Revista Cultura y Ocio

El ingenuo Azarías y la cruda realidad (Reseña de 'Los santos inocentes'.- Miguel Delibes

Publicado el 10 abril 2012 por Jdmora
Juan Diego Mora (@Juandi_mora)
El campo, la naturaleza, las aves, los pantalones hechos jirones por la pobreza del pobre y la riqueza del rico. Estos son varios de los ejes por los que ruedan varias de las obras de Miguel Delibes. El vallisoletano tenía una relación especial con sus personajes. Hombres de campo, de las estepas castellanas, como él. Sin embargo, en 'Los Santos Inocentes' el autor cambia las llanuras de su tierra por las colinas llenas de encinas extremeñas. Pero el contexto es el mismo. El de una sociedad de la postguerra divida en estamentos. El rico muy rico y el pobre los suficientemente desgraciado como para incluso agradecer los desdenes a sus señores. Con este paisaje nos cuenta la historia de Paco'El bajo' y su mujer. Campesinos a las órdenes de un señor con aires de grandeza, maestro cazador y orgulloso. 

'Los Santos Inocentes'
Autor: Miguel Delibes
Editorial: Austral

Paco es un experto buscador de presas en las jornadas de caza. Cuando un ave caía derribado por el señorito Ivan, el campesino era más sagaz que una jauría de podencos. Sabía donde caía, por donde rodaba y cuantos botes había dado la presa. Por eso, a pesar de ser un pobre desgraciado que tan sólo quiere que sus hijos no sean analfabetos, es indispensable para su amo y eso no lo pueden decir muchos. 
Si con estos dos personajes Delibes nos muestra los estereotipos de la época, se guarda la mejor baza para Azarías. El anciano amante de las aves es un personaje que rebosa realismo, ingenuidad, inocencia y dramatismo. Es capaz de llorar como un niño, ser leal como el más noble de los adultos y ser vengativo como el más horrible de los verdugos. Y todo esto en menos de 200 páginas. Sin duda un personaje inolvidable trazado con ese don que tenía el autor castellano para fusionar el paisaje con los personajes y hacerlos uno, como ya hiciera con Daniel 'El mochuelo' en 'El camino' o con Pedro en la amurallada Ávila de 'La sombra del ciprés es alargada'. El día a día que muestra desigualdad, desgracias, y situaciones tan reales que parecen cómicas. Tan tristes que parecen nuestras. Como el sufrimientos de la niña chica, hija de Paco 'El Bajo' que solo se puede comunicar con alaridos y que necesita los cuidados continuos de sus padres y las cariñosas caricias de Azarías a pesar de no se tan niña, ni tan chica. 
El realismo envuelve al lector. Le lleva a ese cortijo extremeño. La utilización del lenguaje rural, los conocimientos de Delibes en el arte de la cinegética -él era un cazador experimentado- y la crueldad con la que cuenta, la realidad al fin y al cabo, hace que aun siendo conscientes de que leemos es ficción nos lleve a tierras extremeñas, entre matorrales, aves y disparos. No necesita grandes adornos, ni tiene la necesidad de recurrir a grandes momentos dramáticos. Tan solo cuenta la historia de una familia de campesinos que conviven con sus señores. La intención del autor es protestar, mostrar, denunciar con palabras lo que sucedía la desigualdad en una España dividida en pobres y no muy ricos. 
Una novela de personajes maravillosa, cuya trama no es más que la vida en un cortijo extremeño. No hace falta recurrir a grandes conflictos, ni a viajes exóticos ni persecuciones. Tan solo Azarías y su milana, Juan 'El bajo' y su gran olfato para la caza, la niña chica y el 'señorito' Ivan. Una situación de la postguerra que podría haberse vivido en cualquier pueblo de Extremadura, Andalucía o Aragón. Cuenta una realidad tan natural como cruda. Una sociedad estancada, estamentada y que a pesar de tener alas no dejaban volar. 


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