Se le ofrecen a un amigo tuyo 10 euros a condición de que comparta esta cantidad contigo. Si aceptase la oferta, ambos recibiríais vuestra parte. Si no, ambos os quedaríais sin nada. Tu colega sugiere compartir la cantidad a partes iguales. ¿Aceptarías?
¡Por supuesto que sí! Y tú y tu amigo os iríais a casa tan contentos, con cinco euros cada uno. Tu amigo lo piensa por un momento y se da cuenta de que, dado que es él quien hace la oferta, se podría quedar con 9,50 y darte cincuenta céntimos. ¿Aceptarías? Lo más seguro es que te negaras indignado. '¿Quién se cree que es?' ¡Prefiero quedarme sin medio euro antes de que este tacaño se lleve 9,50 a mi costa!'.
Reparto de dinero por CD
Reacciones como ésta se han producido en experimentos por todo el mundo. Es sorprendentemente grato que contradigan la teoría económica tradicional. Después de todo, rechazar incluso cincuenta céntimos no es racional. Puede que la oferta no sea justa, pero la alternativa de quedarse sin nada, es aún peor. ¿Por qué se comporta la gente que se encuentra en esta situación de forma irracional?
En Nairobi tienen menos tiempo para consumir el Big Mac, de ahí que estén más delgados que en Chicago.
Este juego, llamado del Ultimátum, ha dado dolores de cabeza a los economistas durante años. Siempre habían asumido que las decisiones económicas estaban basadas en procesos de pensamiento racionales. El que ha de tomar la decisión calcula los costes y beneficios de su acción, sopesa las probabilidades de ciertas situaciones y, por último, toma la decisión óptima. Éste es el axioma fundamental en el que se basa la teoría económica.
Pero lo que hemos descubierto a lo largo de los años y evidencian claramente los juegos de ultimátum es que, aunque esta idea pueda ser válida para las decisiones de instituciones, empresas y agencias gubernamentales, no sucede así con las decisiones que toman los individuos.
Wall Street
Resulta que los seres vivos no sólo toman sus decisiones basándose en los hechos y en el cálculo de las ventajas. También influyen factores emocionales como la envidia, los prejuicios, el altruismo, la maldad y muchas otras debilidades humanas.
Para explicar los paradójicos resultados del juego del ultimátum, los científicos sugieren mecanismos evolutivos. Rechazar una cantidad irrisoria, dice el argumento, sirve para mantener la reputación. 'No soy el felpudo de nadie. La próxima vez se lo pensará dos veces antes de hacerme una oferta tan ofensiva'. Los científicos creen que, a largo plazo, la reputación social de un individuo puede aumentar sus posibilidades de supervivencia.
Imagen y Reputación social
Investigadores de la Universidad de Princeton y de la Universidad de Pittsburgh eligieron un enfoque diferente esperando entender mejor las decisiones que se toman en el juego del ultimátum. Investigaron los procesos fisiológicos que se dan en el cerebro. Este enfoque, que reduce el estudio de las decisiones económicas a interacciones químicas y mecánicas entre neuronas, axones, sinapsis y dendritas, es una nueva forma de investigar materias económicas y sobre la toma de decisiones.
Los psicólogos y psiquiatras que componían el equipo de investigación sometieron a 19 personas al juego del ultimátum. Los jugadores, que tenían que competir contra humanos y ordenadores, eran examinados mediante un escáner de resonancia magnética. Estos escáneres iluminan regiones del cerebro donde hay cambios en el flujo de sangre, indicando un aumento de actividad de las células nerviosas.
Escáner por resonancia
Según un informe en la revista Science, su estudio tuvo éxito. Identificaron las regiones del cerebro que se activaban durante el juego del ultimátum. Pero para su sorpresa, no sólo se activaban las regiones que se suelen usar durante el proceso de pensamiento, el cortex prefrontal y el dorsolateral. También se activaba una región que se suele asociar a las emociones negativas. Y cuanto más ofensiva era la oferta financiera, más intensa se hacía la actividad de las células nerviosas en la llamada ínsula anterior.
Activación de la ínsula
Curiosamente, es el mismo lugar que se activa en casos de fuertes aversiones, como cuando los individuos se ven expuestos a olores o sabores desagradables. Los insultos apestan.
Pero aún esperaba otra sorpresa más. La respuesta del jugador dependía de si la oferta venía de una persona o de un ordenador. Las ofertas injustas que hacían las máquinas provocaban menos actividad en la insula anterior y se rechazaban con menos frecuencia que las ofertas irracionales que hacían los humanos. Después de todo, uno no se puede sentir ofendido por un ordenador.
Fuente: La vida secreta de los números (George G. Szpiro)