Revista Arte

El infausto instante congelado en un acto, o el Romanticismo como un desvelo fugaz y atormentado.

Por Artepoesia
El infausto instante congelado en un acto, o el Romanticismo como un desvelo fugaz y atormentado. El infausto instante congelado en un acto, o el Romanticismo como un desvelo fugaz y atormentado. El infausto instante congelado en un acto, o el Romanticismo como un desvelo fugaz y atormentado.
El escritor francés Alfred de Musset nace en pleno momento del Romanticismo europeo (1810-1857). Abundó en casi todos los géneros literarios, aunque brilló en muy pocos, quizá por una demasiado desubicada sensación alarmantemente romántica para el público, éste más inclinado ya hacia creaciones románticas mucho más novelísticas que en exceso poéticas. Y en aquel género literario -la novela- tuvo, sin embargo, una competencia feroz en Víctor Hugo, Dumas, y otros más apetecibles autores para el público. Su vida privada fue tal vez más chispeante y subrayada, quizás por mantener una de las relaciones más atormentadas, y folletinescas, con la muy famosa y seductora escritora francesa George Sand. Musset en su poesía elaboró una escabrosa, una gran pasión romántica, a veces excesiva -escandalosa quizá- para el gusto general, un tanto así éste más realista, refinado incluso, o más clásico, y que pudiera por entonces desear también mucho más la gente. No así sus colegas románticos, que lo alabaron, respetaron y aun celebraron.
En 1834 escribe su poema Rolla, extenso drama romántico de 784 versos. En él relata la historia de Jacques Rolla, un jovencísimo libertino de París, el más grande de todos; heredero de alguna fortuna que despilfarra, absolutamente ya, en una vida disipada, desenfrenada, y, finalmente, del todo atormentada. Y lo puede hacer porque la propia sociedad parisina se lo brinda sin inconvenientes, sin reparos, sin dificultad; ofreciéndoselo todo ya, hasta la última gota de su inasequible deseo, hasta el final así de todo lo que éste aún más quisiera. El autor buscó aquí, en este enorme verso, demostrar ahora lo que la sociedad del siglo anterior -el siglo XVIII- había conseguido empezar a crear ya, con su acelerado y fatuo resurgir racionalista y materialista. Es decir, que con la desaparición de aquella fe de antes, también con el advenimiento del placer sin amor, esta gran responsabilidad llevó así a la desesperación casi sin fondo a muchas generaciones de jóvenes, y todo ello por esos efectos de aquel inmisericorde mal de la sociedad, por toda aquella infamia.
El poema comienza diciendo: Te arrepientes de la época en que el cielo sobre la tierra - caminaba y respiraba en el pueblo de los dioses... Indicando ya, desde un principio, la referencia clara a la mitología como metáfora útil, para señalar así lo eximio, lo anhelado, lo grandioso, lo perdido... El personaje del verso, Rolla, termina buscando el amor prohibido de una adolescente -y obligada también a serlo- prostituta. En este trágico y romántico poema, Musset quiere destacar ahora la confrontación, la continua confrontación trágica y ambigua entre la corrupción y la pureza. Ahora, ella, la joven -inocente- cortesana parisina, y él, el joven desesperado y perdido, representan a esos niños que abandonaron ya a los dioses, para vivir, así, la búsqueda desolada de una belleza ilusoria.
En 1878, la Academia de Bellas Artes de París, en su famoso Salón de París, rechazó el cuadro que el por entonces muy joven pintor Henri Gervex (1852-1929) se atreviera a presentar a concurso. La escena del lienzo, titulado Rolla, situaba a una joven desnuda en una habitación de un hotel, en una clara muestra de comercio sexual con un cliente. Porque el desnudo, clásico, academicista, y habitual en la época, no podía ser ya el motivo del rechazo. Éste era otro; era, ahora, el instante reflejado aquí, tan cruda y desveladamente. Ella no era ahora una diosa clásica, una venus dormida más. Él tampoco era el héroe, o consagrado a salvarla, o sujetado a adorarla. No, eran dos seres reales; dos seres que, ahora, buscaban y representaban otra cosa, aquéllo a lo que el poeta quiso criticar pero que ya, la sociedad de entonces, no admitiría siquiera demostrarlo así.
La romántica escena presenta el momento en que Jacques Rolla, después de haber dilapidado las últimas monedas con que alcanzó las anheladas caricias de una amada idealizada, se levanta y se acerca a la ventana, mira los cielos entonces, y, después, la mira a ella, a lo que sabe que ya no podrá seguir amando más. Hasta aquí mantiene fijada, eterna así, la imagen el pintor. Luego, al parecer, relata el poema cómo él, Rolla, termina quitándose la vida, envenenado, besando ya el cuello dormido que rozara. El poeta, entonces, describe: Rolla se volvió para mirarla. Ella estaba cansada, ya se había dormido de nuevo; huyó de este mundo, de las crueldades de este mundo. La niña en el sueño, el hombre en la muerte.
Hoy, ante las profundas convulsiones de este mundo incierto, no deben ser ajenas ya las sensibilidades de aquellos creadores que quisieron plasmar, entonces, la terrible responsabilidad de los que dirigen la sociedad, de los que dirigen la vida de unos seres que piensan vivirla, después, sin sobresaltos. ¿Cuándo se castigará de veras la irresponsabilidad de hacer creer que lo único viable y salvador es lo que, únicamente, salva y da a los que lo deciden, lo hacen y lo crean? Porque los demás, los que sufren anónimos, inocentes, desconsolados, desesperados, sólo podrán recordar ya, desahuciados casi, los momentos en que su inocencia y confianza les abrazó, mortalmente, en un alarde prometedor y suficiente.
(Óleo del pintor francés academicista Henri Gervex, Rolla, 1878, Museo de Bellas Artes de Burdeos; Retrato del escritor Alfred de Musset, 1854, del pintor Charles Landelle, Castillo de Versalles, Francia; Cuadro Ophelia, 1908, del pintor Henri Gervex.)

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