Siempre me ha hecho reflexionar la saludable crítica de quienes afirman que el hombre no tiene historia. Solemos concederle a la Historia (con mayúsculas) una importancia preponderante, conscientes de que quien no conoce su Historia está condenado a repetirla.
Esto se manifiesta de un modo peculiar en el diseño curricular de cualquier sistema educativo, poblado de asignaturas de Historia más o menos universales, Conocimientos del Medio, seminarios para todos los gustos y tendencias e, incluso, películas y documentales que remedian cualquier a priori.
Sin una justificación adecuada, afirmar que el hombre no tiene historia me parece una frivolidad. Pero, una vez entregados a la reflexión, pienso que hay que matizar porque aparecen algunas grietas. Son los hombres (así, en plural) los que tienen Historia, porque la Historia es una composición sociológica de acontecimientos que, partiendo de la realidad, admite una interpretación científica sistemática.
Cada hombre singular, lo que verdaderamente tiene es Biografía. Y luego podremos afirmar que esa biografía deja una cierta huella en la Historia:
De eso se trata, de dejar huellas y no cicatrices.
En nuestra Historia común y en nuestra biografía particular ha irrumpido Internet a modo de catalizador tecnológico que acelera la velocidad a la que surgen los acontecimientos. Su vertiginoso ritmo hace que perdamos memoria de lo transcurrido con tal celeridad que este tejerse de la Historia queda mitigado dejando un rastro de biografías difuminadas de huella atenuada.
¿No lo crees así? Observa detenidamente la siguiente infografía sobre lo qué sucede en Internet en un único minuto. A la vista de tal eventualidad: ¡Qué abrumadoras me parecen nuestras vidas e irrelevantes nuestras historias!
Por eso, y sin olvidarte de ella, antes que de la Historia, preocúpate de tu propia biografía.
Alfredo Abad Domingo.
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