El Juli es el número uno. Por Antolín Castro. Publicado en Opinión y Toros
Puede que muchos no piensen así, que no les guste como torero el madrileño, que piensen que los hay mejores, y no les faltará razón. Pero lo que no podrán discutir es que es el número uno en cuanto a estar en boca de todos.
Empezó la temporada, que ahora termina, de esa manera y quiere terminarla del mismo modo. Entre el G10 de primeros de año y el G1 o lo que quede de él del final del mismo, no se ha apartado de las portadas de los medios taurinos. Pero no solo los medios, también aparece sin cesar en la blogosfera de los aficionados.
Mucho se habló de sus ausencias de las primeras ferias de plazas de 1ª en 2012 y quiere repetir la jugada pero invirtiendo los términos, siendo él el que deje plantados a los novios empresarios de Valencia, Sevilla y Madrid y no al revés como le sucedió. Dicen que Julián tiene cara de ‘mala leche’, pero incluso, con esta jugada, parece que es verdad, que la tiene.
Otros, más indulgentes, lo llamarán orgullo, pero a los toreros el orgullo siempre se les midió por dar los golpes, no de efecto, sino de verdad, en las plazas. Conformarse con su rabieta con quienes le pasaron, a su juicio, una factura en 2012, con devolverles su factura, será un legítimo juego por su parte, pero muestra ante la afición su poca capacidad para liderar lo que, evidentemente, no lidera. Si no se le hace caso, como a los niños chicos, se enfada y dice ‘ahora no juego’.
Pero hete aquí que es un profesional y como tal debería comportarse. La rabieta puede haberle llegado porque sus compañeros, en esas gestas tan aireadas, han copado todas las camadas de las corridasduras, con sus anuncios de matar seis toros en solitario y no le queda a él ninguna posibilidad de hacerlo. Ya hay anuncio para Sevilla y Madrid y él qué, ¿es que nadie quiere que haga gestos? Enfadado hace uno, el de ‘ahora no juego’.
El Juli es un niño muy mimado por mucho que pueda ser un torero muy capaz. Por si fuera poco su recorrido, desde su matrimonio con Roberto Domínguez matan lo más escogido y más chico de las ganaderías y ese será un camino de mandar mucho en esto, pero no deja de ser una birria de esfuerzo para aparentar lo que aparenta. La Fiesta se va al limbo entre tanta comodidad y enfados menores. Su prestigio se deteriora por temporadas a la par que no lidera ninguna de las facetas que distinguen a los toreros esperados.
Otros le ganan en los distintos aspectos de expectación que han de levantar sus actuaciones. José Tomás se lleva el gato al agua de llevar gente a las plazas, no es él el que llena; Morante es el esperado para los que esperan el milagro de la belleza en el toreo, no es él; Manzanares le supera en la llamada elegancia con las mismas ganaderías, sobre todo en Sevilla; y hasta en número de festejos le han adelantado toreros emergentes como Fandiño y Mora, así como un Padilla renovado y El Fandi, como siempre, en el puesto primero de actuaciones. Es decir, ni en llenos, ni en número, ni en dineros, ni en expectación.
De frente y por derecho: Se le puede decir que no es lo que cree ser, siendo todavía uno de la baraja de ases. Más rápido, más lejos, más alto…, esos lemas que presiden el atletismo, trasladados al toreo, él no preside ninguno. En el cajón donde se reparten las medallas no se le espera. Si además no quiere competir en serio, con estas rabietas su camino se hace menos maduro. Al que se le puede llamar el torero del pueblo, por la tenacidad y regularidad en su carrera, lo normal es que pierda el favor de las aficiones de las plazas importantes. Eso sí, siempre le quedarán los pueblos, esos es lo que seguramente los demás naufragan.
Lo indiscutible es que El Juli se ha convertido, en estos últimos tiempos, en el número uno… de la G, de las noticias, de los líos.