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El Ingeniero de lo imposible

Publicado el 22 septiembre 2020 por Trescuatrotres @tres4tres

El 9 de julio pasado, aún con la campaña liguera 19/20 por acabar, el Real Betis Balompié anunciaba oficialmente la contratación del técnico chileno Manuel Pellegrini, apodado "el Ingeniero".

Toda una declaración de intenciones procedente de la planta noble del Benito Villamarín. Con la contratación del entrenador nacido en Santiago de Chile se daba un golpe de timón a la nave heliopolitana en lo que a política de contratación de técnicos se refiere. La directiva verdiblanca por fin parecía despertar de ese mundo de ensoñaciones en el que ha estado instalado durante mucho tiempo, consistente en buscar un inquilino para el banquillo que predicara un pretendido estilo de fútbol de toque al pie que hoy en día no practica nadie y que se ha revelado como una auténtica estafa para el grueso de la afición bética.

Por fin se veía arribar a Heliópolis a un técnico contrastado, harto como está el respetable de majaderos soberbios que van de cruyffistas o de entrenadores apocados que no han demostrado nada.

Por tanto, los mandamases béticos hacían una apuesta clara: todo al entrenador. Y cuando digo todo al entrenador lo hago desde una doble óptica: de un lado, el poco dinero disponible en este tan atípico y poco próspero y nada prolífico mercado de incorporaciones se invertía en gran proporción en la llegada del preparador chileno; y de otro lado, la apuesta se erige ya como la definitiva para esta directiva tan venida a menos, dado que el Real Betis Balompié y los que mandan en él no se pueden permitir otra temporada vergonzosa como fue la precedente.

Así pues, se confiaba el cambio de dinámica del equipo en lo deportivo a que la llegada de un entrenador de reconocido prestigio y gran trayectoria supiera dar un vuelco de ciento ochenta grados al rendimiento del plantel con el que ya se contaba. Porque con las arcas exiguas y con el poco líquido disponible invertido en los altos emolumentos del Ingeniero, los fichajes serían - y de hecho están siendo- escasos y sólo a precio de saldo.

Pellegrini como entrenador

Antes de entrar en harina, hagamos un breve repaso al periplo de Manuel Pellegrini en los banquillos.

Se inicia como precoz entrenador a finales de los años ochenta, cuando aún contaba solamente con treinta y cinco años, en el que había sido el equipo de su vida como futbolista: el Universidad de Chile. Se empieza, pues, a curtir como entrenador en su país, transitando por otros banquillos del fútbol chileno hasta que decide en 1999 dar el salto a otro fútbol, aceptando la oferta del Liga de Quito ecuatoriano, con los que en su única temporada conquista el campeonato doméstico.

Su buen hacer en Ecuador, si bien se trataba de una liga menor en el panorama hispanoamericano, le vale que un club de la clase media-alta de la liga argentina ponga sus ojos en él. Estamos hablando de un club de la solera de San Lorenzo de Almagro, que se lo lleva hacia el país de la Pampa. Por fin el Ingeniero iba a tomar la alternativa en una plaza de importancia, en una liga referente y en un club histórico. Club el San Lorenzo en el que terminaría dejando huella, dado que en el año 2001 se alza con el campeonato Clausura, haciendo historia con el conjunto bonaerense y dejando sentadas las bases del bloque que al año siguiente, ya sin Pellegrini en el banquillo, conquistara la Copa Sudamericana.

Este rotundo éxito le vale su contratación por parte de uno de los colosos del fútbol argentino: nada más y nada menos que River Plate. En las filas de los millonarios también acaba triunfando y debido a su buen desempeño en el banquillo franjirrojo guía al elenco porteño a la consecución del campeonato Clausura. Corría el año 2003.

Y siendo ya un entrenador contrastado en el balompié sudamericano, da el gran salto a Europa: el Villarreal pone sus ojos en él y se lo trae a España, donde da inicio la trayectoria europea del Ingeniero, que es ya bien conocida por el gran público español. Su buen hacer en el club castellonense le vale su contratación por parte del Real Madrid, con quien completa una muy buena temporada pese a que no se alza con título alguno. En liga roza los cien puntos, sólo superado por el mejor equipo de fútbol que yo haya visto jamás: el Barcelona de Guardiola, Messi, Xavi e Iniesta. En el Madrid, pese a su buena temporada en términos generales, seguramente aquella ominosa noche de Alcorcón, en que los blancos fueron vapuleados por un equipo de Segunda B, le dejó ya sentenciado y fue cesado a final de temporada.

Todo ello para posteriormente sentarse en el banquillo del mejor Málaga de la historia, guiando al club costasoleño a rozar semifinales de Champions y dar más tarde el salto al Manchester City de los petrodólares, llegando a conquistar la primera liga en décadas para el conjunto sky blue.

Y como últimos equipos que han contado con el chileno como director de orquesta figuran el Hebei chino (aventura exótica donde se va a hacer caja) y el West Ham inglés. Probablemente su paso por el club del East End londinense ha sido su único gran fracaso en los banquillos, siendo destituido a mitad de temporada debido a la mala marcha del equipo.

Inicio esperanzador en el Betis

Con todo este bagaje a sus espaldas llega Pellegrini a Sevilla para hacerse cargo del club de las trece barras. El inicio ha sido perfecto. Y aunque si bien es cierto que dos partidos es todavía muy poco para hacer un análisis certero de lo que puede suponer el entrenador chileno para el Betis, no lo es menos que sí pueden valer estos dos únicos encuentros para esbozar unas primeras conclusiones acerca de la mano de entrenador que se ha notado en el desempeño del equipo.

Daba comienzo el campeonato liguero para el conjunto heliopolitano en casa del Deportivo Alavés. Eran de la partida en Vitoria con Pellegrini prácticamente los mismos que fueron habituales en las alineaciones la temporada anterior con Rubi y Alexis. Una sola novedad: el meta Claudio Bravo, quien a la postre realizó un gran partido, fruto de una providencial parada en la segunda parte del duelo y a su buen desempeño cuando la tuvo que jugar con los pies.

En este primer encuentro el Betis completó una muy buena primera parte, en la que sometió al elenco vitoriano a su dominio, si bien con poca pegada arriba pero gozando de las más claras ocasiones de gol. En la segunda parte es cierto que el nivel de los verdiblancos bajó muchos enteros y se pasaron algo más de apuros, pero siempre contando con una solidez defensiva de la que de todo punto se carecía durante la temporada anterior. Finalmente, la victoria terminó llegando in extremis, fruto de un gol postrero de Cristian Tello, a quien el chileno había metido de refresco en la segunda parte.

Y el domingo pasado, en la segunda jornada liguera, el Betis recibía al Valladolid. Conjunto el pucelano que quedó durante prácticamente todo el partido anulado por el verdiblanco, siempre bien posicionado sobre el verde, con transiciones rápidas sin contemporizar ni perder el tiempo en sobar la bola en horizontal. Sin complicaciones en defensa y dando un balonazo cuando la situación de peligro lo requiere. Nada de estar encorsetado y constreñido al tan cacareado "estilo". Ese dichoso estilo de mentira y perdedor.

Mano de entrenador

La metamorfosis de un equipo

Siempre con las reservas de estar sólo ante el segundo encuentro de liga, sí se ha podido observar en este Betis de Pellegrini lo siguiente:

I. El entrenador chileno ha apostado claramente por las líneas juntas y por dar una importancia capital al centro del campo, colocando al argentino Guido Rodríguez como jugador que pone la raya y da equilibrio al resto del equipo, con la consecuente liberación de William Carvalho quien, ahora sí por fin, está jugando en su puesto. Un centro del campo aguerrido y con equilibrio se antojaba fundamental para dar solidez al equipo en lo defensivo. Porque el Betis del año pasado era un equipo más que aceptable en la faceta ofensiva y cuando tenía el balón. Pero el fútbol también se trata de que cuando no tienes el balón, has de recuperarlo. Lo demás, es decir, los cuentos de la posesión y el toque, son simplemente milongas de las que el bético no quiere ni volver a oír hablar.

II. La intensidad y la presión alta están siendo otras de las notas dominantes de este embrionario Betis de Manuel Pellegrini. Lo dicho anteriormente: cuando no tienes la pelota, debes saber recuperarla. Debes saber también defender y recuperar la posesión y la posición. El fútbol es también eso. Y el Betis de los últimos años ha sido un equipo deplorable cuando no tenía el balón en su poder. El chileno parece que ha detectado este hándicap de que se adolecía y se ha visto en este inicio de campaña a unos jugadores intensos y concentrados en este apartado.

III. Atrás no se permite ni una licencia. Si sacar el balón desde atrás va a suponer correr riesgos temerarios innecesarios, se opta por el desplazamiento en largo con sentido y problema solucionado. Un equipo como el Betis se debe cimentar desde atrás hacia adelante. La solidez en defensa ha sido una obsesión durante toda la pretemporada y el preparador chileno, sabedor de este vicio del equipo en temporadas anteriores, ha predispuesto muy a conciencia a sus jugadores en el apartado defensivo.

Resultado por ahora tras estos dos partidos: portería a cero y prácticamente sin conceder ocasiones de gol. Se podrá rebatir que se trata de equipos no punteros de la Liga tanto el Alavés como el Valladolid. Pero estos equipos el año pasado te pintaban la cara con una facilidad pasmosa y hacían de la defensa bética, con estos mismos jugadores con que cuenta hoy Pellegrini, una auténtica verbena.

Por todo lo expuesto, podemos decir que se nota cierta mano de entrenador en los dos partidos de liga que llevamos. Pellegrini, el Ingeniero, ha conseguido lo que parecía imposible. De un lado, ilusionar a una afición desmoralizada que ha tomado al chileno y estos dos buenos partidos como auténtico asidero a la esperanza y la ilusión. De otro lado, hacer que con prácticamente idéntica plantilla, las sensaciones sean otras.

¿Euforia? Ninguna, en absoluto. ¿Optimismo? Comedido.

Ha conseguido que los mismos parezcan diferentes: una auténtica metamorfosis, un cambio kafkiano, por hacer uso del símil literario. Eso sí, éste que parece haber obrado el Ingeniero es un cambio kafkiano, pero a la inversa. Si en la obra cumbre del genial escritor checo su protagonista, un honorable comerciante y padre de familia, mutaba en una criatura repugnante; en este Betis Pellegrini ha conseguido la metamorfosis a la inversa: convertir una afición desesperanzada en ilusionada y un equipo feble en defensa, pusilánime y derrotado desde el minuto uno de cada partido en un conjunto que se vislumbra serio y trabajado.

Lo dicho, el Ingeniero de lo imposible.


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