como ya hemos tenido ocasión de comentar en una entrada anterior, la imagen que la sociedad tiene de sus jóvenes y adolescentes suele acompasar a los cambios sociales. Así, mientras que en los momentos en que se precisa de una rápida incorporación al mundo laboral de las nuevas generaciones, como en los periodos de guerra y posguerra, se les tiende a presentar como maduros y responsables, en las situaciones de crisis esa imagen queda sustituida por otra menos favorable, que no persigue otro fin sino el de mantenerlos alejados de la participación social y laboral.
En otros momentos históricos de exceso de mano de obra han aparecido datos que han apoyado la importancia para el desarrollo infantil de la crianza materna, frente a los riesgos de los cuidados sustitutos en guarderías y escuelas infantiles. De esa forma se pretendía mantener a las mujeres alejadas de un mercado laboral en horas bajas. Pero esos eran otros tiempos, y me resisto a pensar en una involución en el trabajo femenino. Tendremos que seguir reflexionando sobre las consecuencias para las familias de esta crisis económica, que tan reacia a abandonarnos se muestra.
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