Revista Coaching

El incalculable valor del elogio

Por Falcaide @falcaide

El incalculable valor del elogio

Stevie Wonder

Lo hemos dicho y lo volvemos a repetir: «El anhelo más profundo del ser humano es sentirse querido, sentirse importante, sentirse reconocido».
En un programa de radio norteamericano, su locutor explicaba cómo una apreciación sincera puede cambiar la vida de una persona. Contó que años atrás un profesor del estado de Detroit  (USA) le pidió a Stevie Morris que lo ayudara a encontrar un ratoncito que se había escapado en el aula de clases.
El maestro apreciaba el hecho de que la naturaleza le había dado a Stevie algo que ningún otro alumno tenía: un notable par de oídos para compensar la ceguera de sus ojos. Sin embargo, esa fue la primera ocasión en que Stevie sintió que se apreciaba y ponía la atención sobra la fineza y sensibilidad de su oído en lugar de hacerlo sobre la limitación de su vista.
Aquel sencillo acto de aprecio fue el comienzo de una nueva vida. Desde ese momento, gracias a esas palabras, desarrolló de manera extraordinaria su don del oído hasta volverse, bajo el nombre artístico de Stevie Wonder, en uno de los grandes músicos populares de la década de 1970 y cuyas canciones siguen sonando a menudo en todas las radios a pesar del paso de los años.
En Fast Good Management (@fastgoodmanagem) contábamos que un niño recibe por cada elogio nueve reprimendas y recogíamos el siguiente experimento: «Científicos estadounidenses llevaron a cabo un estudio con una serie de niños para saber qué oían exactamente al cabo de un día. Colocaron micrófonos detrás de las orejas de los pequeños y lo grabaron todo durante veinticuatro horas. Con los datos que obtuvieron descubrieron que un niño desde que nace hasta que cumple los ocho años de edad oye más de cien mil veces la palabra NO; o sea, ¡No hagas eso!, ¡No pongas el dedo ahí!, ¡No vayas por allí!...» El cantautor Joan Manual Serrat no iba descaminado cuando en su famosa composición Esos locos bajitos cantaba: «Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca…».
El escritor norteamericano Christian Bove decía cierta vez: «No hay duda de que las palabras de alabanza son casi tan necesarias para animar a un niño a llevar una vida sociable como lo son los actos de bondad y de afecto. La alabanza sensata es para los niños lo que el sol para las flores». El propio William Shakespeare afirmaba: «Las alabanzas que nos hacen son nuestro salario. Una buena acción que muere sin un comentario, asesinará a otras mil que dependen de eso».
Estamos necesitados de alimento material, pero también de alimento espiritual. Sin embargo, el 75 por 100 de los directivos confiesa que les cuesta mucho practicar el reconocimiento. Kostantin Stanislavski decía: «Todos saben culpar, pero para los elogios se necesita un especialista»Hace tiempo en el post Reconocimiento: el alimento del talento dejamos el excelente vídeo Validation que merece la pena volver a ver.
Mary Kay Ash, Fundadora de Mary Kay Cosmetics, decía en una ocasión: «Hay dos cosas que la gente desea más que el dinero: reconocimiento y elogio». El valor del elogio es incalculable. Rosabeth Moss Kanter (@rosabethkanter), profesora de la Harvard Business School y autora de Confianza escribía: «El reconocimiento es tan fácil y barato de realizar que no hay excusa para no hacerlo».
Evidentemente, obvio es decir que el elogio debe ser auténtico. La diferencia entre el elogio y la adulación es la sinceridad; el primero procede del corazón y la segunda de la boca. El elogio es joyería y la adulación es bisutería. La adulación no es otra cosa que un elogio barato; y lo barato a menudo sale caro.
Stevie Wonder tiene muchas canciones que merecen la pena, entre otras, I just called to say I loved you, Superstition o You´re the sunshine of my life, pero os dejo una de mis preferidas: For your love.


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