Foto de Internet. Nuestra España...
Ahora, con algo de perspectiva en el tiempo del extraño Doce de Octubre que nos ha tocado vivir éste año, parece que es hora de sacar conclusiones a todo lo que, por raro que parezca, nos ha tocado vivir. Para mí, que sigo por encima, sólo por encima, la actualidad desde hace unos meses, la impresión más inmediata y a bote pronto es que España es cómo un Jarrón. Y es así, por muchas vueltas que se le dé y muy extraño que parezca a quien lea éstas líneas. En sí, es algo tan distante a lo que pudiera ser un país que hoy por hoy es lo que parece España, un enorme jarrón que los nenes de la politicástria se han cargado y que ahora quieren reconstruir antes de que Papá Pueblo llegue a casa con el cinturón en la mano. Papá Pueblo que está de resaca democrática y vé cómo los nenes se le han subido a las barbas hasta el punto de romper su más preciada posesión, el Jarrón que le regalara la tita Historia y muchos chicos que murieron a lo largo del Tiempo para construir tan bello recipiente hoy por hoy vacío.Porcelana.
El Jarrón no se ha roto de golpe. Eso es evidente. Tras mil años echándole barro y agua, cristalizándolo y pintándolo, a pesar de ser de Porcelana de las más quebradizas ha resistido de todo. Guerras, invasiones, conquistas y traiciones. Siempre, claro está, por la fortaleza de su estructura. Fortaleza demostrada siempre dándose a experimentos más allá de sus propias posibilidades de expansión y afianzamiento. En todo ésto, el Jarrón, España, basó su fuerza cómo Pueblo no en su amor intríseco per sé sino en el asco común al enemigo. De ahí que se actuara generalmente con más cojones que cerebro. Aún así y merced a sus pocas entendederas, mantuvo la compostura entrando, después de la masacre de más difícil olvido, en lo que hoy denominamos el periodo de Paz más largo de nuestra Historia. El español supo componer el Jarrón común a fuerza de sangre, de sudor y de lágrimas, empeñando tiempo y dinero, carne y Honor.
Bien es sabido el costoso proceso que exige la elaboración de una porcelana de calidad. La nuestra ha costado muchas horas de cocción, caidas, espiscazos y algún que otro susto que no ha pasado a mayores hasta hoy. Momento en que, creyendo superados todos los escollos que nos habrían borrado del mapa en su día nos creíamos en un momento pleno para dar rienda suerta a la Democracia, otorgando grandes prebendas cómo las autonomías y preservar así, en la felicidad de todos, el tan querido y costoso Jarrón común. Cuán equivocados estábamos y cuán caro nos ha salido viendo el Jarrón cada vez en más precaria situación. Roto, hecho trizas, cómo una sociedad a la deriva que, de la mano del Diablo, se deja conducir por valles sombríos sabiendo que no tendrá más fín que el ostracismo, la manipulación, la invasión y, llegado el momento, su inevitable extinción y desaparición.
Trozos sin arreglo.
Hoy por hoy es difícil recomponer lo fracturado. Los jarrones caros lo son precisamente por ser antiguos y haber surcado la senda de los Tiempos sin haberse roto o deteriorado. Justo al contrario que nuestro Jarrón común. Sólo hay que ver el Doce de Octubre. Un desfile militar paupérrimo, en consonancia con nuestro adiestramiento militar. Un palco donde sólo el Príncipe se erguía incólume ante los elementos cómo clara muestra de la imparable debacle del Estado. Una plaza de Cataluña abarrotada de gente obligada a mostrar el orgullo de ser español en un terruño que ya no sabemos ni a quien pertenece. Una democracia acabada, unos politicastros sin decencia, unos sindicalistos que no representan a nadie, la risión internacional de no ser capaces de plantar al Reino Unido cara por Gibraltar y sobre todo la Crisis, la rememorada crisis que ya no es tal pues estamos en el nuevo estatus económico al que debemos acostumbrarnos. El Jarrón se ha roto...