Revista Cultura y Ocio
Ángela vivía en una casa grande y retirada a las afueras del pueblo. Hija única, la había heredado de sus padres y desde que ellos murieron, allí se pasaba los días pensando qué hacer con su vida. Hablaba sola por los pasillos, hablaba por las alcobas..., y sobre todo hablaba en el jardín. Las hortensias, las lilas, los geranios y las rosas eran sus confidentes y amigas, además de su gata Lía y del perrito faldero, Willy, que la seguía a todas partes...
Los días de sol estaba alegre, incluso cantaba mientras mimaba sus plantas. Los días de lluvia los pasaba enfurruñada dentro, mirando el agua resbalar por los cristales..., escuchaba su repiqueteo constante y sentía que el universo entero lloraba con ella.
Un buen día vio brotar una extraña planta en una gran tinaja llena de tierra que tenía en un rincón del jardín. Sorprendida empezó a cuidarla con esmero y cada día se asomaba viéndola crecer lentamente un poco más. Una mañana pasó su mano suavemente entre la tierra y le pareció tocar una melena rizada de pelo fuerte y sedoso. A los pocos días creyó tocar la piel de una frente y cuál fue su sorpresa cuando otro día vio unos ojos grandes y negros que la miraban fijamente. Cuando afloró la cabeza entera, vio un bello rostro de mujer y una sonrisa que le encendió el alma. Ahora va por la cintura y Ángela la cuida con esmero..., no tiene prisa, sabe que es suya y que lo será para siempre...Texto: Lucrecia Hoyos Piqueras
Los días de sol estaba alegre, incluso cantaba mientras mimaba sus plantas. Los días de lluvia los pasaba enfurruñada dentro, mirando el agua resbalar por los cristales..., escuchaba su repiqueteo constante y sentía que el universo entero lloraba con ella.
Un buen día vio brotar una extraña planta en una gran tinaja llena de tierra que tenía en un rincón del jardín. Sorprendida empezó a cuidarla con esmero y cada día se asomaba viéndola crecer lentamente un poco más. Una mañana pasó su mano suavemente entre la tierra y le pareció tocar una melena rizada de pelo fuerte y sedoso. A los pocos días creyó tocar la piel de una frente y cuál fue su sorpresa cuando otro día vio unos ojos grandes y negros que la miraban fijamente. Cuando afloró la cabeza entera, vio un bello rostro de mujer y una sonrisa que le encendió el alma. Ahora va por la cintura y Ángela la cuida con esmero..., no tiene prisa, sabe que es suya y que lo será para siempre...Texto: Lucrecia Hoyos Piqueras